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opinión

¿Por qué “nos encanta” Maslatón?

Carlos Maslatón

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“Nos encanta Maslatón”. Muchos podrían repetir a coro la afirmación de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner en la entrevista de C5N. Con 64 años -y una trayectoria política que nos lleva al hoy olvidado liberalismo conservador de la Unión del Centro Democrático (UCeDé) en los años 80-, Carlos Maslatón ha entendido a la perfección el mundo en la era internet, donde fue construyendo un personaje que aparece demasiado impostado y demasiado genuino al mismo tiempo. 

Su popularidad, al menos en ciertos nichos, se volvió tan resonante que el canal kirchnerista C5N decidió contratarlo como panelista estrella y fue en ese contexto que la vice dijo aquello de que “a mi me encanta Maslatón”.

¿Pero qué explica el fenómeno Maslatón? Quizás el simple hecho de que rompe la grieta -y los discursos previsibles y prefabricados- desde el absurdo.

Dice que va a votar a Milei por “disciplina partidaria” cuando La Libertad Avanza (LLA) si algo está lejos de ser es un partido; anuncia una y otra vez que su voto será para el candidato paleolibertario y no hace otra cosa que denunciar que LLA se volvió un nido de fascistas; dice que en el balotaje votará por el peronismo contra el… comunismo de Juntos por el Cambio; defiende que la mejor política es la de los políticos profesionales -la denostada “casta”, según los libertarios-.

Maslatón, es verdad, siempre sorprende. Por ejemplo, critica al precandidato Horacio Rodríguez Larreta de una forma que resulta curiosa para cualquier mortal: “Quiere hacer de Argentina un país del primer mundo y hay que evitarlo”, pontifica. El modelo a defender, dice Maslatón en su propia bio de Twitter, es el “capitalismo popular del Tercer Mundo”. Mientras los argentinos “europeos” se habrían hecho socialistas; la Argentina “amerindia” es la guardiana del verdadero capitalismo/liberalismo. Maslatón popularizó el término “barrani” (al margen de la ley, en árabe hispánico) para defender la economía informal y el no pago de impuestos. En la pandemia, se hizo viral en las redes posteando fotos de sus almuerzos y cenas “desde la clandestinidad”, a menudo platos caros de pescados, como una forma de resistencia frente a la dictadura sanitaria “maoísta”. La gracia de Maslatón, entre otras, es que utiliza, en un formato ultraactual, un léxico de Guerra Fría, además de una serie de palabras claves, como su famoso “procedan”.

Siguiendo con sus articulaciones ideológicas creativas, llamémoslas así, en la guerra de Ucrania defiende a la “Unión Soviética” y odia a Zelensky. Y toma posición sobre todos los temas: puede ser proMarruecos antiFrente Polisario, una cuestión muy presente en España pero incomprensible en Argentina, y un tuit más abajo discutir con los fans de la cantante pop Taylor Swift. 

Maslatón tiene, en internet, seguidores que fingen comprender el combo ideológico que propone el exfundador de la Unión para la Apertura Universitaria (UPAU), la organización juvenil que se asoció a la UCeDé y ganaba centros de estudiantes en la UBA (lo que muchos millennials y centennials olvidaron). Sus followers repiten sus latiguillos: loko, ¡Proceda!, Téngase presente, que dio nombre a un libro de próxima aparición. Y conocen y festejan todos los gustos del “Gordo”. Qué agua mineral toma, a qué temperatura, qué jabón usa para bañarse y cuánto gasta en ello anualmente, dónde come sushi… su filosofía es que jamás se come en casa; en su caso ubicada en el tradicional edificio Kavanagh de Retiro.

Parte de su folklore maslatoniano consiste en postear fotos con chicas sexies con las que dice reunirse para hablar de bitcoin (profesionalmente, se dedica a las finanzas), en un juego que, a menudo, tiene a su esposa en la mesa pero fuera de la cámara. También puede postear fotos de año nuevo desde Puerto Príncipe, “República de Haití” (un país bastante barrani; de hecho muchos libertarios exaltan a Somalia como una nación sin Estado). O pedir una visa para Argelia, “para ir a ver qué pasa”, hablándole al empleado de la embajada de “La Batalla de Argel de Pontecorvo, del FLN, de Ali La Pointe, de Bouteflika, del método represivo francés en Argelia aplicado en Argentina por el ‘proceso’”. Los argelinos sospecharon y se la rechazaron. Y no funcionó su queja tuitera ante el propio presidente Abdelmadjid Tebboune.

Impulsor de Javier Milei desde la facción liberal Avanzan los Aliados (ALA), terminaría luego enemistado a muerte con el entorno del paleolibertario -su hermana Karina y su operador Carlos Kikuchi- e inmerso en una guerra contra el propio Milei y sus seguidores. Tuitea contra Milei 24/24. El paso siguiente fue una acentuación de su antigorilismo, lo que lo llevó a volverse popular en un peronismo en crisis a fuerza de criticar al antiperonismo o a los negacionistas de la última dictadura. Eso no le impide votar por Isabel Díaz Ayuso, del ala derecha del Partido Popular español, en nombre de la “libertad” -eslogan que Ayuso enarboló contra las restricciones sanitarias durante la pandemia-. Si hace unos años acusaba a Cristina Kirchner de estar entre los gobernantes más corruptos y la responsabilizaba por el asesinato del fiscal Nisman, ha dado un giro de 180 grados que, junto a sus elogios a Massa, solo provoca insultos de los mileístas. Su explicación: el kirchnerismo apuntaba a ser Venezuela pero frenó a tiempo y se mantuvo en el campo de la democracia… y la crisis actual es más responsabilidad del “macriísmo” que del kirchnerismo.

Todo cierra en el planeta Maslatón, solo hay que acceder a su “lógica profunda”, o al menos eso parecen creer sus fans; al mismo tiempo Maslatón ya no puede salir del personaje que creó, o simplemente es. Últimamente, en Twitter, recibe cataratas de insultos, lo que parece ser una fuente de placer del exconcejal (1987-1991) (“el único cargo púbico que ocupé y ocuparé”, repite una y otra vez).

Más allá de su dimensión extravagante, Maslatón ha logrado instalar una idea que tuvo un recorrido curioso: mientras que todo el mundo decía que la economía argentina se iba al diablo -incluso su referente político, Javier Milei, anunciaba una híper inminente- él se pasó defendiendo, como en una campaña evangelizadora, la tesis del “bullish” (la economía argentina se va para arriba). Una visión sustentada en unos gráficos hechos a mano y colocados como posteo, y las fotos de los platos en restaurantes top, a precios supuestamente bajísimos en dólares y pagados con “papel pintado” (pesos). Pero lo cierto es que algo de esa idea del bullish y lo barrani (economía no registrada que explica parte del consumo actual) terminó por servir para defender al alicaído gobierno de Alberto Fernández, casi sin defensores, más que los argumentos de cualquier funcionario (el propio presidente retomó este argumento). Y para captar un aspecto particular de la crisis, con bajo desempleo y muy alto consumo, que la distingue de la de 2001.

Personalmente, Maslatón logró reinventarse como community manager de sí mismo, pero más aún, sus posiciones “imprevisibles” -a veces sin lógica aparente- son posiblemente el síntoma de la situación particular del país y del mundo: el debilitamiento de las ideas/relatos tradicionales y su desafío por una derecha con tintes bizarros. Pero, al mismo tiempo, Cristina usó la palabra justa: “Me encanta Maslatón, no pienso en nada como él pero me divierte mucho”. Maslatón resulta divertido en un país políticamente aburrido de sí mismo.

PS/MG

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