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DESDE LEJOS, CERCA Opinión

Cascos de realidad virtual, cómo podrían afectar nuestra percepción de la realidad

¿Qué pasaría si todos circuláramos con cascos que nos agregan distintas capas a la realidad?

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Hace unas semanas Apple presentó su casco de realidad virtual, el Vision Pro. El casco permitirá tener una experiencia de realidad virtual, inmersiva, y también de realidad aumentada, superponer elementos a la realidad. Hay todavía muchas preguntas sobre el efecto que tendrá el lanzamiento de Apple, si logrará que esta tecnología, que promete despegar desde hace 10 años, efectivamente se popularice; y si lo hace, qué efecto podría tener en distintos aspectos de nuestra vida. Por ejemplo, en las ciudades. Basta con recordar lo que fue la locura con Pokemon Go, donde cientos de personas iban por la calle mirando el celular para capturar a los monstruos que se les aparecían. Miles de accidentes después, descubrimos que podía ser un peligro. Ahora, ¿Que pasaría si todos circulamos con cascos que nos agregan distintas capas a la realidad? Y ¿Qué efectos podría tener sobre nuestra forma de ver el mundo?  

Nuestra percepción puede ser bastante maleable y lo que pensamos ver o sentir puede tener efectos en lo que nos pasa -algo que fácilmente se podría manipular a través de cascos de realidad virtual. Solemos hablar del efecto placebo al referirnos a la medicina, cuando nos sentimos mejor por el simple hecho de tomar algo, aunque no sea un medicamento. Pero no es el único ámbito donde ocurre. 

Un ejemplo es el sueño. Creer que dormimos bien la noche anterior puede hacernos tener mejores rendimientos. Así lo mostró un estudio en el que tomaron a un grupo de personas y les dijeron que a través de una serie de estudios muy elaborados podrían saber cuánto tiempo de sueño profundo habían tenido la noche anterior -algo que no tenían manera de saber-. También les explicaron la importancia de dormir bien y su efecto en el rendimiento. Pero a algunas personas aleatoriamente les dijeron que habían dormido mejor que la media y a otros menos. Luego pusieron a todos a hacer una serie de ejercicios mentales, para medir su rendimiento -por ejemplo sumando dos números que les decían o listando todas las palabras que se les ocurriesen que empiecen con cierta letra-. Y sí, quienes pensaban que durmieron mejor, les fue mejor. Todo tiene sus límites, no podemos sugestionarnos con que dormimos bien cada noche si no lo hacemos, pero las pequeñas variaciones en cómo pensamos que estamos pueden tener un efecto.  

El café puede tener un efecto similar. Hay estudios en los que hacen que algunas personas piensen en café al ponerlos en una habitación con su aroma, y luego los hacen contestar una serie de pruebas matemáticas. El pensar en café, una sustancia que asociamos con estar despiertos y alerta, mejora los rendimientos en el examen en comparación con quienes estaban en una habitación sin ese olor. Los efectos, sin embargo, se tienden a ver con personas que viven en sociedades que asocian el café con la productividad. En otro análisis que se hizo con personas de culturas asiáticas, como Corea o Japón, vieron que pensar en café no tenía el mismo resultado. Claramente no es la sustancia la que actúa en estos casos, sino nuestra expectativa de lo que la sustancia haría, un placebo. 

Tanto es así, que en otro estudio, les hicieron oler a los participantes un aroma antes de tomar una prueba de creatividad. A la mitad le dijeron que era un aroma que mejoraba la creatividad, y al resto que era simplemente un fragancia que estaban probando. Te imaginás para dónde va esto: los que creían que les mejoraba la creatividad tenían puntajes más altos, estaban mentalizados para ser más creativos. 

Y este tipo de efectos no se limita a cuestiones mentales, puede también afectar nuestro cuerpo. Para probar esto tomaron a un grupo de ciclistas y les pidieron que entrenaran hasta que estuviesen exhaustos. Todos tenían un reloj al lado. Lo que no sabían es que en algunos casos el reloj iba más rápido de lo normal y en otros más lento. Es decir, aunque en todos los casos pasaban 10 minutos, algunos pensaban que habían pasado 8 y otros 12. Y para quienes el reloj iba más lento, quienes pensaban que sólo habían pasado 8 minutos, demoraban más en declararse extenuados. Pensar que llevaban menos tiempo influía en el cansancio que sentían. 

Todas estas pequeñas manipulaciones de nuestra percepción, que pueden tener efectos muy reales en nuestra vida, podrían explotarse mucho mejor en la realidad virtual, donde es mucho más fácil modificar lo que uno percibe. Y no se trata de pensar que somos entes totalmente maleables o revivir el miedo de las supuestas publicidades subliminales que en microsegundos nos iban a ordenar qué es lo que teníamos que hacer. Pero sí es posible que si se populariza una nueva forma de interactuar con el mundo esta tenga un efecto en la forma en que lo pensamos y que haya nuevas maneras de modificar nuestra percepción. 

OS

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