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Juntos x el Canje (de Biden)

Imagen del 11 de julio de 2023 de la mesa central de la cumbre de la OTAN, 31 Estados reunidos y alineados militarmente en Vilna contra Rusia y a favor de Ucrania. La capital de la antigua república socialista de Lituania se armó hasta los dientes como medida de seguridad preventiva. Desde el otro confín de Europa, desde Londres y desde Madrid, y desde países vecinos como Polonia o Estonia, llegaron las armas más modernas de la Alianza Atlántica y las tropas y formaciones especiales más aguerridas y mejor preparadas para preservar la paz en un encuentro cuyo líder por todos reconocido era el presidente de EEUU, el demócrata Joe Biden.

Alfredo Grieco y Bavio

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En Miseria se trabaja 24/24, pero los turnos no son 12/12. Varían. La producción narrativa ha sido asignada a dos voces. Las dos trabajadoras son Miseria y su cuñada y sin embargo amiga Cometierra. Tomar al pie de la letra el contrapunto entre los nombres de las alternadoras, capultarlo de la esfera local al eje global, es un ejercicio ocioso y sin embargo productivo para detectar otros polos cruzados pero íntimos. Proyectados urbi et orbi Miseria y Cometierra como en bendición romana del primer papa argentino, uno y otro título escogidos por Dolores Reyes para sus novelas de 2023 y 2019 podrían bautizar cada uno de los dos extremos de la acción política del presidente n°46 de EEUU.

Entre uno y otro de esos dos remates, el católico Joe Biden ha definido de 2019 a 2023 un eje, turno a turno más sebáceo, que orienta política y diplomacia del Ejecutivo norteamericano. La administración demócrata luce lejana de su estreno 2021, día a día contrariada por un futuro que amarga aunque nunca alarma, que llega muy rápido aunque jamás antes de hora. Desde un polo hasta el otro resuena / De la fama el sonoro clarín, versifica la letra del Himno Nacional Argentino en dos versos de los que no se cantan en los actos públicos.

De Miseria a Cometierra, progresos y regresos

En la lengua neoclásica del latinizante Vicente López y Planes, autor del Himno, Polo significa Cielo. Desde uno al otro malfamado polo de la cumbre histórica de la OTAN, bajo la referida luz alusiva de una y otra bienfamada novela argentina, han girado los 500 días de guerra en Ucrania, ya pasados, y todo invita a creer que girarán los 500 días que empiezan a correr y que separan al demócrata de 80 años, actual inquilino de la Casa Blanca que busca su reelección, de las presindenciales del primer martes de noviembre de 2024 en que podrá obtenerla. Siempre y cuando derrote al contrincante republicano, que todo invita a pensar que será el mismo al que derrotó en 2020, pero que ahora puede acaso derrotar.

Nada encandila, pero tampoco deslumbra a una presidencia inepta para iluminar, e impotente para deslumbrar. Con inescrutable franqueza a priori, con inocultable aceptación a posteriori, el octogenario Joe Biden se desviste de los ropajes del fiscal humanitario y rival electoral del republicano Donald Trump, del defensor de la ciencia y la vacuna, del paladín de la tolerancia cero de la injusticia ante una sola agonía padecida en EEUU por pobreza o males curables. El martes en Lituania, en la cumbre de la OTAN, el comandante en jefe del Pentágono, calzaba la armadura del enemigo político del criminal de guerra ruso Vladimir Putin, del adalid de la expansión territorial de la OTAN, de la marcha militar hacia Oriente, del casuista de mal menor y del armar sin demoras a Ucrania con bombas de racimo, agonice quien agonice.

La cumbre y el llano

La capital de la ex república soviética de Lituania se convirtió en una fortaleza. Sobre el mar Báltico, la ciudad de Vilna fue anfitriona de la cumbre de la Alianza Atlántica que a partir del martes 11 de junio dio el visto bueno al ingreso de Suecia como integrante número 32 del pacto militar de Occidente. La misma cumbre le dijo a la también ex soviética república de Ucrania que la quiere mucho, pero que no la quiere ya.

El presidente Gitanas Nauséda, ex comunista, ganador de las elecciones lituanas de 2019 como candidato independiente, defendió la responsabilidad de extremar la defensa “de nuestro cielo mientras esperamos la llegada de Joe Biden y de otros 40 líderes mundiales”. Además de los 31 estados miembros de la OTAN, serán presencias conspicuas Japón, Australia, Nueva Zelandia y Corea del Sur. Desde luego, también Ucrania, y su presidente Volodimir Zelenski.

Para suplir el arsenal del estado báltico, de menos de 3 millones de habitantes, los aliados ya han instalado en suelo lituano refuerzos militares dignos de la Cumbre. Alemania envió 12 sistemas de defensa aérea Patriot, colocó 8 cañones apuntando a Bielorrusia en el aeropuerto internacional de Vilna. España, Francia, Finlandia, Dinamarca, Gran Bretaña, aportaron otros sistemas antiaéreos, pero también jets de combate. Otros países trasladaron sistemas de defensa ante eventuales ataques con drones, con armas químicas o bacteriológicas, con bombas nucleares.

Además de las armas, las tropas. Mil soldados en Vilna, en el territorio, además de fuerzas especiales polacas y alemanas, que sobrevuelan en helicóptero. Con tropas lituanas, letonas y polacas se triplicó la guardia fronteriza que custodia el límite con la Rusia de Vladimir Putin.  

Señal de unidad, de solidaridad, de lograda logística, la acumulación de armas y de (sobre todo) varones en armas en Lituania, un país con una superficie menor en 10 mil km2 a la de la provincia argentina de San Luis. En esta reunión, se verá a la UE en una consonancia con EEUU impensable apenas dos años y medio atrás, con la Casa Blanca de Trump. Bajo la doctrina Biden, 'Putin es un criminal de guerra' y el presidente chino “Xi Jinping es un (típico) dictador', ese arsenal trasladado de un confín de Europa (España, Gran Bretaña) al otro (el mar Báltico) es a su vez reclamo de más armas. Los tres países bálticos de Lituania, Letonia y Estonia, tres ex repúblicas soviéticas, deberían contar con más recursos propios de Defensa nacional, es la inacallable moraleja. Rusia está del otro lado de una frontera que es sólo una línea de tinta dibujada en el mapa de la post-perestroika.

De todos modos, Biden sabe que luce como presidente de guerra mejor que como caudillo de paz. En EEUU lo espera Trump, cuya popularidad crece con cada nuevo proceso que la Justicia estadual o federal abre en su contra. En 2024, si el presidente n°45 es, como nada hace vacilar de que no vuelva a ser, el candidato republicano que desafíe a Biden, no podrá hacer campaña por el tiempo que deberá pasar respondiendo a jueces y fiscales en nuevos juicios cuya apertura se acerca. O, en realidad, hará campaña: en los Tribunales. Sin moverse de Nueva York o Washington, y con cobertura 24/24 de todos los medios. Un porvenir que no encuentra esquivo.

AGB

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