La Avenida de Mayo, silenciosa y casi vacía con algunos militantes celestes y verdes

Nadie compra ninguno de los barbijos de Perón, Evita, Néstor o Cristina que se venden a 120 pesos en un local de Avenida de Mayo con la persiana a media asta. Dos cocineras se asoman a la puerta de una confitería, celular en mano y con el salón prácticamente vacío de clientes. Graban a los Granaderos que pasan a caballo mientras hacen sonar la Marcha de San Lorenzo, ese hit patrio que habría que enseñar en todos los talleres de crónica. La Avenida de Mayo, blindada al tránsito desde la 9 de Julio y, por pedido del Presidente, casi vacía de manifestantes, queda en silencio después de la fanfarria y así espera a que Alberto Fernández viaje desde la Casa Rosada hasta el Congreso para inaugurar las sesiones ordinarias del Poder Legislativo.

“Dale, preguntale si nos deja”, insiste una mujer. Son cuatro y deliberan si se animan o no a pedirle permiso a uno de los Granaderos para acariciar un caballo. En en el asfalto que bordea la Plaza de los Dos Congresos, unos diez integrantes del Sindicato de Único de Publicistas descansan de haber colgado una bandera y comparten un paquete de papas fritas. Su bandera impacta menos que otras que se repiten más en estas cuadras: las de ATE Capital que desean “Fuerza Alberto, fuerza Cristina”, las que dicen “Axel - Berni”, y las que proponen “Máximo al PJ”.

El propio Fernández desalentó la asistencia de militantes a esta plaza para evitar aglomeraciones en tiempos pandémicos. “Vinimos pocos pero trajimos la bandera”, dice un integrante del Sindicato de Trabajadores de Obras Sanitarias. Delante del Palacio Legislativo, la bandera más grande dice “Fuerza Alberto” y la rodean algunas de Barrios de Pie. Un hombre sostiene una cartulina: “Los empresarios te vacunan con los aumentos de los precios”, dice. Otro despliega una pancarta en la que escribió “CrisPasión” y grita “dale, Cristina” cuando la vicepresidenta recibe al Presidente en el Palacio Legislativo.

Sin acercarse a preguntar si podían tocar al caballo, las cuatro mujeres se van por Rodríguez Peña y un padre acerca a su hija, de guardapolvo blanco, a la valla que blinda la plaza. Este lunes, para este acto de inauguración legislativa -y su televisación-, el vallado que habitualmente envuelve al Congreso se corrió: el acceso vehicular está vedado en varias cuadras a la redonda y la zona peatonal está delimitada y vigilada. “Vamos a esperar a que pase el auto del Presidente, va al Congreso”, explica, mientras busca con comodidad la mejor ubicación posible.

“¡Asesino! ¡Sos un asesino!”. Un hombre grita pegado al vallado que custodia un policía federal y suelta tres globos negros. Faltan unos pocos segundos para que el Presidente pase con la ventanilla de su auto baja y los dedos en V. “¡Alberto genocida!”, grita otra mujer. Tienen pañuelos celestes que dicen “Salvemos las 2 vidas” y que representan a quienes, a pesar de que la ley ya está vigente, aún se oponen al aborto legal. Una cartulina dice: “La próxima generación de argentinos moriría por la ley del aborto”. Algunos de los manifestantes, que alcanzan la treintena, tienen remeras del Partido Celeste.

“¡Ya es ley, ya es ley!”, grita una mujer, pañuelo verde (y Boletín Oficial) en mano. Como algunos manifestantes más, llegó hasta la Plaza de los Dos Congresos sola y busca alguna parada de colectivo que la salve de la resolana. “Vengo todos los años, siempre es importante escuchar lo que tiene para prometer quien esté en la Presidencia. Retengo todo lo que puedo en la cabeza y después presto atención a qué cumplen y qué no. Casi siempre me amargo pero igual sigo viniendo”, cuenta.

También verdes, una bandera de las que espera al Presidente dice “Confederación cannábica” y otra, “Cannabis Argentina”. Serán los que más aplaudan el anuncio de “optimizar la producción de cannabis medicinal” de Alberto Fernández en su discurso ante el Congreso.

Un aplauso une a todos los que se acercaron a la Plaza de los Dos Congresos: llega cuando, en el Palacio Legislativo, el Presidente pide un reconocimiento a los trabajadores de la salud. Se parece a cuando eran las 21 en las primeras semanas de la cuarentena, y se aplaudía desde los balcones, y los medios de comunicación y las redes sociales replicaban la idea de que “de esta salimos mejores”. A 12 cuadras, frente al Ministerio de Salud que funcionó como vacunatorio de privilegio, trabajadores y trabajadoras de la salud sostienen un acampe para exigir mejoras en sus condiciones laborales.

A tres cuadras del discurso presidencial sobre políticas con perspectivas de género, una mujer sostiene un cartel que dice “Me quedé sin trabajo. Limpio casas. Cuido abuelos y chicos. Necesito ayuda para mí y mis hijos”. Otra mujer sale del supermercado Día con dos sachets de leche. Le da uno y se va.

JR