Opinión

El boom Milei: cómo una tribu urbana llega al Congreso de la Nación

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Hace unos meses, Javier Milei era solo un economista excéntrico que aparecía en programas de televisión de amplia llegada -en general no programas políticos- donde jugaba el juego de los “mediáticos”: construir un personaje. Podía hablar desde “economía austriaca” -como se conoce a las teorías de Mises y Hayek- hasta sexo tántrico. Pero desde esos espacios -que iban desde programas de la tarde hasta Intratables, pasando por el de Mauro Viale o Polémica en el Bar- el economista de 50 años también difundía ideología. Y otro tanto hacía desde internet, donde hace tiempo que el libertarismo es una suerte de tribu urbana juvenil. Ahora, como quien acumula bitcoins y logra pasarlos a dólares en una cueva (me robo una metáfora de un amigo), Milei logró cobrar en votos: casi 14% y con un resultado bastante homogéneo en todo el mapa electoral de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El resultado no es sorprendente visto el impacto de su candidatura en la campaña. Todo el mundo se pasó hablando de Milei -en el Pro de manera bastante elogiosa pese a los insultos que le lanzaba a Horacio Rodríguez Larreta, al que considera básicamente un “zurdo de mierda”-. La de Milei fue la única candidatura verdaderamente ideológica, al menos en el viejo sentido de la palabra, que incluye dosis variables de programa y utopía. 

Como leí en algún lado, y coincido, el voto a Milei es parcialmente comparable al de Luis Zamora en 2001: un voto bronca, antipolíticos (más que antipolítica) y un rechazo al “sistema” (un término a geometría variable si los hay) y al “statu quo”, en un contexto de falta de alternativas, enojo ciudadano y crisis económica y societal. También, como la del ya entonces ex líder trotskista, el proyecto Milei es personal y se monta en su particular carisma -como se ve en las discrepancias con José Luis Espert-. Quizás, la diferencia es que mientras el de Zamora, tal como estaba planteado, era un proyecto destinado a diluirse en el “autonomismo”, lleno de referencias al zapatismo y a que “el pueblo decida”, el de Milei podría entroncarse con un proyecto de derecha de más amplio alcance. 

La campaña de Milei, que según se difundió en los medios tuvo entre sus estrategas a Marco Urtubey, incluyó algunos aspectos estratégicos muy visibles en sus caravanas, que se suman a una cuota de mística que otras fuerzas no evidenciaron: 

1. Mostrar que no lo votan solo los jóvenes sino también sus padres y abuelos. Es decir, no quedar encorsetado en la imagen de un referente seguido por unos adolescentes que miran videítos de economistas de la Escuela Austriaca, leen a Murray Rothbard o se dedican a armar grupos de WhatsApp para combatir a los profesores progres del CBC.

2. Profundizar el discurso contra la casta. Este discurso que puede funcionar para la izquierda o la derecha, como se vio con Podemos en la España post-15M, fue tan potente que lo repitió hasta Patricia Bullrich, política profesional si las hay. “La casta tiene miedo” fue uno de los leimotiv de actos y caravanas. “Los políticos son unos hijos de re mil putas”, “es fácil ser puto con el culo ajeno” (redistribuir con la plata de otros), etc.

3. Mostrar que su apoyo está más en barrios medios y medios bajos e incluso bajos que altos. Refutar la idea de que los libertarios son chetos y nenes bien. Para eso, Milei se mostró en la Villa 31, en mercados de barrio y en zonas populares de CABA. Hasta el punto de que un influencer se entusiasmó en Twitter con un “liberalismo amerindio 100% barrani” (esta última, una palabra utilizada por los sefardíes y popularizada por el incombustible Carlos Maslatón, el ex líder de la UPAU, para significar “en negro”).

4. Vinculado con esto último: una fuerte campaña antiimpuestos, un “robo” del Estado. “El Estado es peor que la mafia”, piensa Milei y lo dice.

5. La apelación a un pasado mítico, previo a la creación del Banco Central, cuando la Argentina estaba entre los países más ricos del mundo. El decadentismo, que utiliza también el macrismo, aparece en el mileísmo multiplicado a la enésima potencia.

Pero la votación de Milei se vincula a un fenómeno más amplio y de características globales. El economista -seguidor del paleolibertarismo estadounidense referenciado en Murray Rothbard- en su apuesta electoral debió incorporar un discurso político que no tenía (antes solo hablaba de economía). Y para eso compró el paquete ideológico de la alt-right, que tuvo su auge con el triunfo de Donald Trump. Si antes su discurso era radicalmente antikeynesiano y anticolectivista, luego pasaría a un tipo de discurso anti-zurdos en línea con el anticomunismo que movilizan diversas derechas por el mundo. Incluso firmó la Carta de Madrid, impulsada por el partido de extrema derecha español Vox para constituir el Foro de Madrid como el anti-Foro de São Paulo, contra el “totalitarismo comunista” en la “Iberosfera”. Se vinculó también con el bolsonarismo.

Como el propio Rothbard previó a comienzos de los 90, el libertarismo clásico a la estadounidense -tipo revista Reason- no es atractivo entre el pueblo, por lo que es necesario poner en pie opciones populistas de derecha. Un trumpismo avant la lettre. Incluso Milei compró su versión más vulgar: la idea de que el cambio climático “es otra de las mentiras del socialismo”.

Veremos hacia dónde va el fenómeno Milei. Si termina, por ejemplo, articulándose a una coalición de derecha más amplia, por ejemplo liderada por Patricia Bullrich; cómo el propio Milei, como figura “anticasta” se mueve en el territorio minado de la política; si puede salir de los límites de CABA (territorio más accesible a los microemprendimientos políticos) y si consigue trascender su propio personalismo. Pero, con estos datos, el paleolibertarismo argentino tendrá una tribuna en el Congreso Nacional desde donde propondrá la mezcla de “anarcocapitalismo” y valores sociales reaccionarios que caracteriza al paleolibertarismo.