Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Camino al 22-O Crónica
Motosierra, lluvia de dólares, Barrionuevo y el cruce generacional: apuntes de un fogonazo callejero de Milei

Milei agita una motosierra durante una caravana en pleno centro de San Martín, partido del conurbano bonaerense.

0

“¡Lo vio a Milei! ¡Lo tocó a Milei!”. El nene, no más de diez, con las manos tapándose la cara, llora como si hubiese tenido en frente al mismísimo Papá Noel una noche de Navidad. La madre lo abraza. Una señora mayor, también. Otro nene más petiso lo mira sin entender mucho. El padre le palmea la espalda y mira hacia la derecha. Hacia esa derecha a la que parece inclinarse el país y adonde ahora está Javier Milei subido a una camioneta 4x4 con su hermana Karina Milei y Carolina Píparo levantando los brazos o los pulgares, firmando libros o billetes, agitando una motosierra encendida, como si alrededor suyo no hubiese un millar de personas. ¿El nene llora de miedo o de alegría? Es lunes cuatro de la tarde en la esquina de Intendente Campos y peatonal Belgrano, corazón del partido de San Martín, distrito del conurbano bonaerense que gobierna el peronismo desde el 2011 y donde nació políticamente Sergio Massa. ¿Vino a mojarle la oreja?

La motosierra es el juguete de Milei en estas elecciones y ya es sticker en WhatsApp. Su símbolo del violento ajuste que promete contra el Estado, los políticos, “la casta”, ¿la Argentina? Un colaborador de su equipo, con gorra y tatuajes en los brazos, baja la motosierra de un colectivo ploteado de violeta con la cara del libertario y una frase que no deja lugar a la duda: “La única solución”. Prende el aparato a unos metros de la camioneta en la que está Milei. El ruido le abre el paso. Milei le cruza la mirada: “Damela”, le dice con un gesto. No sonríe, tiene el rictus desafiante. No parece estar jugando el posible presidente del país. Un improvisado pasamanos le termina alcanzando la motosierra. La levanta en el aire y la hace rugir. Detrás suyo alguien dispara una pistola lanza billetes. Llueven dólares falsos frente a la sede principal del Banco Provincia de Buenos Aires, la plaza y la municipalidad de San Martín. La gente grita. Enloquece. ¿Está loca de verdad? Todos corean: ¡Motosierra! ¡Motosierra!

“Ojalá sea presidente. Me gusta por todos los cambios. Mi nieta me hizo cambiar de idea. Tiene 21 años. Yo votaba antes a los otros partidos. Y de pronto, no sé, me hizo ver la diferencia de una cosa y la otra y digo, bueno, vamos a ver un cambio, si hay”. Dice María, 73 años, un globo blanco con el nombre de Milei en la mano, obvio, derecha. “Que se terminen los sinvergüenzas, los gobernantes sinvergüenzas, los políticos que se roban todo. También cambié. Antes votaba al kirchnerismo”. La interrumpe una mujer que la acompaña, que no dice su nombre pero sí su edad: 60. 

Son veinte la guardia pretoriana que rodea el Volkswagen Passat en el que llegaron los hermanos Milei a San Martín. Negro el auto, de negro los patovicas. “A Javier hay gente que le da una mano. Ni siquiera son profesionales, sino tipos que le dan una mano, medio corpulentos que los ponen ahí para que Javier pueda avanzar”, dice uno que conoce de adentro la campaña. De negro también está Píparo. Negro el humo de una bengala que prende un simpatizante. Negra la campera de cuero que se pone Milei apenas pisa la calle de San Martín. Negra la gorra que viste Karina. Así se lucen mejor las letras amarillas que rezan: “Las fuerzas del cielo”, la marca libertaria que sintetiza el versículo 19, capítulo 3 del libro de Macabeos, en el Antiguo Testamento: “En una batalla, la victoria no depende del número de soldados, sino de las fuerzas del cielo”.

“Sigo a Milei, básicamente, porque escuché su discurso, escuché el de los demás y la verdad es que el de él es el único que propone una solución a largo plazo para que Argentina deje de ser como está (sic.), no sé, para que podamos tener una vida normal”. Pablo, 19 años, campera de jogging negra, remera blanca Levi’s con una bandera de Estados Unidos en el pecho, el libro de Milei “El fin de la inflación” en su mano, obvio, derecha, y gorra negra de “Las fuerzas del cielo”.

Además de los patovicas, una murga va al frente de la caravana. Otra vez domina el negro, acompañado por el blanco y el rojo, los colores de Chacarita Jrs., club insignia de San Martín donde todavía tiene influencia Luis Barrionuevo, jefe histórico del sindicato de los gastronómicos, menemista en los noventa y flamante sostén de Milei. Su pacto político lo sellaron el viernes pasado en una conferencia que ofreció el candidato en Parque Norte, predio de los empleados de comercio, que conduce Armando Cavalieri. ¿Refrendaron ese acuerdo este lunes con la visita de Milei al centro de San Martín? “Ya estaba arreglado. Hay un itinerario. Vamos haciendo municipio por municipio, pero ya estaba previsto San Martín”, aclara un vocero de La Libertad Avanza. “Sobre el tema Barrionuevo, a Javier lo invitaron a hablar, fue y se fue. Hubo un malentendido sobre fundraising, de que Barrionuevo le está haciendo apoyo financiero... Nada que ver”, asegura otra fuente.

Desde la caja de la camioneta en la que avanza a paso lento, Milei le habla a una mujer en la muchedumbre. “Dame que te lo firmo”, le pide, aunque no se lo escucha. Entonces otra vez el pasamanos. Le alcanzan un billete de cien dólares de más de un metro de ancho. El diseño es de los nuevos. Cara grande, el que aceptan los arbolitos cuando cambian al blue. “Me gustan sus ideas. Un cambio nuevo. Algo nuevo. Antes no votaba a nadie. Siempre impugné el voto. Nunca voté a nadie. Y bueno, lo fui a ver la primera vez y me encantó, así que mi voto va a ser para él”: Graciela Marcucielo, 52 años. Levanta con sus dos manos el billetote autografiado. “Lo voy a votar porque le tengo mucha fe, que va a sacar el país adelante, que vamos a estar mucho mejor. Antes voté a Fernández. Cambié porque le tengo fe y por todo lo que dice. Creo que todo lo que dice es verdad”. Dice Sandra, 47 años, en la mano otro dólar-Milei autografiado, pero de tamaño real.

Y nos decían “fenómeno barrial”. Canten conmigo: ¡Fenómeno barrial! ¡Fenómeno barrial!, arenga un veinteañero con un megáfono en su mano, obvio, derecha. Tiene mieeeedo, la casta tiene mieeeedo, sigue después. Los hits libertarios suenan con batucada, sirenas, bocinas y petardos de fondo. La caravana de Milei hace veinte metros en media hora. Pero no son muchos más ocupando la calle: apenas los suficientes para hacer un ruido ensordecedor y detener el paso del tren de vehículos libertarios: una camioneta que lleva a periodistas y fotógrafos delante de la del candidato y su troupe, el Passat negro, atrás otra 4x4, dos colectivos ploteados, dos combis y una camioneta utilitaria. Al final, cuatro policías en moto cierran la manifestación. Eso es todo. ¿Un fenómeno o fogonazo político que irrumpe en la calle como hizo en las urnas? ¿O llegó para quedarse? La caravana languidece hacia la derecha de la escena. A la izquierda, cruzando la plaza, a no más de cien metros, la postal cambia radicalmente, pero parece haber esquirlas simbólicas del mileísmo. Un florista se pierde en la pantalla de su celular. Una señora pasea al perro. Un vendedor ambulante discute con un peatón: “¡Aguante Chaca!”, le grita sin cortar el paso. “Aguante tu hermana”, le retrucan. 

MC

Etiquetas
stats