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OPINION

Más reservas y menos brecha cambiaria: ¿se está arreglando la macro?

Luis Caputo, ministro de Economía, junto a Kristalina Georgieva, titular del FMI.

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Pasados los primeros 100 días de gestión, el gobierno se muestra más que satisfecho con el rumbo económico. Desde que asumió Milei se anotó el primer bimestre con superávit fiscal desde 2011, se acumulan reservas internacionales tras haber caído fuertemente en 2023 y se recortó siete veces la brecha cambiaria. Estos indicadores contrastan con las caídas de la actividad económica y los ingresos, que son presentadas por el gobierno como males necesarios para arreglar “la macro” en pos de un futuro mejor. Pero ¿realmente se está arreglando la macro?

El capítulo de las reservas internacionales es el más favorable para el gobierno. Desde el inicio de la nueva gestión se acumularon más de US$7.057 millones, revirtiendo la marcada tendencia a la baja que se observó en 2023 (-US$23.591 millones al 10 de diciembre). Sin embargo, todavía las reservas internacionales netas continúan en terreno negativo. Esto significa que resultan insuficientes para afrontar una corrida cambiaria, sobre todo si se tiene en consideración que los depósitos del sector privado, medidos al dólar paralelo, tienen mayor potencia para correr al dólar que antes de que asuma Milei. Además, la acumulación actual se explica principalmente por el esquema de acceso a dólares para importaciones (entre 30 y 180 días según el producto). De hecho, en estos meses la deuda comercial se incrementó en montos equivalentes a las reservas internacionales. Esto significa futura demanda de divisas para cancelar estas deudas y coloca un manto de duda sobre la capacidad de normalizar las importaciones.

El otro punto destacado es la reducción de la brecha cambiaria, de 182% antes de que asuma Milei a 26% en la actualidad. La misma se sustenta en que el 20% de los dólares de exportación se venden en el mercado paralelo gracias al esquema dólar “blend” que habilita esta operatoria. Sin embargo, durante los últimos meses del gobierno de Massa, bajo un esquema similar, las cotizaciones del paralelo se disparaban por la alta demanda. Esto da cuenta de que la reducción de la brecha cambiaria enfrenta el riesgo de una nueva corrida cambiaria provocada por un cambio de expectativas o un deterioro de las condiciones financieras internacionales. El abaratamiento del dólar como resultado de la estabilidad cambiaria en un contexto de alta inflación puede acelerar ese proceso.  

Sin una solución de fondo a estos problemas, el pregonado superávit fiscal será insuficiente para estabilizar la economía, ya que se mantiene la posibilidad de nuevas devaluaciones que echen más nafta a la inflación. Más aún, difícilmente pueda darse una recuperación económica si frente a una pérdida sistemática de la recaudación por causa de la recesión, se ve tentado a continuar ajustando fuertemente el gasto público para alcanzar el equilibrio fiscal. Esto es sobre todo relevante en la medida en que en los primeros 100 días, el grueso de la motosierra y licuadora pasó por la interrupción abrupta de la obra pública, el recorte a las transferencias corrientes a provincias, la mayor reducción de subsidios y, sobre todo, la pulverización de las jubilaciones. Salvo por los subsidios, cuya quita tiene efectos inflacionarios, existe poco margen para seguir recortando.

De todos modos, la recesión es compatible con el camino que eligió el gobierno para bajar la inflación. La estrategia antiinflacionaria del gobierno se basa en la estabilidad cambiaria y en el derrumbe de la demanda, en detrimento de un plan integral de estabilización que aborde la problemática desde distintos ángulos, incluyendo algún tipo de acuerdo de precios y salarios para romper la inercia inflacionaria. 

El éxito del plan se apoya en bases frágiles y descansa en tres aspectos que no puede controlar:  en las expectativas del mercado para que no se genere una corrida cambiaria inmanejable, en el acceso a financiamiento externo para engrosar las reservas internacionales y en la paciencia de la sociedad frente al ajuste.  

El autor es economista, doctor en Desarrollo Económico e integrante del Observatorio de Coyuntura Económica y Políticas Públicas (OCEPP).

PW/MT

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