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10 momentos de “Primer tiempo”, el libro de Mauricio Macri

Primer tiempo, de Mauricio Macri

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1. “La expresidenta no está bien. No sé si alguna vez lo estuvo. Ya durante sus mandatos notaba un padecimiento interno muy grande.”

2. “Alguna gente que estuvo cerca mío en este proceso cree ahora que fuimos demasiado rápido en la velocidad de nuestras reformas, para el apoyo que teníamos. Y que eso fue un error. Que no debimos haber tenido tantas ambiciones reformistas si no teníamos el apoyo político necesario.”

3.“En Bolivia, la crisis posterior a un posible fraude en las elecciones presidenciales produjo la caída de Evo Morales, que derivó en una nueva polémica con Alberto Fernández.”

4.“Estuve dispuesto a considerar seriamente el Plan V si se demostraba que el cambio incrementaba nuestras chances de continuar. En abril, dos noticias parecían alentar la alternativa de una candidatura presidencial para María Eugenia. Por un lado, había presiones desde el mundo financiero reclamando un cambio de timón, o más bien de timonel. Por el otro, Alejandro Catterberg, uno de los más respetados encuestadores del país, le había hecho saber a Marcos que las chances de mi reelección, de acuerdo a lo que observaba en sus estudios, se estaban extinguiendo.”

5.“Después de un verano tranquilo, con viajes a Vietnam, India y Brasilia, donde conocí a Jair Bolsonaro —me pareció un tipo distinto a todos los presidentes que había conocido, con ideas claras sobre su relación con la Argentina.”

6.“Esta historia termina acá porque, desde el punto de vista económico, mi gobierno terminó la noche de las PASO. Lo que vino después fue la administración de una economía kirchnerista, que Hernán Lacunza encaró con determinación, valentía y muy buenos resultados, dado el desafío.” 

7.“El martes 10 me levanté temprano. Caminé bastante mientras los pensamientos iban y venían. Estaba tranquilo y en paz. Dejaba pasar el tiempo sabiendo que se trataba de un día importante para la historia institucional de nuestro país. Había pasado casi un siglo desde que un presidente no peronista terminaba su mandato en tiempo y forma. Hay muchos motivos y es trabajo de historiadores e intelectuales dilucidar las razones. Pero una vez que pasaron un par de horas alguna explicación pareció entreverse cuando llegué al Congreso.

Al ingresar, el ambiente estaba cargado con una energía diferente. No era un clima de ilusión. No se sentía que predominara la alegría. El ambiente que se respiraba era de revancha. No estaba y mostrarle al 41% de los argentinos, a los que habían confiado en nuestra propuesta, un mensaje del tipo de «¡VOLVIMOS. AHORA BÁNQUENSELA!». Ese sentimiento (o mejor dicho, ese resentimiento) se manifestó aún más claramente cuando comenzaron a cantar la marcha peronista. No había alegría. Incluso parecían cantarla con la intención bien marcada de prolongarla hasta el infinito. Una actitud provocadora y desafiante que buscaba algún tipo de reacción de mi parte o de la gente que me acompañaba.

Como siempre, yo estaba despojado de cualquier emoción de bronca, resentimiento u odio. No la tuve nunca. No sirve, enferma. Al contrario, estaba muy contento por haber contribuido a darle al país la continuidad democrática que nos había faltado durante tanto tiempo. Soy un optimista inclaudicable“.

8.“Un día, el gerente general me propuso una solución drástica: despedir al 40% del personal. Rechacé su propuesta. No podíamos hacer eso con nuestros trabajadores y planteé una alternativa viable, la reducción a la mitad del tiempo de trabajo entre dos grupos del personal, como una manera de preservar los puestos de la gente. En ese contexto, le pedí una reunión a Raúl Torres, que era responsable de la Unión Obrera Metalúrgica en la planta. Lo recibí y le dije sin anestesia que, o teníamos que echar al 40% de los obreros, o tendríamos que trabajar en dos turnos, mitad cada uno, y todos cobrando el 70% de sus salarios. Torres me escuchó sin que se le moviera un músculo y me informó que una propuesta de este tipo escapaba a su margen de decisión y tenía que consultar al mismísimo Lorenzo Miguel, el mítico jefe de la UOM. Y allí fui, citado por el todo poderoso sindicalista, a una reunión en la sede del gremio. Junto a Lorenzo estaba Torres y con ellos, Hugo Curto y Francisco 'el Barba' Gutiérrez. El ambiente se cortaba con un cuchillo por la tensión que había. Repetí mi idea y, en determinado momento, Lorenzo Miguel me dice: 'Muchacho, ¿podés esperar afuera un ratito?'. Yo tenía 34 años. 

Salí de la reunión y desde la sala contigua podía escuchar los gritos destemplados entre unos y otros, las voces superpuestas, los ruidos, sin entender qué decían, salvo que la discusión era fuerte. Media hora más tarde se abre la puerta y Miguel me invita a pasar. 'Escúcheme, muchacho —me dice Lorenzo—, ¿usted cree de verdad que esto va a arrancar de vuelta en unos meses?'. 'Es lo que tiene que pasar, Lorenzo, estoy seguro', respondí. 'Bue no, voy a apoyarlo en esto que usted propone. Pero que le quede claro que lo hago porque su padre es un hombre que siempre ha apostado al trabajo. Espero que usted haga lo mismo'. Y le dije que sí, que yo creo en el trabajo y que le agradecía que me diera la oportunidad de demostrárselo. Esa fue la primera flexibilización laboral que se logró en la Argentina. Y la UOM toleró las suspensiones.“

9.“En agosto de 2003 el destino quiso que Mirtha Legrand me invitara a la mesa de su programa de televisión junto con Teté Coustarot, Mario Mactas y el recordado Pepe Eliaschev. Yo tenía apenas 43 años y empezaba a involucrarme en la política. En ese momento participaba de mi primera campaña como candidato a jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Me habían anunciado que Mirtha le haría un breve reportaje al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, quien estaba de visita en nuestro país. 

Con gran habilidad y de manera inesperada, Chávez se hizo invitar a la mesa. Se acomodó una silla adicional a la derecha de la conductora y me encontré frente a frente con el comandante de la Revolución Bolivariana. Chávez iba por su cuarto año al frente de Venezuela y venía de haber impulsado una polémica reforma de la Constitución de su país. Prácticamente monopolizó la palabra a lo largo de todo el programa. Los argentinos vivíamos los primeros meses de la presidencia de Néstor Kirchner y por entonces nadie imaginaba la extraña asociación que uniría al chavismo con el kirchnerismo. 

Hubo un momento en el que pude hablar y le mencioné mi hartazgo por la obsesión por el pasado que teníamos los argentinos. Chávez comenzó entonces a despotricar contra los Estados Unidos, el neoliberalismo y a hablar de sus convicciones religiosas. En otro momento pude expresar mis críticas sobre lo que sabía que ya estaba sucediendo en Venezuela en materia de libertades. Chávez pareció inquietarse y me dijo que no pensaba debatir conmigo. Que yo era tan sólo un candidato a jefe de Gobierno y él un jefe de Estado. 

Nunca volvimos a discutir personalmente.“ 

10.“2023 no es 2015. Parece un juego de números pero no lo es. El gobierno que me sucedió, con su combinación inédita de improvisación e ineficacia, generó las condiciones para un gigantesco avance de la pobreza y la exclusión. Y la pandemia no es un atenuante. Al contrario, su pésimo manejo hizo aún peores todos los indicadores sociales. Estamos siendo testigos del fracaso definitivo del populismo.

Uno a uno los logros que tuvimos se destruyeron: la energía, las telecomunicaciones, la Justicia independiente, la educación, la modernización y la transparencia. Los argentinos pudimos ver que algunas cosas que hicimos funcionaron hasta que el gobierno kirchnerista comenzó a desmantelar esos logros, que no son míos sino que nos pertenecen a todos los argentinos.

Lo mismo pasa con el federalismo que supimos construir, con desarrollo local en todo el país. Tenemos que seguir avanzando en esa dirección, mostrarle a una provincia como Chubut, por ejemplo, que puede dejar de vivir del empleo público y alcanzar su enorme potencial en minería, energía, pesca, agroindustria y turismo. Sé que muchas provincias extrañan la actitud federal de nuestro gobierno y esperamos volver a darles otra oportunidad.

El final del populismo es también el final de cualquier tipo de autoridad moral para continuar recomendando las recetas de consumir los stocks y luego no poder reponerlos, de intromisión en la vida cotidiana de los ciudadanos, de repartir lo que no se tiene, de cercenar libertades básicas. El fracaso populista generará una valoración aún mayor de nuestras ideas.

Nosotros somos los que queremos modernizar la Argentina. Y aunque somos muchos, tenemos que ser aún más. Al principio del libro contaba que me considero un optimista a toda prueba. Por eso creo que la salida no es irse sino seguir peleando por los argentinos que compartimos la cultura del trabajo, del cumplimiento de la palabra, por los que están a favor de la innovación y del emprendimiento; todos vamos a ser más necesarios que nunca. Los que queremos reconstruir el país al que llegaron tantos inmigrantes y donde el futuro estaba en las manos de cada uno y fueron capaces de lograrlo.“

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