Multilateralismo criollo

“Amigo de todos, satélite de nadie”: el sinuoso mandamiento de Fernández

Funciona como el mandamiento, sinuoso y difícil, que guía la política exterior argentina. Lo repitieron, calcado, dos voces de la comitiva oficial y apareció para un hashtag político para explicar el mensaje y el tono de Alberto Fernández en su charla pública con Vladimir Putin, en la que se ofreció como lazarillo para el desembarco de Rusia en América Latina y planteo su deseo de que Argentina limite la dependencia que tiene con el FMI y con EEUU.

“No creemos que Estados Unidos se tome tan a pecho cada declaración”, apuntó a elDIarioAR un integrante de la comitiva que escolta a Fernández por Rusia y está, desde la noche del jueves, en China. Se admite que la gira por dos países en tensión con EEUU es un tema sensible pero, a la vez, que formó parte de las conversaciones bilaterales con la administración de Joe Biden. “Estaba todo hablado: EEUU no espera que no hablemos con otros países del mundo”, agregó la fuente oficial.

En ese menú argumental aparece, por ejemplo, el listado de países que firmaron la ruta de la Seda con relaciones carnales con EEUU, como es el caso de Chile de Sebastián Piñera. El interrogante, más allá de la indignación criolla, es cuál fue el propósito de la postura explícita de Fernández ante Putin.

La respuesta arranca, en círculos oficiales, antes del encuentro con el presidente ruso y tiene como base la cuestión del FMI. “Esta gira, sin el acuerdo con el Fondo, no tenía sentido: iba a ser un tema protocolar, Alberto pidiendo que lo ayuden con el fondo, y Putin y Xi Jinping esperando que Argentina resuelva ese problema antes de avanzar con cualquier medida o acuerdo”, apuntó en la previa un funcionario.

Efecto FMI

Sergio Chodos, mano derecha de Martín Guzmán en la negociación con el FMI, planteó el miércoles en C5N que tanto China como Rusia consideraban importante el acuerdo. Desde la cima del Gobierno agregan, en la cadena de elementos, la visita del canciller Santiago Cafiero a Washington para reunirse con el secretario de Estado Antony Blinken a mitad de enero. Sobre esos insumos, y bajo el concepto de que lo que hace o deja de hacer Argentina es menos relevante para las potencias de lo que suponen los propios argentinos, es que en el Gobierno minimizan el eventual efecto tóxico de la invitación de Fernández a Putin para ser la puerta de entrada para Rusia en América Latina.

El presidente argentino invocó, de hecho, su condición de titular de la CELAC y habló -dijo- desde ese lugar, un oficio que incluyó en su agenda con la escala que hará a la vuelta de China por Barbados, y que apunta -dicen en Cancillería- a que Argentina tenga un protagonismo más importante en la región. Hay, además, un poco de geopolítica americana: en el Caribe se aglutinan gran parte de los votos de la CELAC.

“Dijo lo que siempre dice: hablar con todos. Es la política del multilateralismo que Argentina aplicó casi siempre”, apuntó una fuente oficial. Otra voz remitió a un criterio regional: el multilateralismo de Lula Da Silva. Quedó, en zona gris, el tema BRIC, grupo al que pretende ingresar Argentina y que formaba parte los temas que en el almuerzo privado Fernández le quería trasmitir a Putin.

¿Se extralimitó, Fernández, con su posición? ¿Fue más lejos de lo que le pedía la situación y el contexto, incluso más allá de lo que le pudo pedir Putin? En la exposición pública, se volvió sobre el viejo criterio de la no injerencia y el gobernante ruso habló de inversiones en Argentina. Un conocer de la dinámica de las relaciones exteriores detalla que Rusia, que tiene empresas estatales de peso en sectores importantes, tiene una dinámica distinta a China. “Con los rusos, una vez que Putin da una señal política, todo avanza con más velocidad. Los chinos son más lentos, juega más la burocracia. Pero para los dos eran esencial que haya acuerdo con el FMI”, apuntó el funcionario que deslizó que podría haber un paquete de anuncios de peso en el capítulo china, varios expedientes que se trabajaron durante meses u años, y que ahora podrían encarrilarse tras esta visita y ya con el acuerdo con el fondo cerrado.

Al partir de Moscú, el jueves, Fernández se guardaba todavía un dato que puede coronar el proceso de inversiones rusas: la visita, antes de julio, del canciller de Putin Sergei Lavrov, el hombre fuerte de la diplomacia rusa que está en su cargo desde hace casi 20 años. Una eventual llegada de Lavrov a Buenos Aires que por un lado implicaría acelerar el proceso de inversiones rusas que espera argentina, por el otro daría nuevos elementos para tensionar, según la mirada de los críticos, la cuestión regional.

Dentro del propio Gobierno hubo, así y todo, alguna mirada inquietante sobre el despliegue de multilateralismo que hizo Fernández y se consideró que no era necesario jugar tan fuerte. Sugiere, eso, que puede haber alguna consecuencia en el corto o mediano plazo. “No hubo nada nuevo. Alberto dijo lo que dice siempre: que hay que hablar con todos”, apuntaron desde el entorno del presidente para cerrar el capítulo, para enterrar el asunto.

Todo remite al mandamiento de “amigo de todos, satélite de nadie”. El segundo tramo de ese hashtag lo tomó, en dos ocasiones, Fernández cuando habló de que Argentina no será satélite de ningún otro país y luego, en China, planteo que ninguna nación debe serlo de otra. Es, si se quiere, la matriz conceptual de la idea de multilateralismo aunque genere incertidumbre el momento histórico cuando Argentina acaba de cerrar un acuerdo con el FMI, al que todavía le falta avanzar con letra chica, y en cuyo proceso fue relevante -al menos en teoría- la intervención de la administración Biden para que el tema se destrabe.

Fernández, que en el ajedrez de la diplomacia siempre se sintió cómodo con Europa -mientras otros jugadores del FdT, como Cristina mirando a China y Rusia, y Sergio Massa más atento a EEUU-, ha desplegado, además, una mecánica de diálogo abierto en la región: del chileno Piñera al boliviano Luis Arce, y de hecho durante su estadía en China tendrá una bilateral con el ecuatoriano Guillermo Lasso, con quien se vio en la asunción de Arce, tuvo una conversación y quedó pendiente una visita a Ecuador que finalmente se suspendió.

Lasso, un empresario de centro derecha, se reveló para Fernández como una figura interesante, moderada, con el que podía tener un punto de acuerdo para construir un punto de equilibrio entre los extremos que representan Nicolás Maduro y Jair Bolsonaro.

PI