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Una historia sórdida en la que se mezclan nepotismo y vanguardia (bonus track, con reivindicación: larga vida a la disquería)

Jorge Cedrón, director, guionista y actor argentino asesinado en el exilio en París.

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En 1972, el Teatro San Martín estrenaba Un enemigo del pueblo, de Henrik Ibsen, en adaptación de Arthur Miller, y Dar la vuelta, de Griselda Gambaro. Astor Piazzolla formaba un grupo grande, un noneto, sostenido económicamente por el gobierno municipal, el Tata Cedrón actuaba con asiduidad en los teatros oficiales, cantando a Juan Gelman y Raúl González Tuñón y el Banco Municipal, presidido por el intendente designado por el dictador Alejandro Lanusse, financiaba la película Operación masacre, dirigida por Jorge Cedrón y con libro suyo y de Rodolfo Walsh. El mismo banco ya había otorgado un préstamo al mismo director, el año anterior, para realizar Los senderos del libertador, un film sobre San Martín con libro de Gelman y Paco Urondo.

El intendente, que había asumido en 1971, era Saturnino Montero Ruiz, un contador que ya había ocupado el cargo más alto de esa entidad financiera durante el gobierno de Onganía. Nada hacía suponer el giro ideológico de la ciudad de Buenos Aires que, hay que recordarlo, en ese entonces no era autónoma ni elegía sus autoridades. Era ni más ni menos que la sede del gobierno militar. El detalle era que Marta Montero, hija del funcionario, era la pareja de Jorge Cedrón. Y los secretarios de cultura virtuales, durante esos últimos años de “Revolución Argentina” –tal el nombre con que se había bautizado a si misma la dictadura– fueron precisamente los hermanos Cedrón, que se beneficiaron ampliamente con esa cercanía. Aníbal, el otro hermano, que era artista plástico, fue, por ejemplo, el encargado de la escultura de la Plaza Roberto Arlt, en Esmeralda y Rivadavia, que se oxidó rápidamente. Más allá del flagrante nepotismo se trató de una de las gestiones más abiertas y progresistas en la historia porteña. Y, paradójicamente, terminó con el gobierno asumido en 1973. Y es que donde los militares habían acabado poniendo un civil, el peronismo, luego de dos extraños titubeos –Leopoldo Frenkel fue intendente por apenas dos meses y su sucesor, Juan Debenedetti, estuvo en el cargo tan solo 20 días– nombró a un militar, el general José Embrioni, que fue destituido por el golpe del 23 de marzo de 1976.  

La historia de Jorge Cedrón tuvo, por su parte, un final trágico que, además, involucró a su suegro. En 1980, ya con una nueva dictadura en ejercicio, Saturnino Montero Ruiz fue secuestrado en París. Cuando su hija viajó a Francia para pagar el rescate, se entrevistó con la policía. Cedrón, que la esperaba, fue apuñalado en un baño del cuartel central, en el 36 de la Quai des Orfèvres. Nunca se supo si el secuestro de Montero Ruiz fue parte del plan pero de lo que no quedaron dudas es que este era el fruto de una operación conjunta entre efectivos de la Marina argentina y un sector disidente de Montoneros del que Gelman formaba parte, cuyo líder era Rodolfo Galimberti y del que participaba activamente su cuñada, Patricia Bullrich

El ex intendente, por su parte, se afilió al Partido Justicialista, volvió al Banco Municipal (ya entonces Banco Ciudad) con la gestión de Carlos Grosso y desde allí otorgó una serie de préstamos incobrables a empresas ligadas a la familia del presidente Carlos Menem. Su nombre estuvo presente, como primer candidato a senador, en una de las listas justicialistas para las elecciones legislativas de 2001, que se llevaron a cabo el 14 de octubre. Él había muerto la noche anterior.

De todo esto queda, en todo caso, una playlist: los dos discos que Piazolla grabó con ese fastuoso Conjunto 9 que, a partir del clásico grupo del bandoneonista completaba el quinteto de cuerdas con un segundo violín, una viola y un cello y agregaba batería. Dos pianistas extraordinarios, Osvaldo Manzi y Osvaldo Tarantino, estuvieron a cargo de ese instrumento en aquellos dos álbumes que se llamaron Música Popular Contemporánea de la Ciudad de Buenos Aires Vol. 1 y Vol. 2. El nombre parecía pomposo pero era, en rigor, el primer intento de sacar al tango de la nomenclatura. Los títulos de las piezas también esquivaban esa palabra. Estaban los homenajes de “Vardarito” –al violinista Elvino Vardaro– y “Tristezas de un Doble A” –al bandoneón–. El resto sintonizaba ya con otra época: “Onda 9”, “Fuga 9”, “Preludio 9”, “Divertimento 9”, “Oda para un hippie”, “Baires 72” y algo tan alejado en su formulación al 2 x 4 como sólo podía estarlo una pieza llamada “En 3 x 4”.

Y la lista no estaría completa, obviamente, sin el Tata Cedrón y sus modernísimos tangos antiguos sobre poemas de Raúl González Tuñón.

Una vida en 30 años (por ahora)

En una época parece ser que los confabulados se reunían en una jabonería. Los tiempos (o los jabones) han cambiado. Luego hubo reuniones secretas en librerías y, claro, en el fenomenal –y uruguayo y psicodélico– Toto’s Bar de The Shakers. Pero en la Buenos Aires de las últimas tres décadas –o por lo menos en la Buenos Aires sensible al jazz– ese lugar lo ocupó una disquería. La única especializada –maniáticamente especializada– en ese género en la Argentina y una de las muy pocas en el mundo. Minton’s, eternizada en el título de un disco de Adrián Iaies (Las tardecitas de Minton’s) cumple años y lo festeja de maneras que para los allí conjurados parecen las más naturales del mundo: dos botellas de vino especialmente dedicado a la disquería (y respectivamente a Sonny Rollins y Bill Evans) y un festival que nucleará, a lo largo de cuatro domingos, a mucho de lo mejor de la música argentina actual y a una estrella internacional, el excepcional pianista David Virelles, que será quien abra el juego el próximo 7 de mayo a las 19.30 en el club Prez –Anchorena 1347–, donde volverá a presentarse el 11 y el 12 a las 21. Virelles es cubano pero no trabaja de tal sino de músico. Se aleja de todas las convenciones y de cualquier clase de pintorequismo y en todo caso lo antillano aparece de una manera mucho más esencial que a cita (o la parodia). El ciclo de Minton’s continuará el 14 con la cantante Julia Moscardini junto a su padre, el guitarrista Carlos Moscardini, junto a Iaies en un concierto solista, el 21 actuará el cuarteto de Pepe Angelillo, Pablo Ledesma, Martín de Lassaletta y Javier Puyol y el 28 estará el quinteto del trompetista Mariano Loiácono. Y también aquí hay una playlist:

DF

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