Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Elecciones provinciales en Santa Fe

“Justicia habrá cuando haya perpetua”: la memoria por Máximo Jeréz y el crimen narco que atraviesa el voto en Rosario

Máximo Jeréz tenía 12 años cuando fue asesinado en una balacera narco en Rosario, el pasado 5 de marzo.

Mauricio Caminos / Enviado especial

Rosario —

0

“No sentimos justicia hasta que los condenen a perpetua. No perdemos las esperanzas”. Julio Jeréz habla pausado, como para adentro suyo: frases cortas y un volumen bajísimo. Está en la puerta de la Escuela Bilingüe N° 1344 “Taigoyè” construida para la comunidad Qom-Toba en el norte de Rosario. Acá estudiaba su hijo Máximo Jeréz, de 12 años, hasta que una bala perdida en un enfrentamiento narco lo mató en la madrugada del 5 de marzo pasado, cuando caminaba junto a sus primos por el barrio Los Pumitas para comprar una gaseosa. Entonces, los vecinos quemaron el búnker narco y el caso tuvo resonancia nacional. Hoy el establecimiento donde estudiaba es una de las escuelas donde los santafesinos votan en las PASO provinciales. 

Jeréz se refriega los ojos para evitar las lágrimas, pero no llama la atención a su alrededor. Mientras habla, delante suyo un hombre se acerca a la fachada de la escuela para revisar los afiches pegados con los nombres de los precandidatos. Otro grupo de personas busca en el padrón que está en la pared su apellido para saber dónde votar. La Justicia Electoral dispuso seis mesas en la escuela: de la 4464 a la 4469.  

En el aula donde iba Máximo no se vota. El espacio –en el primer piso– está vacío y con los pupitres acomodados. Domina el silencio. El pizarrón para fibrón luce su blancura. Las paredes –mitad celeste y blanco– están impolutas. En el séptimo grado no hay ninguna pista que lo recuerde. Su nombre no aparece en el listado de alumnos que se lee en la puerta. La seño Patricia tiene hoy 19 estudiantes. “Esta maestra educa con el corazón”, dice un cartel. “Bienvenidos. Somos los de 7°”, se presenta otro, adornado con emojis y memes. 

“Fue un impacto para toda la comunidad educativa. La gente del Ministerio de Educación nos dio asistencia, pero en el día a día la que está siempre es la maestra”, dijeron a elDiarioAR en la dirección de la escuela. “A Maxi le gustaba venir. Y de acá se iba a fútbol”, recuerda su padre. Jugaba en el club barrial Los Pumas, con la 11. “Como Di María. Y como él se hizo de Central, pero también era de Boca, como yo”, dice Jeréz. Viste un pantalón de Boca Jrs, un pulover de tres colores y una gorra con las tres estrellas de la AFA. 

Rosario violenta

La Taigoyè está marcada por la coyuntura de violencia narco que atraviesa Rosario: este año ya balearon dos veces la fachada del edificio. La primera el 8 de abril, la segunda el 23 de mayo. Ambas fueron por la noche, sin alumnos en las inmediaciones. Es parte de una estrategia de las mafias para generar pánico social, como fue el resonante caso del supermercado de la familia política de Lionel Messi, el 1 de marzo, cuatro días antes del asesinato de Máximo. 

Esos episodios se enmarcan en la violencia estructural que desangra a la ciudad: Rosario supera en cuatro la tasa de homicidios nacional, con 22 homicidios por cada 100 mil habitantes, cuando el promedio argentino es de 4.6, según datos oficiales. Se asemeja, en cifras, más a Brasil o Colombia. Al 30 de junio se habían registrado 145 crímenes, principalmente por disputas de territorios de ventas de drogas. “Nos robaron la ciudad que teniamos con paz. Eramos un pueblo grande”, comentó a elDiarioAR un votante este domingo.

La segunda vez que balearon la Taigoyè los narcos no anduvieron con metáforas: dieron tres tiros a la pared frontal y dejaron las vainas servidas en la puerta junto con un cartel con una advertencia para las autoridades del penal de Piñero: “Director de Piñero, Alcalde y personal de requisa: dejen de verduguear a las visitas de los alto perfil porque van a seguir matando gente. ¿Quieren tranquilidad?”.

La semana pasada, el juez Florentino Malaponte dispuso la prisión preventiva efectiva para cuatro imputados de esos ataques a la escuela. Los fiscales especializados en balaceras Valeria Haurigot y Franco Carbone determinaron que las amenazas fueron “perpetuados por instigación de Francisco R. desde su alojamiento en la Unidad Penitenciaria N.º 11 de Piñero”. En un mismo raid, su banda de tiradores atacó otra escuela de la ciudad, dos comisarías y el Complejo Penitenciario de Rosario. 

“Particularmente, pretendían, generar conmoción pública, infundir temor, causar intranquilidad en la población, de hecho en uno de los celulares encontrados hay un video donde uno de los noticieros está informando respecto a la suspensión de clase y estas personas están festejando riendo del hecho”, detallaron los fiscales en su informe, que agrega: “Notamos que el pago por el trabajo realizado desde la persona que está en la cárcel instigando el hecho se da una vez que le trasladan el video de la filmación de la balacera”.

Este domingo hay dos patrulleros de la Policía provincial apostados en las inmediaciones de la Taigoyè. Cuatro efectivos además custodian la puerta; uno de la Infantería, dejando ver su pistola reglamentaria y un cuchillo enfundado. El refuerzo de la seguridad lo dispuso el gobierno de Omar Perotti para las once escuelas baleadas en el último semestre. Unos 5800 policías custodian los centros de votación en toda la provincia; más de 1300 solo en Rosario. La crisis por las amenazas derivó hace un mes en una marcha de los docentes. “No es que se quiera atacar directamente a la escuela, pero aparece como un lugar para visibilizar el accionar de estas bandas”, denunció Juan Pablo Casiello, dirigente del gremio de docentes Amsafé.

De Chaco a Rosario

En los pasillos de la Taigoyè abundan los carteles en qom-toba. Un afiche expone las traducciones de algunos animales. “Saashenaqpi” es dorado. “Eraĝaepi”, luciérnagas. “Shimiagaechepi”, picaflor. “Qanagaye’pi”, caranchos. En el patio, una pintura fusiona la bandera argentina con la wiphala y el territorio de las islas Malvinas. Otro cuadro recuerda la masacre de Napalpí, la mayor matanza de pueblos originarios ocurrida el 19 de julio de 1924 en Chaco: unas 400 personas fusiladas por policías, gendarmes y colonos. El año pasado, en un juicio inédito e histórico, la jueza federal Zunilda Niremperger de Resistencia reconoció la responsabilidad del Estado: consideró que se trató de crímenes de lesa humanidad. 

Jeréz es chaqueño. Llegó a Rosario con su familia en 1991. Era un nene: hoy tiene 40 años, como la democracia argentina. Su tragedia es también una cara del país. Tiene la figura robusta, el rostro redondo, bigote cortito y barba en el mentón. Llegó hasta la escuela en una Guerrero Trip 110 con signos visibles de desgaste. Se dedica a hacer changas de albañilería. Vive con su pareja, el resto de los hijos y hasta un sobrino. Dice que en total son ocho. 

La noche del crimen de Máximo también balearon a otros tres menores. Eran sus primos de 2, 13 y 14 años, hijos de su tía Antonia, hermana de Julio. La bebe recibió un disparo en el brazo y sus hermanos en la boca y en el pecho. Los tres lograron sobrevivir. “Justamente esa noche iban a hacer una pijamada. Maxi no era que andaba por ahí”, recuerda Jeréz. 

La balacera que mató a su hijo estaba dirigida en realidad a Cristian Carlos “El Salteño” Villazón, quien manejaba la venta de drogas en Los Pumitas. Máximo quedó en la línea de fuego de sus atacantes: los hermanos Maximiliano y Nicolás Castillo, y Nicolás Torres. Ninguno supera los treinta años. Todos están presos, entre otros imputados por complicidad y amenazas. “Vivieron casi toda la vida en el barrio. Cuando empezaron a vender se apartaron de los vecinos”, dice Jérez sobre el grupo de “El Salteño”. 

Las imágenes de los vecinos envueltos en furia destruyendo el búnker donde vendía droga fueron transmitidas en vivo por todos los medios del país aquel 5 de marzo. Tres días después ingresaba al barrio la Gendarmería. Pero no los motivó el crimen de Máximo, sino la repercusión internacional que había desnudado la amenaza a Messi. Alberto y Aníbal Fernández enviaron unos 300 gendarmes y 125 policías federales en el comienzo del octavo desembarco de las fuerzas federales a Rosario desde 2014. El Gobierno se comprometió a enviar en total 1400 efectivos en total. Ese número aún no se completó. 

“Estamos bien. Los gendarmes están toda la noche, todo el día. Y hasta ahora está calmo el barrio”, asegura Jeréz. Reveló que Perotti se comunicó solo una vez con él y le prometió construir una garita para los gendarmes donde estaba el búnker narco. “Sigue el escombro ahí”, apunta. Tiene esperanza que las peleadas elecciones de este domingo marquen un cambio: “Capaz que sí. Hay que ver cómo. Quién gana, quién no gana. Pero igual a veces cambia algo”, analiza. Por ahora, reconoce, la cosa cambió: “Con los gendarmes la gente se anima a tomar un poco de mate afuera o los nenes se van a la placita”. 

–¿Antes tenían mucho miedo? –le pregunto.

–Llegaba a las 18 de la tarde y ya no se podía salir. Tenías que hacer mandados para comer por la noche temprano. Era el miedo que siempre pasaban las balaceras. 

–¿Siempre había balaceras?

–Siete u ocho veces pasó. La última fue cuando mataron a Máximo.

MC

Etiquetas
stats