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La juventud frente a las urnas: entre la preocupación por la falta de oportunidades y el deseo de emigrar

Los jóvenes no ven un horizonte en la Argentina. La situación económica y la falta de visión de progreso personal alimentan el deseo de emigrar.

Delfina Torres Cabreros

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“Después se quejan de que los pibes se van del país, pero tampoco hacen nada para que se queden. Yo ya está, yo me quiero ir del país”, dijo, parado frente a las cámaras de televisión, escondiendo el llanto en una risa nerviosa, uno de los hijos adolescentes del kiosquero asesinado el domingo pasado en Ramos Mejía. “Si no me van a dar seguridad, no me van a dar nada, ¿qué más quiero acá? Tengo más futuro en algún país que no sea éste”

Aún si es un sentimiento exacerbado por la tragedia cercana y reciente, en la voz de ese chico aparece el llamado de una generación que no se considera escuchada. Que no tiene pretensiones excéntricas de centennial sino demandas elementales —trabajo, educación, seguridad— y no es optimista sobre su futuro en la Argentina. 

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Según una encuesta nacional realizada por UADE y la consultora Voices!, al 70% de los jóvenes de entre 16 y 24 años le gustaría vivir en otro país. La encuesta, que fue hecha en junio de 2021 sobre más de 1.300 casos en 21 localidades del país, muestra que la situación económica y la falta de visión de progreso personal son las principales preocupaciones entre los jóvenes y los motivos que alimentan el deseo de emigrar.

Los más jóvenes son, incluso, los más pesimistas. El 57% de los argentinos considera que en los próximos diez años la situación económica estará peor o mucho peor que en la actualidad, pero esa idea crece al 62% en el grupo de entre 16 y 24 años y a 66% entre aquellas personas que tienen entre 25 y 34 años.

Lucía T. tiene 24 años, es egresada del Colegio Nacional de Buenos Aires y está terminando sus estudios de psicología en una universidad privada. “Algo que me preocupa mucho es lo difícil que es encontrar laburo y ni que hablar que sea bueno, o sea, bien pago. Te piden experiencia para absolutamente todo”, dice. “Una vez vi una oferta de trabajo para personas a partir de 25 años que pedían al menos un año de experiencia en selección de personal con uso de tests. Explicame cómo una persona que todavía está en la facultad de psicología o recién recibida va a tener un año de experiencia en algo que se necesita el maldito título para hacer”, se enoja, y dice que le gustaría que el Gobierno pensara una medida que obligue a las empresas a otorgar un cupo para “pibes que recién arrancan”. 

De acuerdo con los últimos datos oficiales, correspondientes al segundo trimestre de 2021, la tasa de desocupación es de 9,6% para la población general, pero el dato escala a 16,1% entre los varones de hasta 29 años y a 22,4% entre las mujeres de la misma edad. Las condiciones en las que trabajan también son peores. Según distintos registros oficiales, los jóvenes de hasta 24 años representan apenas el 6,7% de la masa de trabajadores privados registrados, mientras que son el 26,9% del empleo informal. 

Fabiola tiene 17 años y vive en la villa El playón del barrio porteño de Chacarita. Emigró a la Argentina desde Perú en 2009, junto a su familia, y si bien la adaptación fue difícil y al principio pensaron en volverse, sus padres consiguieron trabajo —su madre como enfermera, su padre como empleado de una empresa— y se quedaron. Ella está en el último año de un colegio público de Belgrano y tiene planeado seguir estudiando. “Siempre quise ser docente, es algo que me pone muy alegre, pero en los últimos años cambió mucho mi decisión porque me pongo a pensar en lo económico. Tengo que elegir una carrera que pueda solventarme, pienso en estudiar medicina, pero aún no elegí”, cuenta. 

Lo que más le preocupa es la situación económica y los precios. “A veces salimos a comprar y no alcanza el dinero para los útiles”, señala. Durante la pandemia tuvo problemas para seguir las clases virtuales porque no tenían internet en su casa. Su padre compró un abono de Internet, pero “entraban rápido y salían” para no gastar demás. Además, como sus padres siguieron trabajando, ella tuvo que asumir tareas domésticas y cuidar a sus dos hermanos menores, que ahora tienen 12 y 10 años. 

“Me gustaría que algunas cosas cambien: que bajen los precios, que mejore la economía, más seguridad. Yo estoy muy agradecida con el país, con las oportunidades que abre a los extranjeros y con la universidad pública que me incentiva a estudiar, pero por otra parte muchos compañeros míos del colegio están decidiendo irse a estudiar al extranjero por la situación económica”, asegura. Una de sus amigas tiene ciudadanía española y le gustaría mudarse a Europa. “Todos quieren migrar”, cuenta. 

Pablo Touzon es director de la consultora Escenarios, que en una encuesta entre jóvenes arrojó resultados similares a los de UADE: si tuvieran la oportunidad de radicarse en otro país, el 72% se iría o lo evaluaría. “Más allá de lo material, de quien finalmente saque un pasaje, es un indicador de la marcha del país y de la idea de futuro más que del presente”, explica.

Su consultora le preguntó a jóvenes si creían que ésta era una crisis más de la Argentina, que tendría un rebote rápido, o una crisis más duradera, crónica. “La respuesta se inclinó mucho por la segunda opción. Habla de una desesperanza frente al futuro, que es transversal a las clases sociales”, suma. El estudio también muestra que casi la mitad de los consultados (48,5%) considera que su generación tuvo peores oportunidades para progresar que la de sus padres. 

Lucía A. tiene 19 años, vive en Guernica, en el partido bonaerense de Presidente Perón, y planea empezar a estudiar periodismo el año próximo. “Lo que más me preocupa de mi futuro son mis estudios. Saber si voy a poder terminar la carrera a tiempo y conseguir trabajo o si me voy a poder independizar teniendo solo esa carrera o tendré que buscar otro trabajo extra”, dice Lucía, que diariamente ve los esfuerzos de sus padres para llegar a fin de mes. Ambos trabajan de lunes a viernes en una empresa de limpieza y su madre tiene trabajos extra en casas particulares durante el fin de semana. 

Sobre la posibilidad de irse del país, dice que no lo pensó seriamente, pero sí le gustaría irse a Tailandia una vez terminada la carrera acá. “Me gustaría irme a vivir a este país porque siento que puedo independizarme más rápido y sin ningún problema. Averigüé que el alquiler sale barato”, dice. 

Josefina tiene 24 años y es de Chubut, pero vive en La Plata, donde este año se recibió de odontóloga. Señala dos temas que le preocupan especialmente: la estabilidad económica y la seguridad. Son dos tópicos de una agenda tradicional, que sin embargo los candidatos suelen relegar cuando intentan acercarse a ese 20% del padrón que representan los 6,5 millones de jóvenes de entre 16 y 24 años. 

“La categoría de ‘jóvenes’ es rechazada entre los propios jóvenes y creo que es porque se construye a partir de la proyección de la idea de juventudes políticas que tiene nuestra elite política setentista (esa idea de las juventud que tiene un valor en sí, que es progresista y hasta revolucionaria), y es un problema cuando se desfasa de la realidad”, dice Touzon. “Los candidatos van y creen que a los pibes les preocupa el lenguaje inclusivo y el porro y la realidad es que no, que no tienen demandas distintas a la población de edad media”, apunta.

La posibilidad de emigrar aparece como una reacción al empeoramiento de las condiciones locales. Es la opción más elegida frente al supuesto de una profundización de la crisis, seguida de la opción de “ajustar gastos y cambiar el estilo de vida” hasta que la situación mejore. La visión de “falta de progreso personal” preocupa a más de la mitad (54%) de los jóvenes entre 16 y 24 años y está en el puesto número uno, seguida de la situación económica (40%), la inseguridad (17%) y no tener una casa (17%). 

Pensar el futuro vinculado con el futuro de los demás es una idea muy importante, a mi entender muy valiosa, y que está muy en crisis

Alejandro Katz, editor y ensayista

Para el editor y ensayista Alejandro, Katz, la movilidad social ascendente ya no es una idea que opere en la Argentina, un país que ofrece dos alternativas: para aquellos que tienen cierto patrimonio en el que respaldarse, hacer exit y desvincularse de la suerte del país y, para quienes no tienen esa posibilidad, intentar no caer en la pobreza. 

“Pensar el futuro vinculado con el futuro de los demás es una idea muy importante, a mi entender muy valiosa, y que está muy en crisis. Creo que se ha perdido un poco la convicción de que el futuro de cada uno tiene que ver con el futuro de los otros. Y eso se ve en los empresarios que sacan su patrimonio afuera pero también en los jóvenes de las elites que se van. Ese exit es una expresión de este desacople: mi destino no tiene que ver con el destino de los otros”, reflexiona.

De todos modos, las voces no son uniformes. Lucía T. —ex Colegio Nacional de Buenos Aires y estudiante de psicología en universidad privada— se identifica dentro de ese 30% de jóvenes que “no compra” el ideal de vida en el extranjero . “Si, es cierto que hay países mucho más estables que la Argentina, pero eso no significa que esos países sean tan buena onda con inmigrantes o que lavando copas vivas mejor que acá. Además, el shock cultural afecta. No me parece sencillo vivir lejos de la familia, de tus amigos y de tu cultura”, dice. Si bien de vez en cuando es un tema de discusión sus pares, de lo que hablan más es de “los cambios que queremos que haya en el país para vivir mejor acá”.

DT

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