Primero fueron rumores, después bocinazos y, finalmente, gritos. “¡Vamos ganando en doce provincias!”, anunció un vendedor ambulante con un muñeco de Milei en la mano. Aún no había caído la tarde cuando la esquina de Córdoba y Maipú ya desbordaba. El vallado que separaba a la prensa del ingreso al Hotel Libertador se transformó en una frontera simbólica entre la expectativa y la euforia.
El estallido llegó a las 21.21, cuando se conocieron los primeros resultados oficiales: La Libertad Avanza aparecía al frente a nivel nacional con el 40,8% de los votos. Desde un costado de la vereda, una mujer alzó su celular y gritó con la voz quebrada: “¡Gracias, Córdoba!”, al ver los números de la provincia gobernada por Martín Llaryora, donde Milei lograba una diferencia abrumadora. La frase se propagó en segundos, como un eco improvisado.
Con música épica de fondo y una pantalla gigante proyectando imágenes del Presidente, la multitud estalló en cánticos que ya se volvieron un lugar común: “¡Saquen al pingüino del cajón!”, “¡Milei, querido, el pueblo está contigo!”, “¡Cristina tobillera!” y “¡Hay que saltar porque los kukas no vuelven más!”. Banderas argentinas y amarillas flameaban entre abrazos, saltos y selfies.
No había bombos ni choripanes, pero sí parlantes portátiles, banderas y un entusiasmo que crecía con cada bocinazo. Algunos vecinos se asomaban y otros llegaban solo para ver “qué pasaba”. Una pareja de turistas alemanes, confundida por la escena, preguntaba si era una protesta. “No —les explicó un joven con la bandera de Gadsden en la espalda—, es que Milei ganó”.
Entre los festejos se colaban frases más simples y potentes. “Nos reímos de los que no creyeron”, decía un joven con una gorra violeta. Un grupo de veinteañeros subía las vallas para filmar con sus celulares el interior del búnker, mientras los autos que pasaban por Córdoba tocaban bocina al ritmo de los cánticos.
Puertas adentro, el clima no era distinto. En el salón principal del hotel, los dirigentes libertarios se abrazaban mientras las pantallas confirmaban triunfos en distritos impensados: no solo Córdoba y Santa Fe, sino también Entre Ríos, Jujuy, Misiones, Río Negro, Chubut y Tierra del Fuego.
Confirmado el triunfo, el Hotel Libertador fue una caldera. “¡Vamos!”, gritaban los ministros y asesores presentes en el lugar. Lilia Lemoine y Santiago Oria filmaban con sus celulares mientras se escuchaba de fondo a Milei cantando en el Movistar Arena. La ministra Sandra Pettovello agitaba una bandera argentina y Luis “Toto” Caputo sonreía entre selfies. En un apartado estaban los Menem (Martín y Lule) con Karina Milei, junto a la referente libertaria porteña, Pilar Ramírez, y el asesor Santiago Caputo; el núcleo duro de la mesa de campaña.
El Presidente había llegado al Libertador a las 18.50, distendido, acompañado por su equipo y su influencer de confianza, Iñaki Gutiérrez. En las primeras horas, la preocupación era la baja participación, pero a medida que los datos de boca de urna empezaron a fluir, el escepticismo se transformó en alivio.
Cinco minutos antes de las 22.30, Milei apareció en el escenario del Hotel Libertador. Lo acompañaban Karina Milei, Patricia Bullrich, Martín Menem y Luis Caputo. Más medido que en otras ocasiones, habló con tono sereno y triunfal: “Hemos cruzado el punto bisagra para la reconstrucción de la Argentina”, dijo, mientras la sala estallaba en aplausos. Luego, mirando la pantalla que lo enmarcaba en tonos violetas, lanzó su frase más celebrada de la noche: “Qué lindo le queda el violeta al país”.
Afuera, la gente siguió el discurso desde los televisores de los bares y los kioscos. Cuando Milei pronunció la frase del color, los manifestantes repitieron el grito al unísono: “¡Viva la libertad, carajo!”. Algunos improvisaron un pogo sobre la avenida Córdoba; otros se abrazaron con lágrimas en los ojos.
La Libertad Avanza celebró una victoria nacional, sostenida por el voto de en las provincias. El Gobierno no solo festejó un resultado electoral: celebró haber sobrevivido a su primera gran prueba de gestión. Con el Congreso reconfigurado y la oposición dispersa, Milei volvió a mirar el horizonte con el ímpetu del inicio. Por una noche, la calle se tiñó de violeta. El desafío, a partir de ahora, será gobernar ese entusiasmo.
PL/MC