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Panorama de las Américas - Opinión

La esfera de Joe, la cruz de Lula y el anillo del joven Emmanuel

Alfredo Grieco y Bavio Panorama de las Américas rojo
3 de diciembre de 2022 09:15 h

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Los medios tradicionales y las redes petistas sólo mofa, memes y vituperio han dedicado al viaje a Qatar 2022 de Eduardo Bolsonaro, tercer hijo del presidente de Brasil. Unánimes, entienden que basta y sobra el Mundial de Fútbol masculino para entender por qué está en Doha un diputado federal carioca al que no toman en serio.

Los mismos medios, y sus equivalentes franceses y norteamericanos, tomaron en cambio muy en serio la visita de Estado del presidente Emmanuel Macron a EEUU. Como la que anticipan que hará Lula antes de fin de año, antes de jurar en Brasilia el 1° de enero, primer día de su tercer mandato presidencial, para el que su esposa Rosangela da Silva, 'Janja', socióloga, feminista, histórica activista del Partido de los Trabajadores (PT) prepara una fiesta única, un mega recital, al que ya llaman 'Lulapaluza'.

La Embajada de EEUU en la capital brasileña ya ha reservado en diversos hoteles 400 habitaciones para funcionarios de la actual administración demócrata que asistirán a la ceremonia de asunción de Lula. El día 1° de enero resulta particularmente difícil de reservar en las agendas de jefes de Estado y de Gobierno para abandonar sus países y volar a Brasil para llegar de mañana a la temprana ceremonia en Brasilia. No viajará entonces, es lo que de momento se sabe, el presidente Joe Biden, pero sí posiblemente la vice Kamala Harris. Y muy probablemente, el ex Secretario de Estado de Barack Obama y hoy Enviado Presidencial Especial de EEUU para el Clima (una posición administrativa creada por Biden). El católico John Kerry está casado con su correligionaria (católica, pero antes del matrimonio, republicana) Theresa Heinz. Portuguesa de nacimiento y tras su viudez heredera de la mayor fortuna del ketchup, Kerry la conoció en Río de Janeiro durante la Cumbre del Clima de 1992. Kerry y Biden esperan el fin del mandato de Jair Bolsonaro para pactar acuerdos con el gobierno Lula sobre el Amazonas y sobre la emisión de gases carbónicos.

Un francés en Washington

Las más intensas y extensas exactitudes que buscaron en fuentes cuya identidad callan estaban destinadas a precisar y revelar urbi et orbi cuántos minutos pasaron a solas el católico Joe y el masónico Emmanuel (30 minutos), cuántos semi a solas en una bilateral extendida (90 minutos), cuántas veces este año llamó de sorpresa por teléfono desde el Eliseo a la Casa Blanca el francés de 44 años a su par norteamericano que casi lo dobla en edad (30 veces), cuántas cartas personales manuscritas volaron desde París hasta Washington (la última, cuando el domingo 20 de noviembre Joe cumplió 80 años), cuántas veces se tomaron de la mano en público al posar para las fotografías históricas y cuántas veces también en público se besaron en las mejillas (acá las fuentes difieren en la cifra de la suma total, pero coinciden en que su número es magno como el de las arenas del desierto de Libia), cuántas langostas de Maine comieron (muchas, muchas, y controversiales, pero la administración Biden apoya a los pescadores artesanales del litoral atlántico) y cuánto caviar (huevas de esturión que no, no vienen del Volga, negado con el mismo énfasis que en el Kremlin se reserva para desmentir que no, los drones que bombardean la capital ucraniana, no, no vienen de Irán).

Durante la Cena de Estado ofrecida por la primera economía del mundo a la nación que se proclama primera gastronomía del planeta, a cada comensal -y ante los manteles de la Casa Blanca hubo casi cuatro centenares- le sirvieron una tabla de quesos Made in USA. El destaque era el Rogue River Blue del estado de Oregon en el litoral pacífico: un roquefort que renunció a llamarse 'roquefort', denominación DOC europea. A Macron le informaron que este queso azul había ganado en 2020 el Nobel de los Quesos: el Premio que anualmente señala al mejor queso del mundo.

Con característico machismo, nada informó la prensa o la radiotelevisión sobre los trajes nuevos de los emperadores de París y Washington. Sí supimos que el vestido y el escote de Jill Biden eran de Oscar de la Renta y el vestido en absoluto escotado -abotonado hasta el cuello- de Brigitte Macron era diseño de Louis Vuitton.

No sugirió el New York Times, no sugirieron los medios 'nobles' que con estas bien cumplidas mundanidades compartidas se hubiesen colmado y agotado los objetivos de la visita de Macron a Washington. No sin satisfacción, consignaron que no hay como las guerras -como la actual en Ucrania- para acercar las posiciones y allanar los remilgos de EEUU y la Unión Europea (UE), dos federaciones afines, y ahora más afinadas en querer la paz entre Moscú y Kiev.

De que Emmanuel Macron haya regresado al Hexágono con una imagen indudablemente refrescada y rejuvenecida tras su visita al vecindario del Pentágono. no duda nadie. Y menos que nadie el  joven, cartesiano y hermenéutico presidente francés. Porque en Washington el presidente de EEUU le ha reconocido de hecho al presidente de Francia la plena titularidad del liderazgo europeo. Así lo demostró Biden con su perpetua cercanía física hombro-con-hombro a Macron, según el diario nacional, capitalino y demócrata Washington Post. Así lo dijo sin velo, y sin adorno, en la Cena de Estado que presidieron Presidentes y Primeras Damas, la primera que ofreció la Casa Blanca en los últimos tres años. Desde luego, son un mérito y una precedencia que, preguntadas, casi ninguna testa de la UE admitiría que le caben al mandatario centro derechista en su segundo mandato. Por supuesto, nada reconocería el canciller socialdemócrata alemán Olaf Scholz. Ni la totalidad del bloque del Este de la UE. Tampoco la premier italiana Giorgio Meloni.  

El espaldarazo del Biden tiene otro significado que aquel que ofuscaría a tantas jefaturas de los 27: significa que el octogenario inquilino de la Casa Blanca ha encontrado en Macron un socio global, idóneo para intervenir en las relaciones con Rusia. Y ahí está la Conferencia de París, con fecha ya acordada para el martes del 13 de diciembre, en la que se sentarán representantes (o gobernantes) de Moscú, Kiev, París, y Washington. Y el metódico anfitrión probablemente se encontrará antes, cara a cara, con Vladimir Putin. Y si M. le Président juega con el campeón mundial de las energías fósiles, también puede jugar con un subcampeón, Irán. O enfrentar a China, campeón de las energías renovables y monopolizador de minerales raros, China. Campeón del Mundial de Rusia 2018, Francia es un jugador de toda la cancha: en África, en el área del Indo-Pacífico, en el Cercano Oriente y el Medio Oriente. Un presidente fuerte que sabe usar del presidencialismo fuerte constitutivo de la V República creada por el general De Gaulle. No hay desvíos ni extravíos de Macron en su diplomacia, que obra en el cauce de todos sus predecesores en el Eliseo: procura una política exterior nacional francesa capaz de lanzarse. llegado el instante decisivo, más adelante que los nunca imprudentes titubeos de la UE.

Un brasileño en Doha

El diputado federal electo por Río de Janeiro (fue candidato del Partido Liberal al que este año se afilió toda su familia), hijo de Jair Messias y hermano menor del primogénito Flavio, senador por Río de Janeiro, tuvo que salir a dar explicaciones. Eduardo Bolsonaro se filmó en un breve pero no por ello menos edificante video. En didácticos minutos instruye que el Golfo Pérsico (o Arábigo) y sus actividades en Doha ni empiezan ni terminan en el Mundial. Y sin embargo añade que FIFA es una organización más y mejor poblada de naciones que las propias Naciones Unidas. Y desde luego la asistencia a los estadios para seguir los partidos de la verdeamarelha es instrumento de negocios para la República Federativa y el estado carioca.

Había traído personalmente, para colocar en mano de jerarcas y potentados de la economía y la política. puntualiza este Bolsonaro Jr, muchos pendrives, algunos de los cuales muestra en el video. Según entendemos que tenemos que entender, contienen propuestas concretas de alianzas estratégicas sobre las que de momento no sabemos mucho porque naturalmente conviene poco adelantar precisiones que de comunicarse pondrían en riesgo las relaciones internacionales. Estos misteriosos pendrives, de cuyo secreto contenido Bolsonaro se hizo heraldo nacional y personal en el camino al Oriente, fueron motivo de burlas interminables, monótonas aun cuando no eran repetitivas.

Lula acima de tudo

Salvo en las marcadas suspicacias de Lula sobre las élites ucranianas hoy dirigentes, el presidente norteamericano se entiende mejor en todo con el brasileño antes que con el francés. Son como la esfera y la cruz: los dos son católicos, los dos son íntimamente estatistas. Y cargan con el mismo peso, arrastran la gravosa cruz de un Congreso opositor de cuyas aquiescencias, pocas veces espontáneas, generalmente efímeras, y jamás desinteresadas, dependerán sus oportunidades ocasionales de hacer avanzar iniciativas que no sean ya las de esa mayoría legislativa ajena.

El discurso de victoria que Lula leyó un puntual mes atrás, al ganar el balotaje presidencial brasileño del último domingo de octubre, tenía estructura de anillo. En su fin estaba su principio: empezaba con un agradecimiento a Dios y concluía con un agradecimiento a Cristo y al vicario de Cristo, el papa Francisco. Deus acima de tudo, podía decir él, ahora. El lema de Bolsonaro, al que los memes le decían, tergiversando: Adeus acima de tudo.

Hace 30 días, Lula ganó el balotaje presidencial con el estrecho margen de 1,8 puntos porcentuales; dentro de 30 días, asumirá la presidencia. Está en la mitad exacta de su transición. Biden acaba de sobrevivir, por un margen también angosto, a las elecciones legislativas de renovación de medio término que prometían infligirle una derrota avasalladora y paralizadora. El demócrata está en la mitad exacta de su mandato. ¿De qué hablará Joe con Lula? De seguridad hemisférica, y de China como estorbo de la placidez continental. Acaso menos, o sin insistencia, de la eventual participación o aun liderazgo de Brasil en una eventual intervención militar pacificadora en Haití.

AGB

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