La encrucijada de Cristina: Massa, Wado o un sacrificio final para resistir lo que viene
-¿Por qué lo trajiste?
-¿Vos te crees que soy boludo? Lo invité porque hoy estuve con Cristina, le dije que cenaba con ustedes y ella me pidió que lo invite.
Ni Sergio Massa ni Eduardo “Wado” De Pedro, protagonistas de la conversación que según la leyenda ocurrió cuatro años atrás en Tigre, sabían que unos pocos días después el indeseado comensal invitado, a quien Massa había pasado a buscar en su auto, sería presentado como candidato presidencial en la fórmula Fernández-Fernández. La cena fue el miércoles, 15 de mayo, 72 horas antes del anuncio, y otro de los presentes, Máximo Kirchner, tampoco parecía estar al tanto de esa bomba en proceso o, al menos, lo disimuló con destreza.
Esa noche se habían citado en la casa de Massa en Tigre porque, en una juntada anterior, en el quincho de la terraza de la casa de De Pedro, en San Telmo, advirtieron la lucecita roja de un dron que los sobrevolaba y, según creyeron, los espiaba. Intentaron derribarlo, sin éxito, y desde entonces las juntadas en las que se tejió lo que luego sería el Frente de Todos (FdT), se hicieron en el norte del conurbano. Fue allí donde la mesa de truco, con cuatro jugadores, a mediados de mayo del 2019 se convirtió en una mesa de póker, con cinco butacas.
El quinto comensal era Alberto Fernández, sobre quien De Pedro había expresado recelo ante Massa por cómo se movía y la autonomía con que hablaba en nombre de Cristina. Esa tarde, la dirigente había charlado con Massa y al saber del encuentro de la noche, le pidió que sume a su operador. Cuatro años más tarde, la relación Fernández-De Pedro está rota, el diálogo entre el presidente y Máximo se limita a algunos mensajes, mientras se espera, otra vez, que se reactive el teléfono rojo entre los Fernández. Existe, desde hace unos días, una militancia persistente del albertismo para que el presidente llame a Cristina. ¿Ocurrió en estas horas? ¿Ocurrirá en las próximas?
El nombre para perder
-Para perder con Massa, es mejor perder con Wado.
El diagnóstico de derrota inevitable que Cristina Kirchner inauguró en marzo del 2022 en medio del escarceo por el FMI, tocó el máximo nivel del pragmatismo brutal en el corazón del cristinismo: evolucionó del qué al cómo, terminó de metabolizar un destino electoral irreversible para comenzar a ensayar ecuaciones sobre las mejores formas de enfrentar el día después, un tiempo de despoder cuya dimensión y alcance es un enigma. ¿Es posible retener la provincia si se pierde, mal, la Nación? ¿Cuántos distritos del conurbano están en riesgo?
La frase sobre con qué candidato es preferible perder se escucha en el primer anillo de Máximo Kirchner y, aunque lo que el diputado piensa y quiere no siempre es lo mismo que cree o pretende Cristina, lo cierto es que la unidad mínima indivisible del poder K es la mesa de dos que comparten madre e hijo. Es Máximo, incómodo y a desgano, quien avisa que la vice no será candidata. Volvió a hacerlo esta semana cuando brotó, a pesar de los indicios que dejó en su último discurso en el Teatro Argentino de La Plata, el operativo clamor que incluye la idea de un sacrificio: que sea candidata, aunque sea para perder, pero para garantizar la mejor performance que le permita al FdT juntar músculo para resistir lo que viene.
Es Máximo, también, quien comenzó a virar sus percepciones sobre la viabilidad del plan “Massa 2023”, la hipótesis según la cual Cristina, al menos implícitamente, podría bendecir la candidatura presidencial del ministro de Economía. Aun si el tigrense lograse una reconfiguración profunda, que solo él y su equipo imaginan, a la vice le seguiría resultando muy difícil transferir sus votos hacia Massa. En 2019, con menos recelos sobre Alberto Fernández, tuvo que ir de dos en la fórmula, casi como garante, para imantar el voto puro y duro. Intervino, claro, el desastre perfecto de Mauricio Macri. “Cristina se creyó eso de que con Cristina no alcanzaba... y bueno”, reflexionan en la cercanía de la vice, una de las terminales que daría lo que tiene para que ella acepte ser candidata pero, admite, no ve razones para que eso ocurra. “Nada hace pensar que por delante no haya una derrota electoral. ¿Le vamos a pedir a Cristina que vaya a perder?”, se queja.
El TW de Cristina
Así y todo, Cristina emite indicios de que la alternativa Massa está todavía en su menú. En su encrucijada, la vice permite que convivan varias alternativas aunque ninguna sea una carta ganadora. Así como no acalla a los que salen a gritar su candidatura presidencial, la semana última le dedicó un tuit al exministro Nicolás Dujovne con el único objetivo de recordar la matriz original del acuerdo con el FMI que ahora Massa, con su consentimiento, trata de reconfigurar. Antes, reeditó comentarios de Carlos Melconian y de Mauricio Claver-Carone, el expresidente del BID. La vice martilla con la hora cero del préstamo del fondo que negoció Macri como si percibiera que esa memoria se diluye.
Según desliza un entornista de Massa, desde hace algún tiempo se espació la comunicación entre el ministro y Máximo. De acuerdo a la misma fuente, el tigrense tiene el Telegram abierto con Cristina con quien consulta cada medida y notifica toda novedad. ¿Es eso garantía de respaldo eterno? Martín Guzmán tenía el mismo método, hasta que los mensajes que enviaba al celular de la vice y luego de su secretario dejaron de tener respuesta. Cuando, intrigado, se lo comentó a Santiago Cafiero, el canciller le relató que a él le había pasado lo mismo: de un día para el otro le cerraron los teléfonos y la lluvia ácida se incrementó hasta que su permanencia como jefe de Gabinete fue insostenible. Massa cree que su suerte será otra.
“A Sergio le conviene no ser candidato: llegar hasta el 10 de diciembre, terminar la gestión como ministro, entregar la llave de Economía sin un estallido. Si hace ese sacrificio sobrevive políticamente y, más adelante, se lo va a reconocer la gente”, teoriza una figura del ecosistema K que quiere a Cristina candidata pero avisa que no votará a Massa sin pasar por una PASO. Es lo que grita, con un poco menos de pólvora incendiaria, Juan Grabois. En lo que parece haber coincidencia, dentro del dispositivo kirchnerista, es que Massa quiere ser candidato.
Nombres nada más
Un funcionario que habla con Massa, e interactúa con la vice, traza una diagonal compleja: advierte que Cristina no puede decirle a Massa que no sea candidato ni, tampoco, puede aventurarse a bendecir a alguien que compita contra el ministro. La única solución sin esquirlas sería que Massa decida no ser porque entienda que no puede ser. Y, hasta acá, no hay indicios de eso. “Muchos se apuraron en velarlo a Sergio, sacarlo de la cancha, pero él siempre está para un partido más”, apuntan cerca del ministro. Con estadías cada vez más extensas en Buenos Aires, el catalán Antoni Gutiérrez-Rubí ensaya todas las semanas abracadabras para convertir los problemas de la gestión en virtudes, cada tropiezo en un rasgo de resiliencia y voluntad.
En el massismo deslizan, además, dos criterios puntuales. Advierten que quien acompañase a Massa en una eventual boleta presidencial no debería ser un ultra K -“No puede ser Wado”, personalizan- ni que tampoco se podría someter al ministro de Economía a competir en una PASO. A lo sumo, y es discutible, podría aceptar una primaria con un candidato de menor envergadura, un Grabois, en la medida que el fuego amigo no termine siendo excesivamente nocivo para el día después. Como se habla de mujer y del interior, el nombre que circula es Claudia Abdala de Zamora, la senadora y esposa del gobernador de Santiago del Estero, Gerardo Zamora. Algo ocurre con ese nombre, porque en otros campamentos la mencionan como eventual compañera de fórmula de Wado.
La nueva versión del clamor por Cristina asomó en la semana en la que De Pedro anudó una serie de gestualidades que lo muestran como candidato. Ricardo Quintela, gobernador de La Rioja, lo postuló para la presidencia en un acto público, luego los senadores del FdT lo recibieron en su bloque y días después, además de tener una cumbre con Martín Insaurralde, jefe de Gabinete bonaerense, se mostró con Grabois que avisa que estaría dispuesto a bajar su candidatura si Wado se anota como presidente.
El cristinista
De Pedro no dice que será candidato, pero se mueve como tal. Habla, sale de gira, hace notas en TV y radio, también montó un dispositivo donde contrató, como contó Letra P, al consultor Guillermo Garat que escoltó a Jaime Durán Barba. No es el único exduranbarbista que aportó ideas y sugerencias a candidatos del FdT. Rodrigo Lugones integró por un tiempo el equipo que trabajó con Leandro Santoro en la ciudad. Ya no.
“Wado es el único que está haciendo la tarea de candidato. Los demás, ninguno la hace: Sergio, porque no puede. Scioli, porque no está acá”, dicen en el wadismo que finalmente logra empatizar con Axel Kicillof en un interés compartido: Kicillof le sirve que arriba aparezca otro candidato que mida, así dejan de empujarlo hacia arriba, y a De Pedro le sirve que el gobernador se concentre en la provincia así, de una vez por toda, puede aspirar a consolidarse como el candidato K, ser el plan B ante la certeza de que Cristina no será postulante.
En el Senado insisten que la decisión es irreversible y cuentan que Cristina rechaza todas las alquimias que le sugieren. Ser candidata por la provincia o, incluso, una propuesta bastante extravagante: competir para el Parlasur, algo que le permitiría aparecer en las boletas de todos el país -ese tramo va segundo detrás del de presidente- y gambetear la tesis de que la acusen de buscar fueros, ya que los parlasurianos no los tienen. Puede dar fe Milagro Sala. “Presidenta o nada”, dice alguien que la conoce mucho.
La variante “Wado” esconde un riesgo. Así como una postulación presidencial de Cristina cancelaría toda PASO o la aparición de Massa como candidato de la mayoría le sacaría intensidad competitiva a la primaria, si el candidato de Cristina es Wado, parece inevitable que enfrente aparezca un candidato “del PEN”, sea Scioli o Agustín Rossi. Ahí el interrogante refiere a si existe la posibilidad de que un candidato de Cristina pierda una PASO peronista, lo que sería un tropiezo histórico. Forma parte de la encrucijada de Cristina: someter por primera vez a su espacio a una interna con otras versiones del peronismo.
De ahí surge el planteo de que es preferible perder con los propios que perder con los ajenos. Ese rol sería para De Pedro, en una PASO con Scioli y con Massa como candidato a senador por la provincia de Buenos Aires, una manera de pagarle por el sacrificio de haber sido ministro en este tiempo terrible. Lo demás es pensar para un tiempo de resistencia, de versión opositora del kirchnerismo, ante -en el mejor de los casos posibles- Patricia Bullrich. En las encuestas que leen Cristina y Máximo, la exministra derrota de punta a punta del país a Horacio Rodríguez Larreta en la interna del PRO.
“Cristina mira al invierno del 2024”, titula un bonaerense y expone que el kirchnerismo se prepara para resistir el ajuste que viene, un repliegue con pureza K, para lo cual es preferible perder con uno propio que con un primo, como Massa. En otro despacho, alguien recuerda que, en 2017, Cristina Kirchner le pidió a los candidatos de Unidad Ciudadana que firmen un compromiso, sin valor jurídico pero con valor político, de que si abandonaban el bloque, debían entregar la banca.
PI
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