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insólito destino Análisis

Las ondas del verano: la rubia, la morocha y el afortunado

El afiche de "La playa del amor", la película argentina de 1979.

Lorena Alvarez

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Difícil semana para ser lineal y prejuicioso en esta ficción llamada Argentina.

Una revuelta playera iniciada por una rubia bronceada defendiendo a un churrero de inspectores municipales, una funcionaria nacional de altísimo rango gastando su sueldo en el exterior y un obrero de la construcción, votante del kirchnerismo, alzándose con el premio en un sorteo organizado por un diputado liberal outsider, fueron algunas de las escenas de la vida cotidiana que bien podrían dar respuesta al firme avance del espíritu antipolítica. 

Dejando en claro, además, que no es solo mérito de su encanto sino más bien por los crasos errores que viene cometiendo la política frente a los detalles.

Ningún gesto pasa desapercibido en tiempos de crisis. 

Todos estamos inflamables.

La playa del amor

No fue un profesional de la política quien protagonizó el gesto político más loable de esta semana sino una mujer rubia, bronceada y vestida con un buzo extra large en un exclusivo balneario de la costa atlántica bonaerense, Pinamar.

Es que ante un par de inspectores municipales, secundados por policías, intentando incautar la canasta de churros de un joven vendedor playero ardió insólitamente todo.

Una aguerrida mujer se interpuso ante las autoridades tomando con pasión la canasta y empezando a los gritos en defensa del trabajador. 

Su contundente posición “no se metan con quien se gana honestamente la vida” contagió al resto de veraneantes que rápidamente se sumaron contra los fiscalizadores mientras musicalizaron la escena con un cántico improvisado de cancha “dejen laburar, dejen laburar”.  

El hit prendió rápido mientras la escena era filmada por otro turista que relataba lo que estaba sucediendo con tono de corresponsal de guerra. 

En medio de los tirones entre los defensores del churrero y los municipales, a otro turista se le ocurrió comprar todo el contenido de la canasta para que “no pudieran llevarse nada”.

Pero el film amateur terminó con alguien arrebatando veloz la canasta y mientras huía junto al churrero.

Cierre con aplausos cerrados de toda la playa.

Ni el final de “Un lugar en el mundo” de Adolfo Aristarain nos emocionó tanto como este the end con justicia social.

Desde el piquete y la cacerola no se percibía tamaña mancomunión de clase.

Por supuesto para algarabía de los antipolitica, el broche final lo dio el intendente de Juntos por el Cambio, Martín Yeza, que no tuvo mejor idea que, viralizado el escándalo, justificar el accionar de sus fiscalizadores frente a esta modalidad mercantil.

“La venta ambulante está permitida, pero tiene un sistema que busca el equilibrio entre que exista oferta y que a la misma vez la playa no sea un griterío de ofertas ‘Helado, helado!’. Buscamos que la gente venga a descansar”.

Como hacía mucho no ocurría, al igual que en la playa, la grieta se cerró para defender al precario trabajador autónomo tanto en las redes como en cualquier lugar que se tocara el tema.

“Meterse con quien que se gana la vida, ¡¿cómo puede es un atropello!?'', fue la respuesta generalizada.

Sin olvidarnos de la cantidad de zigzag argumentativos que también derivaron en conclusiones del tipo “que dos ñoquis municipales, que seguro entraron por algún tío, se metan con un laburante es inaceptable”.

En la viña del señor hay todo tipo de conclusiones.

Es que muchos caminos terminan siempre en la bronca contra el Estado en cualquiera de sus presentaciones, en este caso, municipal.

La semana pasada en esta misma columna recordaba que en 2002, entre los tácitos contratos sociales, la reconstrucción pasaba también por caídos “trampeando un poquito al Estado y el estado mirando para otro lado un rato hasta mejores tiempos”.

En Pinamar al parecer el intendente no se percató de esto y no sólo esgrimió el asunto de la calidad auditiva sino que continuó con más excusas que no hicieron otra cosa que apantallar el fuego.

Es que el Estado ausente también se percibe cuando no se contempla, que muchas veces, se regenera el tejido social desgarrado aliviando de trabas a quien se empeña en ganarse el mango a puro trabajo.

 Y así fue como una tarde en la pudiente Pinamar unánimemente se parafraseo a Perón: “para los habitué de esta playa existen solo una clase de hombre: los que trabajan”.

Realismo mágico argentino.

La princesa que quería vivir 

Para el gobierno explicar hace un par de meses, que se cortaban las cuotas en las tarjetas de crédito para comprar pasajes para viajar al exterior, fue toda una hazaña.

Propios y ajenos sintieron como una daga se hundía en uno de los mayores placeres adquiridos desde la innombrable década de los 90: vacacionar fuera del territorio nacional.

De la olvidada Punta Canas a la Meca de las últimas cuatro décadas, Miami, los paraísos a los que accedimos vía cuotas, cerraron este año sus puertas. 

Cash o nada. 

Obvio, que fue una gran nada para una amplia mayoría que sin plazos largos no llega ni a Ezeiza.

Sin dólares para sostener estos gustos costosos, después del berrinche inicial, hubo una generalizada aceptación de la medida.

Sea porque “el que la tiene, puede” o porque tampoco había tanto cupo en los plásticos para afrontar viajes con un dólar tan alto.

En este delicado contexto, donde hubo que asumir que necesitamos derramar puertas adentro, la imagen de la Directora del PAMI, Luana Volnovich en un lujoso hotel mexicano fue un cachetazo a la aspiración general de buena parte de la clase media.

Sin ningún impedimento legal que le permitiese gastar su sueldo donde le plazca, la mayor traba, quizás, estaba teñida de tinte ético.

Una fuerte campaña turística para visitar el país y gastar los pesos guardados aquí, ahora y dentro, chocaron con su imagen de turista distendida en un resort caribeño, más aun siendo una de las principales figuras del ala más inflexible del Frente para Todos.

 Añadiendo así fuego con su viaje a la teoría liberal en boga de : “son una élite, la casta”.

En 1953 se estrenaba “Roman holiday” la historia de una bella princesa que agobiada por las responsabilidades de su vida y su cargo, viajaba a Roma donde, como una ilustre desconocida, podía vivir las aventuras de una simple joven de su edad.

La princesa que quería vivir fue el título elegido para bautizar en habla hispana la película protagonizada por Audrey Hepburn.

Luana quizás debió sentir que no había lugar para su descanso en ningún recóndito lugar de la Argentina. 

Teniendo que huir del terruño como la princesa Anna.

Con un detalle, quizás, el horno moral no está para bollos.

Y no todos los votantes del Frente están dispuestos a defender cualquier cosa.

El humor social desde hace un tiempo atraviesa las urnas.

Es que, como en los mejores films, pasan los años y la aristocracia no cambia.

Nosotros, sí.

 Loto, Quni y el sueldo de un diputado 

Un millón de personas se anotaron para el sorteo que proponía el recientemente elegido diputado nacional, Javier Milei: llevarse su sueldo.

Los participantes fueron una asombrosa cantidad aunque si calculamos las muchas deudas acumuladas por buena parte de una sociedad que está volviendo a cierta normalidad después del cachetazo que fue una inesperada pandemia, no debería asombrarnos tanto.

Pero si los liberales creyeron que esa astronómica cifra era la imagen en espejo de las simpatías politicas que les prodigaban, se sorprendieron tanto como los kirchneristas más duros, que socarrones auguraron un mero “robo de datos para marketing”, olvidándose que a la gente a esta altura de la soirée - teniendo todas las redes “habidas y por haber”- ni se inmuta por ese detalle teniendo enfrente la posibilidad de obtener 205.000 pesos.

Un país que se pasó horas al lado del teléfono esperando para decirle ¡hola! a Susana Gimenez puede hacer cualquier cosa.

Federico Hugo Nacarado, un porteño de 40 años, trabajador en el rubro de la construcción, resultó ser el ganador del primer sueldo que el diputado piensa sortear mes a mes, ya que se jacta de tener otros ingresos y no necesitar de esta remuneración para vivir.

Sin presenciar el sorteo, realizado en la populosa y eterna perla del Atlantico, Mar del Plata- lugar meditadamente elegido y que es un extraordinario guiño para la memoria colectiva- el flamante afortunado dió entrevistas mostrándose feliz de pagar sus obligaciones atrasadas y dejando en claro que “ama a Cristina” y vota kirchnerismo pero que el dinero lo necesita y no tiene vergüenza en seguir participando de próximos sorteos.

A falta de Gerardo Sofovich cortando manzanas o Susana Gimenez atendiendo su teléfono en televisión agregamos el sorteo de Javier Milei a nuestra larga lista de timbas milagrosas.

Loto, Quini o el sueldo de un diputado, no importa.

Una vez más nos encomendamos al azar.

Es que siempre se cree en los milagros a la hora del entierro.

LA

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