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Entrevista

Leonardo Grosso: “Hay más homofobia en el poder que en los barrios”

Leonardo Grosso en el centro comunitario Pibes de Barrio, de Villa Hidalgo, San Martín.

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Leonardo Grosso hace una pausa en su recorrida de campaña por San Martín cuando se cruza con una cuadrilla de la 9 de Julio, una cooperativa con paridad de género que, por convenio con Aysa, instala un tendido de agua en el corazón de Villa Hidalgo, al borde del camino del Buen Ayre. Es un caserío con veredas regadas de basuras y escombros, donde el diputado empezó a militar para el Movimiento Evita, hace más de 15 años. Pese a que tiene mandato en el Congreso hasta 2023, se postula para concejal, una jugada que apunta a acercarlo a la pelea por la intendencia. Pero la charla con los cooperativistas no versa sobre sus proyectos para el municipio. Después de saludar a las mujeres que, con medio cuerpo debajo de la tierra, dan los últimos retoques a la instalación de los caños, Grosso se detiene unos minutos a conversar con Mara, una trabajadora trans, que antes de sumarse a la cooperativa, ejercía la prostitución. 

La militancia por los derechos de las diversidades sexuales quedó en el centro de la agenda de Grosso desde el 18 de noviembre de 2018, cuando, con un posteo en redes sociales, en plena marcha por el Día del Orgullo LGBTQI+, se reivindicó “marica” y se convirtió en el primer diputado declaradamente gay de la Argentina. “Me llevó mucho tiempo, no fue fácil. Hay más machismo y homofobia en el poder que en los barrios”, dice Grosso al elDiarioAR, durante la recorrida por Villa Hidalgo.

-Dijiste en ese posteo de 2018 que la “política es machista y patriarcal”. ¿En qué lo notás?

-El poder es muy machista. Hubo una modificación importante por el impacto del feminismo y hoy quizás lo naturalizamos, pero si no hubiera ley de paridad, el acceso de mujeres seguiría siendo limitado. No hay ninguna travesti diputada y no debe haber ninguna concejala. Hay candidatas, pero van en los últimos lugares de las listas.

-¿Ese machismo también es homofobia?

-Sí, claro. Porque hay una identificación (de los homosexuales) con lo femenino. Cuando yo dije “soy marica” buscaba usar un término que usaban para insultarme, para dar vuelta eso. 

-Dijiste que tu salida del closet no fue sencilla en la política, que te han dicho “chupapija”, “tragaleche”. ¿En qué contexto?

-Sí, por Twitter me dijeron eso. Muchas veces me enteré de que a mis espaldas, en la crítica estaba ese componente. “¿Pero éste cómo va a hacer esto si es un chupapija?”. Mis compañeros del Movimiento Evita han sido muy amenos conmigo. Pero fue un proceso, no fue sencillo. A Emilio (Pérsico) le contaba la frase de Lohana Berkins: “Hay que tener coraje para ser mariposa en un mundo de gusanos capitalistas”. Hay que bancársela. Como hay que bancársela para ser travesti e ir a laburar. Levantarte a la mañana, saber que caminás por la calle, te subís a un colectivo o hablás con alguien y hay una mirada más. 

Hay que bancársela. Como hay que bancársela para ser travesti e ir a laburar. Levantarte a la mañana, saber que caminás por la calle, te subís a un colectivo o hablás con alguien y hay una mirada más.

-¿Es mayor esa homofobia en el sistema institucional que en los barrios?

-Sí, porque hay más machismo y homofobia en el poder que en los barrios. Los sectores populares abrazan las diferencias y las contradicciones. Acá, nuestras compañeras travestis van a las misas del padre Pepe y está todo bien.

-¿Pero siendo gay o trans, no la pasás peor en un barrio que en el sistema institucional?

-No sé, eso ya es más difícil, porque inciden otras cuestiones. Siempre pienso que para Isha Escribano (hija trans de José Claudio Escribano, histórico jefe de redacción del diario La Nación) debe haber sido muy duro transicionar. Pero la hija trans de una familia del poder… Es muy fuerte. Como Mirtha Legrand con su hijo (Daniel Tinayre), la negación, el ocultamiento. Hoy pasan cosas distintas, tenés al hijo no binarie del Presidente. 

-Contaste que cuando saliste del closet hubo una buena reacción entre diputados de otros bloques. ¿Destacás alguna?

-Destaco que las principales saludadoras fueron las mujeres. En ese momento estaban Silvia Lospennato, Myriam Bregman, las compañeras del Frente para la Victoria. El primer llamado político que recibí para felicitarme fue de Máximo (Kirchner). Fue un gesto muy lindo.

-En 2014, Sergio Berni, entonces secretario de Seguridad, dijo, ante una crítica tuya por la represión de un piquete en la Panamericana, que no tenías la “testosterona suficiente”. ¿Te estaba diciendo puto?

-Sí, me estaba diciendo puto. En ese momento, por esas cosas a mí me agarraban ataques de pánico. Me ponía blanco leyendo un tuit. Era muy fuerte.

-Berni sigue siendo protagonista en el peronismo, en el Frente de Todos.

-Sí, pero no lo puntualizaría en Berni, porque eso lo hace un montón de gente. Es terrible, de un nivel de violencia muy alto, porque es atacar a alguien que está en una situación de debilidad y que no está en condiciones de defenderse.

-¿Hablaste del tema con Berni?

-No. Después hablamos de otras cosas y todo bien. Recompuse con todos, no soy rencoroso. No se trata de esas personas. Esas frases son expresión de una cultura social que discrimina, que te cree menos por cómo sos y eso es lo que hay que resolver. Porque de última yo no soy una víctima. Soy varón, blanco, de clase media, diputado y puto. No soy una persona travesti, morocha, de un barrio pobre, ni una lesbiana pobre, de un barrio popular de San Miguel. 

El anuncio de 2018 también le sirvió al dirigente del Movimiento Evita para presentar en público a Guillermo Castro, un militante de la agrupación La Colectiva, con el que sale desde 2015. Se conocieron durante una jornada contra la violencia institucional que organizó Grosso en la Cámara de Diputados. “Cuídenme al rubio”, les decía el diputado, en tono cómplice, a “las doñas”, las mujeres que dirigen los comedores populares de los barrios más pobres de San Martín, cuando empezaron a ir juntos a las recorridas por el territorio. 

El posteo no sorprendió a la familia de “Leo”, que se había enterado en diciembre de 2010. Después de años de vivir a las escondidas, Grosso aprovechó el clima que se generó por la discusión de la ley de matrimonio igualitario. Tenía 27 años. Se lo contó primero a sus hermanos, a quienes invitó a su casa a comer milanesas y les anticipó que iba a hacerles un anuncio. “Ay, boludo, pensé que te ibas a vivir afuera”, desdramatizó su hermana melliza, cuando él dio la noticia, después de dar vueltas durante dos horas. A sus padres, una ama de casa y un carpintero con militancia en Montoneros, se los dijo el 24 de diciembre a la tarde. “Enseguida me di cuenta que la angustia de ellos era que no se habían dado cuenta antes”, recuerda Leo, y cuenta que esa noche celebró la Navidad junto a su familia y su novio de entonces. Grosso se casó con Castro en marzo de 2019, y este año adoptaron una nena.    

Porque de última yo no soy una víctima. Soy varón, blanco, de clase media, diputado y puto. No soy una persona travesti, morocha, de un barrio pobre, ni una lesbiana pobre, de un barrio popular de San Miguel.

-A Berni lo cuestionabas ya desde esos años por lo que llamás “demagogia punitiva”. ¿Cómo te cae que sea ministro de Seguridad de la provincia?

-No acuerdo con un montón de planteos que hace y que también hacen algunos intendentes y gobernadores. Hay una discusión abierta en el frente de gobierno, que estuvo abierta siempre. Algún sector dice: “Che, hay que tener esta política, porque la inseguridad es un problema, y si no tenemos esta política otros sectores te absorben eso, como Patricia Bullrich, y es peor, porque nosotros hacemos una política de ‘mano dura responsable’, entonces controlamos también a la policía, pero mostramos que la seguridad…”. Yo creo que hay que profundizar el planteo. La seguridad es una cuestión a atender, porque hay una demanda enorme. Vivo en San Martín, tengo reuniones con los vecinos y todos los días la charla es esa. Pero no es la estrategia acertada, y voy a seguir insistiendo, pese a que es la estrategia hegemónica desde hace por lo menos 20 años.

-¿Pero te sorprende que Axel Kicillof haya elegido a Berni?

-No sé si me sorprende. No creo que haya una contradicción particular entre el progresismo y las políticas de seguridad de mano dura. Me parece que hay una crisis más general de la política en cómo abordar el tema de la inseguridad y que eso genera distintas estrategias que no están sintetizadas. Y como nadie lo resolvió, porque tampoco se resolvió con las políticas de Nilda (Garré), yo puedo cuestionar que esa no es la manera, pero no hago una grieta de eso.

-¿Qué te pasa cuando ves ahora a Florencio Randazzo, a quien el Movimiento Evita apoyó en 2017, contra Cristina Kirchner?

-Entiendo un poco más toda la jugada. Me parece que siempre tuvo algún tema personal no resuelto y que eso lo mueve más que la necesidad de construir un país normal, que era su discurso en ese momento. Hoy lo veo como un caprichoso.

-¿Cuál es su tema personal no resuelto?

-Quiso ser (presidente), no pudo y se quedó enojado. 

-¿Ustedes cometieron un error político al romper con el kirchnerismo y acompañarlo?

-No sé si lo llamaría así. El error es más grande que nosotros con Randazzo. El error es la fragmentación del peronismo. Todos tenemos nuestra cuota de responsabilidad. La unidad es el único camino para garantizar que el neoliberalismo no gobierne en la Argentina. 

La recorrida por Villa Hidalgo termina en el comedor Los Pichones, una casa familiar reconvertida a la fuerza para dar respuesta al hambre de los vecinos del barrio. Durante la pandemia debieron triplicar las viandas, con las que todos los días alimentan a 150 personas. Grosso conoce a Silvia, la dueña de casa, desde hace años. A otros militantes, con los que comparte el almuerzo, les anticipa que va a necesitar ayuda para organizar el rastrillaje, como se le dice al reparto de material de campaña que se hace casa por casa.   

-¿Este es el gobierno del peronismo unido que te imaginabas?

-Sí y no. No nos imaginábamos discutiendo cómo volcar recursos para morigerar la crisis que iba a ser peor de lo que ya era. Asumimos el gobierno con las emergencias económica, social y alimentaria, el país en default y endeudado a cien años, y un Estado achicado en sus capacidades de gestión. Pasaron tres meses, llegó la pandemia y eso empeoró todo. 

-En el primer semestre de este año el Gobierno redujo un 10% los recursos para jubilaciones y un 5% para salarios públicos. ¿Hubo un ajuste?

-No, este no es un gobierno de ajuste, porque a esos números le tenés que agregar los $870.000 millones que el Estado invirtió en IFE, ATP y en hospitales modulares los primeros 8 meses de pandemia, y que sigue invirtiendo en vacunas. Tuvimos que triplicar la asistencia alimentaria. Se reorientó la inversión pública para garantizar un Estado presente.

Vinimos a achicar la brecha de desigualdad. Lamentablemente, aunque hicimos todos los esfuerzos para que a nadie le falte una vacuna o un respirador, no pudimos poner todo el esfuerzo en que haya más distribución de la riqueza.

-Pero incluso con la pandemia. ¿No te gustaría un gobierno más transformador?

-Puede haber algunas discusiones. Vinimos a achicar la brecha de desigualdad. Lamentablemente, aunque hicimos todos los esfuerzos para que a nadie le falte una vacuna o un respirador, no pudimos poner todo el esfuerzo en que haya más distribución de la riqueza.

-¿Cuánto hay de error propio?

-Seguro hay un margen de error propio. Pero no es la base de los problemas. Todos los momentos en que el Estado tuvo que decidir cosas importantes en estos dos años, decidió bien. Entre las multinacionales de alimentos y la gente, tratamos de garantizar el morfi para la gente.

-Pero los trabajadores están peor, están ganando menos que hace dos años.

-Sí. Eso sin duda. Pero la dirección del Gobierno no es desacertada. Es la dirección correcta en un maremoto. El gobierno anterior remaba en contra de la gente.    

-¿La pandemia no permite discutir sobre la orientación del Gobierno?

-Nosotros dimos discusiones. El sábado (7 de agosto) hicimos una manifestación enorme y estamos planteando la universalización de un salario básico para los trabajadores y las trabajadoras de la economía popular. Y pedimos recursos para fomentar el trabajo de la economía popular.

El plan social es una herramienta agotada. Hay que unificar todos los recursos que se usan en distintos programas y dotar de recursos, insumos, créditos no bancarios, materias primas y maquinarias a los trabajadores y trabajadoras de la economía popular,

-¿Qué hay que hacer con los planes sociales?

El plan social es una herramienta agotada. Hay que unificar todos los recursos que se usan en distintos programas y dotar de recursos, insumos, créditos no bancarios, materias primas y maquinarias a los trabajadores y trabajadoras de la economía popular, que en los barrios producen, generan servicios y pequeñas obras que mejoran la vida de la gente. Se trata de discutir cómo orientamos los recursos en la salida de la crisis. Así como las grandes empresas les dimos el ATP, veamos qué parte de eso también destinamos a los emprendimientos cooperativos. Hay que urbanizar 4.400 barrios populares. Con eso se puede generar pequeña obra que emplee a la población de esos mismos barrios y que genere sueldos de dignidad.

-¿Qué te produjo la foto del Presidente participando de un cumpleaños en Olivos, en el peor momento de la cuarentena, cuando mucha gente ni siquiera podía despedir a sus seres queridos, y cuando el propio Presidente decía que iba a detener a quienes infrigieran las normas?

-Hubo un error. El Presidente lo reconoció como tal y está bien reconocerlo. De todas maneras, hay que dejar en claro que la oposición usa esto para hacer campaña y no hay que confundir a nadie: el macrismo destruyó el país, social y económicamente. De ese desastre nos hicimos cargo y estamos saliendo de a poco.

GS/WC

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