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Opinión

Decálogo de una victoria: Massa en “modo toro”

Sergio Massa, la semana pasada, con gobernadores peronistas.

Nicolás Bevilacqua

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Sergio Massa construyó liderazgo desde el día que decidió asumir en el Ministerio de Economía. No quería ser ministro, menos de economía. Buscaba centralidad política. No le bastaba la presidencia de la Cámara de Diputados para timonear un barco a la deriva. De hecho, no pretendía ser la cara de un gobierno que fracasaba día tras día. Ahí, adentro del Palacio, sólo era un simple acomodador. Solucionaba conflictos menores, rispideces internas y cada tanto ajenas. Él, como buen futbolero, sabía que el partido se estaba jugando en otro lado y solamente lo miraba desde la platea, gritaba cuando las medidas eran malas y nada más. No estaba cómodo.

Pero vio una oportunidad, de esas que Argentina te da en los momentos menos pensados. Fue audaz, ambicioso y arriesgado. Total, perdido por perdido. Ya había vuelto al kirchnerismo después de haberlos aplastado electoralmente en 2013. Las vueltas de la vida. También había sido candidato a presidente en 2015: medalla de bronce. Coqueteó con el macrismo a principios de 2016 y en las legislativas de 2017 no le fue bien: otra vez tercero. Venía de capa caída hasta que el peronismo, casi en su totalidad, se unió en 2019 y arrasó en las urnas derrotando a Macri y prometiendo un gobierno de coalición con tres referentes: Cristina Kirchner, Sergio Massa y Alberto Fernández. En ese orden de importancia y de volumen político.

Cuando asumió en el Ministerio de Economía construyó una figura super poderosa, criticó sin piedad a Martín Guzmán por las medidas económicas y recordó duramente a Mauricio Macri por el mayor empréstito de la historia. Sacó a relucir sus relaciones internacionales, sobre todo con Estados Unidos y consiguió lo que quería: demostrar que era un hombre de Estado. Estaba en su salsa, aunque no lo acompañaban los resultados. 

El gobierno era una murga. No había vasos comunicantes. Los líderes no se hablaban y jugaban a la ruleta rusa todos los días con declaraciones altisonantes, operaciones tremendistas y todavía el peronismo no tenía un candidato. Cuando los tuvo fueron débiles, con poco conocimiento y escaso consenso. Massa callado, prescindente. Por primera vez mostraba templanza y escondía su ambición. Sin embargo, construía túneles de poder, hablaba con gobernadores, intendentes y dirigentes de todos los colores. Lo demás es conocido por todos: lo bajaron a Daniel Scioli, le avisaron a Eduardo De Pedro y Massa coronó una candidatura de unidad.

Orden y progreso en Unión por la Patria comandado por Massa:

1.  Dejaron de discutir insoportablemente temas hoy irrelevantes que no le interesan ni le cambian la vida a nadie. Al menos en la urgencia: consejo de la magistratura, juicio a la Corte, entre otros tópicos fuera de la realidad.

2. Se puso sobre la mesa la recuperación del poder adquisitivo. Cómo se reparte la torta, a quienes, cómo y cuándo.

3. Se fortaleció la organización electoral y con eso la conducción política quedó más clara.

4. Se entendió que los derechos colectivos son más importantes que los individuales. Más aun cuando son tan estructurales. Poblar dignamente con loteo social, descontar el IVA, por mencionar dos temáticas bien distintas de impacto real.

5. Se hizo campaña de un presidente, abandonando la aventura del proyecto. Lo concreto sobre lo abstracto.

6. Se encontró nuevamente, por fin, un enemigo del pueblo y no de la política. Con lo cual se amplía la disputa electoral en la conversación pública. Todos somos candidatos 

7. Se aplacó la interna política (un poco) y se mudó de casa (a Juntos por el Cambio).

8. Ante el discurso virulento, distópico hubo calma y sensatez. Se callaron los impresentables internos, dejaron de aplaudir las focas.

9. Medidas a tiempo, audaces y riesgosas. Sin vergüenza y con humildad (no le quedaba otra).

10. Massa es candidato a presidente y tiene que seguir solo hasta el balotaje: en carteles, en actos y en decisiones. Sin exegetas. 

Bonus track: los intendentes y los gobernadores no le dieron esos millones de votos entre PASO y Generales. Fue Massa y los 10 puntos anteriores.

Ah. Y Massa se muere por ganar. Tiene muy presente que nunca más al lema derrotista y egoísta del mientras peor, mejor. Mientras peor, peor. Siempre.

(*) El autor es periodista y consultor político.

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