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cumbre de las américas

El “blindaje” que intenta Alberto frente a la herida abierta de la crisis con Cristina

Alberto Fernández, en una de lasa escalas de su última gira europea

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Alberto Fernández olvidó lo que es despegar de Argentina sin dejar, atrás, una herida política abierta. El viaje a Los Ángeles, para participar de la IX Cumbre de las Américas, no solo no es la excepción: ocurre en medio de un episodio que dinamitó los trabajosos internos de tregua y sembró la percepción de que será difícil, en adelante, reconstruir algo de lo que se rompió.

La salida de Matías Kulfas, que pareció una reacción rápida para encapsular la crisis, con las horas se comprobó insuficiente: el enojo político -no hormonal- de Cristina Kirchner apenas se apaciguó cuando el Presidente actuó ante el ultimátum que le hizo llegar. Encima, horas después, Kulfas hizo una coreografía de despedida, que roció todo con pólvora y la respuesta K, víaa Energía Argentina, acercó fuego. La modesta reacción de Casa Rosada, vía Gabriela Cerruti, de cuestionar la carta de Kulfas no tuvo efecto.

Queda lo más grave. La estela judicial que abrió la crisis, aporta un pliegue hasta acá desconocido: hubo furias privadas, silencios, reproches y destrato público. Pero todo eso formaba parte de una danza caótica donde el costo era político, si se quiere en votos y futuro, o en deterioro -que sufrió- Fernández. Ahora acecha el fantasma de un largo derrotero por tribunales, algo que Cristina Kirchner atravesó entre 2015 y 2019, y que no se sabe qué dimensión tomará con el tiempo.

Fuego interno

El Kulfasgate enfoca otro elemento, sobre la dinámica doméstica del albertismo. Un reproche, muy escuchado en el mundo Alberto, refiere a que el Presidente es implacable con los propios pero condescendiente, al extremo, con los ajenos. Un dato para recordar: Intimado por Cristina luego de la derrota en las PASO del 2021, Fernández sacó a Santiago Cafiero, su hombre de mayor confianza de la jefatura de Gabinete. Tenía, el funcionario, destino de desierto pero sobre el final quedó en el staff por una negociación contra reloj de Juan Manuel Olmos con el cristinismo.

Kulfas, a quien se le imputa mala praxis en el manejo de una disputa política, cayó sin red y Fernández no intentó amortiguar ese golpe. Tampoco, se asegura, tenía margen. “Y si no lo echaba ¿qué pasaba? Si la guerra entre ellos ya está declarada y la declararon ellos”, apuntó un entornista de Fernández que siguió la crisis el sábado.

Es la queja respecto a que Fernández decapitó a varios funcionarios propios pero no cayó ninguno de los ligados a Cristina. Una versión indica que desde Casa Rosada le pidieron a Luana Volnovich, titular del PAMI, que remueva a su segundo por el viaje a EEUU pero la funcionaria dijo que debía consultarlo con Máximo Kirchner. Nada ocurrió.

Blindaje

Ese malestar interno empujó a Fernández a desplegar una comitiva más robusta que otras giras y, si se quiere, con más juego político. La inclusión de Sergio Massa, presidente de la Cámara, encaja con esa variable pero tiene otro condimento: en el Gobierno circula la música de que a Massa no le cayó bien la designación de Daniel Scioli como ministro de Desarrollo Productivo. Algún ida y vuelta sobre su confirmación, que primero hizo Cerruti y luego se puso en duda sobre presuntas cosas que tenía que arreglar en Brasil. A propósito, en el Gobierno se apuraron a desmentir la versión sobre un supuesto enroque de Scioli con Kulfas. Como una extensión del castigo impuesto, no habrá destino reparador ni plan de contención para el exministro, al menos en lo inmediato. “Tema terminado”, concluyen sobre el asunto.

La larga charla entre Fernández y Massa, el lunes en Olivos, tuvo algo que ver con ese clima hostil. Fernández tuvo como primera opción a Cecilia Todesca Bocco, que no acepta cargos de alta exposición, y Scioli fue una alternativa que estaba en danza hacía tiempo. Como con Agustín Rossi, Alberto quería a Scioli en el gabinete pero no tenía dónde ubicarlo. El “error” de Kulfas, imperdonable porque dejó al Presidente sin más opción que echarlo, se convirtió en una oportunidad para el ex gobernador.

Massa, así y todo, ve en Scioli a un rival hacia el 2023. El embajador en Brasilia suele decir que no es candidato para el año que viene porque respalda la reelección de Fernández. Quizá, en un momento, el Presidente le pudo sugerir que igual se mueva como candidato para el 2023 porque el tiempo dirá si su propia postulación, que algunos ya dan archivada, requiere más adelante de un plan B.

Por eso a Massa le incomoda el ingreso de Scioli. También, en cierto modo, puede producir algún ruido el desembarco de Rossi en la AFI, una idea que está en la mesa de arena de Fernández desde noviembre del año pasado: hace siete meses. “Alberto tarda mucho en tomar las buenas decisiones, y muy poco en tomar las malas”, tira poesía un dirigente.

Además de Cafiero y Massa en la comitiva están Olmos, Vilma Ibarra y Eduardo Valdés, que llega precedido por otro chispazo: fue muy duro en sus declaraciones contra Kulfas. Valdés transita ese territorio escarpado que une Olivos y Recoleta, el departamento de la vice, y su presencia en el viaje, más allá de razones de naturaleza legislativa, son esencialmente políticas.

Fernández, luego de la caída de Kulfas, necesita no mostrarse solo. Lejos, en Los Ángeles, con una agenda que debería ser todo ganancia si no se embarra con la interna criolla, intentará reconstruir ese esquema de confianza.

PI

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