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Acordar con el FMI y cicatrizar el FdT, llaves de la gobernabilidad de Fernández

Alberto Fernández en un acto del PJ

Pablo Ibáñez

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Alberto Fernández seguirá, desde Olivos, la movilización “silvestre” del 17 de octubre. Quizá, si el ambiente es oportuno, aparezca en algún punto de encuentro de la convocatoria que brotó inorgánica, un poco caótica, con matices crudos respecto a la marcha “oficial” que la CGT hará el lunes 18 y que la semana pasada, en un intento por cauterizar una herida frentodista, el Presidente abrazó con una carta como jefe del PJ en la que invitó a concentrarse en “todas las plazas del país”.

Frente a lo inasible de las movilizaciones, cuyos derivaciones son inciertas, en el Gobierno monitorean las marchas por sus potenciales efectos anímicos. “Juntos marchó durante la pandemia mientras nosotros nos cuidábamos. Ahora es necesario salir, los militantes, los nuestros lo piden, quieren salir a la calle”, dicen en el FdT. El chispazo por las dos fechas se monta sobre las esquirlas del tsunami por la derrota del 12-S pero, ahora, la fantasía del Gobierno es dar por cerrada aquella crisis y construir otro mito: que no existe, como sí existió en septiembre, la hipótesis de la implosión del Frente de Todos.

“Ninguno está del todo cómodo adentro, pero todos sabemos que afuera del frente no hay destino para nadie”, es el mandamiento del oficialismo que tiene, como nota al pie, una condición: para que ese dictamen perdure en el tiempo, la fractura del FdT debe cicatrizar, así puede volver a ofrecer futuro para sus propios miembros. La unidad como única opción es el nuevo dogma luego de que se derrumbó, bajo una tonelada de votos amarillos, aquel que preconizaba que el peronismo unido era electoralmente imbatible.

"Ninguno está del todo cómodo adentro, pero todos sabemos que afuera del frente no hay destino para nadie"

En la frágil geopolítica del FdT, cada detalle huele decisivo. La marcha del 17-O, con epicentro en Plaza de Mayo, surgió al fuego de una consigna anti acuerdo con el FMI, el vórtice donde se concentran todas las broncas y contradicciones del Frente de Todos. “Alberto y Cristina, las dos figuras centrales, coinciden en la necesidad de acordar con el fondo, de lograr el mejor acuerdo posible”, dicen en Olivos donde el Presidente invoca una hoja ordenada, con el trazo grueso encaminado.

Según esa mirada, que parte de la usina oficial, el ruido público -como el que generó que se incluya en las banderas de la marcha del 17 el tema FMI- forma parte de una lógica de tensión y negociación pública, comprensible hacia adentro y hacia afuera, pero que existe una posición unívoca del FdT para avanzar con un acuerdo. “No hay que olvidarse que el kirchnerismo, con Néstor y Cristina, siempre pagó pero lo hizo negociando a cara de perro”, repasa un funcionario que integró aquellas gestiones.

La relación con el Fondo es una emboscada perfecta: en el menú no está la opción de que no haga un acuerdo pero tampoco la alternativa de un acuerdo lo suficientemente bueno como para que el kirchnerismo lo pueda reivindicar. “Que lo vote la oposición, nosotros nos abstenemos”, dijo, como una ironía, Máximo Kirchner ante un grupo de dirigentes. La frase sintetiza una encerrona: es impensable no acordar tanto como encontrarle a ese acuerdo una épica, símil desendeudamiento del 2006, que otros actores del Gobierno, entre ellos Juan Manzur, tratan de construir con el libreto de la “moderación” y la apertura ordenada.

Con esa obsesión, aunque luego tuvo una agenda reservada propia, el jefe de Gabinete agarró el avión sanitario de Tucumán, e hizo un viaje largo y con varias escalas, para entrar en una foto que en su proyección figurará en la saga de episodios que derivarán de la firma con el FMI. Martín Guzmán, que lo invitó a la charla con inversores en Nueva York, encuentra en Manzur a un aliado, al menos en ese tema. Fue un matcheo de conveniencias mutuas: aunque son de estirpes distintas, al ministro de Economía le sirve la presencia de Manzur, aun ministro estrella que le aporta una agenda de vínculos adicionales.

En algunos despachos oficiales circula un reproche al kirchernismo. “Ahora son muy duros con Guzmán cuando negocia con el FMI pero en el 2018 cuando Macri fue avanzando en un acuerdo no hicieron ni una marcha. Tuvieron tiempo porque el acuerdo fue en cámara lenta”, repasa un operador y menciona que si antes de alguno de los varios pagos que recibió la gestión Macri hubiese habido una marcha masiva y ruidosa, “lo más probable era que se suspendieran los desembolsos”.

Soportes para el 15-N

Fernández, según confirmaron fuentes oficiales a elDiarioAR, participará el 30 y 31 de octubre de la reunión de G-20 en Roma y el 1 y 2 de noviembre estará en Glasgow para la Cumbre del Cambio Climático. En Roma, a dos semanas de las elecciones criollas, el Presidente quiere sumar un guiño de las potencias respecto a los sobrecargos del FMI, la reducción de 3 a 1 que supone evitarse el pago de unos mil millones de dólares. Guzmán logró que sus pares del G20 se lo pidan, por carta al Fondo, cuyo directorio podría aprobarlo este año.

El acuerdo con el FMI, que Sergio Massa -otro de los socios de la coalición- defiende y considera una pieza clave para entrar en un esquema de recuperación, aparece en la mesa de arena de Fernández como uno de los insumos esenciales para la etapa de su gobierno que comenzará, por ponerle una fecha de corte, el 15 de noviembre, después de una elección sobre la que nadie arriesga pronósticos.

En el FdT confían en mejorar unos puntos, entre 2 y 4 en la provincia de Buenos Aires, pero se muestran intrigados por el comportamiento de Juntos, respecto a si crecerá, quedará igual o perderá votos. “Las dudas no son sobre nosotros: todos estamos jugando bien, con la campaña que importa, el cuerpo a cuerpo en la calle. Las dudas están en lo que pase con Juntos: si Santilli retiene, si gente que no fue lo hace a favor de ellos...”, explica un funcionario que gestiona y campañea.

La incógnita es esa: qué conducta se da entre las PASO y las generales este año: la que se registró en 2015 y 2017 y 2019 cuando el macrismo creció más que el peronismo, o la del 2011, único caso en que el PJ, por entonces bajo el sello FpV, mejoró su performance. En el entorno de Alberto mantienen activa la tesis de que se puede empatar o ganar en la provincia de Buenos Aires. Esta vez, luego del tropiezo del 12-S, reniegan y desconfían de las encuestas que antes los daban ganadores y ahora perdedores.

En otros búnkeres PJ anotan solo la posibilidad de dar vuelta la elección en La Pampa, lo que sería clave para el Senado. El martes, el presidente viajará a Chubut para, en el filo del plazo de veda para actos y anuncios oficiales, meterse en la pelea de esa provincia donde el FdT arriesga tres senadores y, si se repite -como todo indica- el resultado de las PASO, solo obtendrá uno.

El mapa de la gobernabilidad

La numerología sobre el Senado, en la que está enfocada Cristina, se repite en Diputados con Massa enfrascado en una ingeniería para lograr que el 10 de diciembre el FdT tenga más diputados que Juntos para desactivar cualquier intento por correrlo de la jefatura de la Cámara. El mapa del Senado y Diputados son dos pilares en el esquema de gobernabilidad que Alberto Fernández procesa camino al 2023. Otro, determinante es el tipo de acuerdo con el FMI y, como dato adicional, el nivel de tensión que lo que se firme generará en el dispositivo oficial.

"Ahora son muy duros con Guzmán cuando negocia con el FMI pero en el 2018 cuando Macri fue avanzando en un acuerdo no hicieron ni una marcha. Tuvieron tiempo porque el acuerdo fue en cámara lenta".

“Gobernabilidad” fue la palabra fetiche de la última semana. Máximo Kirchner, al igual que Eduardo “Wado” De Pedro, hablan de lo mismo pero prefieren el término consenso. Massa, en modo legislativo, habla de “diálogo y acuerdos”. Pero en la burbuja Fernández, luego del cataclismo que fue la inesperada derrota del 12-S, la figura más usada es gobernabilidad y, en paralelo al acuerdo con el FMI, apunta a la relación con el poder criollo, expresado en el almuerzo de la semana que pasó en Casa Rosada con un grupo de empresarios.

La presencia de Fernández en IDEA, precedida por una logística trabajosa de pautas y promesas, coronó ese intento que se topa con una dificultad difícil de administrar: el mundo empresario, eso que se conoce como Círculo Rojo, mira con recelo al Gobierno aunque del otro lado lo abrumen con buenas señales que, además, no siempre existen.

“Se cansaron de ganar plata con el kirchnerismo. Macri casi los fundió pero votan a Juntos. Es incomprensible: juegan contra sus intereses”, se queja un funcionario que se montó sobre un malestar oficial ligado al 3,5% de inflación que se registró en septiembre, el repetido manual de Guzmán del impacto de los precios internacionales más el componente local, que una voz oficial define como “depredación”, y se concentra en un producto de limpieza: la suba de un 85% en un mes del detergente.

PI

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