Cuando el estratega eclipsa al candidato: una semana con Santiago Caputo en primer plano

Durante más de un año, Santiago Caputo cultivó un estilo silencioso, escurridizo, hermético. Un operador sin firma ni cargo, pero con influencia. Un nombre que se pronunciaba en voz baja, aunque resonaba fuerte en cada decisión de Javier Milei. Esta última semana, sin embargo, rompió el molde: decidió exponerse. No solo a través de posteos en X, mediante sus cuentas anónimas, como es habitual. Esta vez, Caputo puso el cuerpo. Se dejó ver. Y lo hizo dos noches seguidas. Una sobrepresencia que, puertas adentro, alimentó las intrigas.
El lunes, en la cena anual de la Fundación Libertad, Caputo se sentó en una de las mesas principales del salón. No estaba solo: lo rodeaba su “equipo de trabajo”, conformado por el legislador Agustín Romo, la abogada Macarena Alifraco, el referente libertario de Tres de Febrero, Lucas “Sagaz” Luna y los estrategas digitales Juan Pablo Carreira y Tomás Jurado. Todos integrantes de la agrupación Las Fuerzas del Cielo, que por estas horas protagoniza una interna cada vez menos silenciosa con el armador Sebastián Pareja en territorio bonaerense y cuyas intenciones son desembarcar próximamente en las provincias de Salta y Jujuy.

Durante la velada en Parque Norte, Caputo habló largo y tendido con Cristian Ritondo, se acercó a saludar a Luciano Laspina y caminó entre las mesas con paso firme. En uno de los intervalos incluso tuvo un breve cruce con Mauricio Macri: se dieron la mano, intercambiaron un par de palabras y sonrieron con cortesía, sin dejar de marcar la distancia. Fue un saludo protocolar, pero observado con lupa por todo el salón. La imagen de la noche.
El dato no era menor. La Fundación Libertad es históricamente un enclave del PRO. Caputo se instaló como actor visible de una escena que, por tradición, era ajena al mileísmo. No fue por una postal: fue a marcar territorio.

La silla de Milei, oficialmente reservada para él, fue ocupada por su vocero, Manuel Adorni. El ahora candidato porteño habló en nombre del Presidente, defendió la gestión, apuntó contra el kirchnerismo y cerró con una frase de ADN libertario: “La libertad no se pide, se toma”. Pero su exposición se vio opacada por la irrupción silenciosa —y estratégica— de Caputo, que concentró buena parte de las miradas. Fue el primero de los dos actos consecutivos donde la figura del vocero quedó desdibujada.
Veinticuatro horas más tarde, Caputo volvió a moverse con protagonismo. Esta vez, en el Canal de la Ciudad, durante el debate de candidatos porteños del martes pasado. Llegó a las 19.26, con un traje beige que contrastaba con los tonos oscuros del protocolo. Caminó hasta la mesa de acreditaciones, tomó la credencial del reportero gráfico Antonio Becerra, que lo apuntaba con su cámara, la sostuvo unos segundos y le sacó una foto con su celular. No explicó nada. El gesto fue intimidante. La escena se viralizó y generó repudio inmediato entre colegas. El protagonista, como casi siempre, eligió el silencio.

Una vez dentro del lugar, el consultor tampoco pasó desapercibido. Cruzó a su “amigo” Ramiro Marra con una frase seca —“Maleducado no soy”—, pero tampoco pasó a mayores. Se mantuvo cerca del círculo del candidato oficialista y, una vez más, terminó robándose el foco que debía recaer en Adorni, el verdadero protagonista de la jornada.
En todos esos escenarios, Caputo fue el único vértice del “triángulo de hierro” que se hizo presente. Ni Milei ni Karina acompañaron. El asesor ocupó un vacío y lo hizo con despliegue. Pero no sin consecuencias.
Más dudas que certezas
La relación entre Caputo y Karina Milei atraviesa una tregua funcional. Luego de meses de rumores de cortocircuitos, las señales públicas muestran un entendimiento renovado, aunque el equilibrio es fragil. Y esta semana volvió a tambalear. Sobre todo porque la hiperactividad del asesor eclipsó a Adorni, el candidato elegido por la secretaria general de la Presidencia. Por más que se buscó minimizar la polémica (“La intención de Santiago era efectivamente ver cómo había salido en la foto”, desdramatizó, irónico, el vocero en conferencia de prensa), en el oficialismo hay preocupación: la sensación es que Adorni no logra todavía ser identificado por los votantes como la cara de Milei en la Ciudad. La recorrida conjunta del miércoles pasado por el barrio de Villa Lugano, bajo al consiga “Adorni es Milei”, hizo público ese nerviosismo.

Caputo tiene injerencia en áreas clave del Gobierno: la SIDE, ARCA (ex-AFIP), la UIF. Maneja resortes del poder sin tener que rendir cuentas. No figura en planillas oficiales ni tiene obligación de presentar declaraciones juradas. Eso, sin embargo, no lo exime de cargar con derrotas recientes que todavía resuenan. La más notoria ocurrió a comienzos de abril, cuando el Senado rechazó los pliegos de Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla para la Corte Suprema, una jugada que llevaba su sello. Fue su momento más delicado en lo que va del Gobierno. Aunque el golpe fue fuerte, no llegó a generar rumores de salida como sí ocurrió en agosto del año pasado, cuando el Congreso tumbó el DNU que ampliaba los fondos reservados para la SIDE.
Pero los ecos de esta semana corta e intensa no terminaron en redes ni en off de records. Volvieron a la Justicia. Facundo Manes, que ya había denunciado penalmente a Caputo por el escándalo del 1° de marzo en el Congreso, cuando el asesor lo increpó luego del discurso de apertura de sesiones ordinarias de Milei, presentó ahora una ampliación ante los tribunales de Comodoro Py. Según el diputado radical, el gesto intimidante contra el fotógrafo Antonio Becerra de Tiempo confirma “un patrón recurrente en la utilización de la amenaza coactiva” contra opositores y periodistas. La causa original había sido archivada, pero la apelación está en manos de la Cámara Federal.

Alrededor del poderoso asesor presidencial hay más interrogantes que certezas. ¿Acaso sus gestos son minuciosamente preparados de antemano? ¿Un ensayo de poder? ¿Una forma de “probar” a Karina? ¿O simplemente reacciones poco pensadas, empujadas por el impulso? En Balcarce 50, algunos interpretan que la inédita exposición de Caputo responde a un momento de transición interna, en medio de temas que no dejan de incomodar al oficialismo, como el caso $LIBRA. El problema no sería la iniciativa, sino el método.
La pregunta que sobrevuela ahora en los pasillos oficiales es una sola: si esa visibilidad fue una excepción o el comienzo de una nueva etapa. Porque si algo quedó claro esta semana es que el “Monje Negro” decidió salir de entre las bambalinas. Y cuando quien opera en las sombras intenta ocupar el centro del escenario, ya nada se mueve sin ruido.
PL/DTC
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