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Opinión - Panorama de las Américas

Un, (dos), tres Chiles

Alfredo Grieco y Bavio Panorama de las Américas rojo

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Con abundantes palabras en lengua de pueblo preexistente abrió el lunes la Constituyente chilena su última sesión y presentó la nueva Constitución que había debatido y redactado durante 365 días . No tenemos por qué dudar del íntimo homenaje de Gabriel Boric, reverente ante lo desconocido. Pasado al castellano, el Presidente pronunció su breve discurso, solemne pero con conceptos y palabras conocidas y reconocibles. Ya las había ensayado antes con buen éxito en la Cumbre de las Américas ante un auditorio internacional también muy interesado en escucharlo. En Chile, los problemas de la democracia se solucionan con más democracia, había dicho en Los Ángeles. Chile es un modelo en el mundo, porque ante el estallido social y la crisis política, eligió la institucionalidad y refundar el Estado por el trámite de una refundación constitucional inclusiva, glosó en Santiago.

Ni exageró Boric, ni es la primera vez que Chile se entrega sin retaceos a los riesgos de someter a prueba experimental la viabilidad de un modelo revolucionario. Cincuenta exactos años atrás, Salvador Allende defendió en 1972 la vía chilena al socialismo ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Desde el Palacio de Vidrio neoyorquino, la alocución resonó con ensoñación en países de los cinco continentes y la abrumadora mayoría de sus representantes presentes premió con una ovación al presidente masón y socialista líder de la Unidad Popular.

No sólo el Sud global aplaudía, no sólo la órbita soviética consentía. Para la generación que en EEUU hizo que en 1976 llegara a la Casa Blanca el demócrata Jimmy Carter, el primer presidente norteamericano gracias a quien hubo menos, y no más, muertos en América Latina. Para el eurocomunismo, para el socialismo escandinavo, para el laborismo británico, que un frente de izquierda que incluía al PC hubiera llegado al poder gracias al favor del sufragio popular en elecciones libres y competitivas resultaba a la vez un incentivo para la militancia y un instrumento de propaganda para quitarle temores a una franja del electorado y entusiasmar a otra con la prueba de que hay vida más allá del socialismo rosa pálido.

La vía chilena hacia el socialismo de empanada de pino y vino borgoña

Las elecciones que en 1970 dieron al candidato de la Unidad Popular su estrecha mayoría se celebraron el viernes 4 de septiembre. El 4 de septiembre de 2022, Chile votará por el Apruebo o el Rechazo de la Constitución que proyectó la Convención Convencional –la fecha escogida para este referéndum obligatorio no escapa al simbolismo.

En 1970, estaba vigente la Constitución de 1925, que preveía dirimir por una votación en el Congreso cuál sería el nombre del próximo presidente de la República si ningún candidato había ganado una mayoría absoluta. Entre la UP y el derechista Partido Nacional desempató la Democracia Cristiana (DC), que había salido como tercera fuerza. El partido de Eduardo Frei Montalva aportó los votos que faltaban, y en noviembre Allende asumió la presidencia que había ganado después de tres candidaturas consecutivas anteriores infructuosas, y entró en La Moneda como sucesor de Frei.

El miércoles de esta semana, la Junta Nacional de la DC acordó, con un 63% de los votos de la mesa, definirse por el Apruebo para el plebiscito de salida. Yasna Provoste, vicepresidenta partidaria y ex candidata presidencial derrotada en primera vuelta en 2021, tuiteó su alegría por la decisión a favor del Apruebo: “Camarada Eduardo Frei Montalva, su partido está presente y sigue su ejemplo”. En 1980, durante la dictadura de Augusto Pinochet, el ex presidente democristiano había hecho campaña para convocar una Asamblea Constituyente.

 

El metaverso chileno de escape al neo-liberalismo

Este 4 de septiembre, Chile votará si quiere abandonar la Constitución de 1980 que reemplazó a la de 1925. De corte neoliberal en lo económico, su texto fue compuso un equipo de juristas al gusto del general Pinochet. Sigue vigente todavía hoy, desde que fuera aprobada en 1981 por un plebiscito que convocó el gobierno militar y que ni siquiera garantizó igualdad de condiciones para las campañas del SÍ y el NO.

Es paradójico que de un país tan conservador como se sigue percibiendo a Chile haya brotado la que ya durante su gestación fuera calificada como la Constitución más progresista del mundo. El primer artículo de la nueva Ley Fundamental declara que Chile es un 'Estado social y democrático', 'plurinacional, intercultural y ecológico'. El proyecto, redactado por una Asamblea Constituyente con representación paritaria y escaños reservados para los once pueblos indígenas, prevé la paridad de género en todas las instituciones del Estado y consolida los derechos de los once pueblos indígenas (‘preexistentes’, es el nuevo término constitucional), así como la protección del medio ambiente. Además, la nueva Constitución pretende reforzar la posición del Congreso, con la supresión del Senado y su sustitución por una 'Cámara de las Regiones'. También queda abolido el Poder Judicial; prevé un Sistema de Justicia, con autonomía territorial y jurisdiccional para tribunales de pueblos preexistentes. Las 178 páginas, 388 artículos permanentes, y 57 disposiciones transitorias del Proyecto serán aceptadas o repudiadas el 4 de septiembre. La nueva izquierda nacida del estallido social de 2019 y la vieja izquierda de los partidos de la ex Concertación que desde 1989 gobernó Chile por más años que Pinochet. Pero no todas sus figuras. El democristiano Eduardo Frei Ruiz-Tagle, presidente 1994-2000, votará por el Rechazo, a diferencia de lo que según tuiteó Yasna Provoste habría hecho su padre. Su sucesor, el socialdemócrata Ricardo Lagos, tampoco votará por el Apruebo.

En su alocución ante la ONU, Allende enumeró entre los méritos del currículum histórico de Chile el que esta República austral haya cambiado de Constitución una sola vez a lo largo de dos siglos y que sea un país donde no existe el racismo. Hoy sería discutida la realidad de la práctica de esta segunda virtud. El sur del país vive la violencia de la reivindicación mapuche y de su represión. En la semana, el Congreso Nacional chileno tendrá que definir si da luz verde -por tercera vez- a una prórroga por 15 días más del Estado de Excepción Constitucional en la Macrozona Sur pedido por el presidente Boric. La nueva Constitución no incluye el Estado de Excepción. En el norte del país, la inmigración de Haití, Venezuela, Centroamérica, Brasil, colma las plazas y las calles, y el paisaje social de homogeneidad étnica de tiempos de Allende ha cambiado para siempre. Entre 2020 y 2021, los homicidios aumentaron en un 25%; entre enero y mayo de 2022 ya crecieron un 26,7% más. En Chile hay 150 mil guardias privados, más que toda la tropa de carabineros y del Ejército sumadas. La seguridad está privatizada.

El plebiscito sobre la Constitución puede volverse el 4 de septiembre un plebiscito de Apruebo o Rechazo a Boric. El mismo presidente es el primero en advertirlo, y en pedir a la ciudadanía que vote pensando en el futuro, si puede por un momento apartar la mirada del presente. Pero no sólo de una jornada de victoria electoral del Apruebo, que sobrados motivos permiten estimar probable a pesar de que las encuestas consistentemente dan como perdedora a esta opción afirmativa, dependería que este segundo experimento radical de transformación nacional desde un gobierno de izquierda no se vea frustrada. Un mundo espectador ha observado con atención a este país de loca geografía longitudinal encerrado entre las altas cumbres de los Andes y las grandes y frías profundidades del Pacífico austral, y aprendido lecciones, o sacado consecuencias –desde luego, las que buscaba de antemano. En el laboratorio chileno, hasta ahora, el gran experimento histórico que ha sido considerado, en sus propios términos, como un gran éxito, es el del neoliberalismo. Mucho antes que Margaret Thatcher en Gran Bretaña, mucho antes que Ronald Reagan en EEUU, el Chile pinochetista consumó las bodas de libertad económica y autoritarismo político neoconservador. La tercera es la vencida: nada nos impide confiar que en el nuevo experimento radical chileno el fracaso catastrófico de Allende y la larga degradación de Pinochet se verán transfigurados por la alternativa de un progreso finalmente encaminado y viable. Nada nos impide confiar, si confiamos.

AGB

 

 

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