¿León está? A la sombra y sin abandonar los noticieros, así se vivió la asunción de Milei desde Plaza de Mayo

Un cartonero sin remera suelta su carro y se queja: “Cortaron todo”. Lo tiene a tope en la esquina de Rivadavia y San Martín, a metros de Plaza de Mayo. El Servicio Meteorológico Nacional dice que la temperatura es de 27°, Javier Milei acaba de jurar como presidente en el Congreso de la Nación y habla desde las escalinatas, a 19 cuadras o media hora caminando. Ese tramo está vallado en ambas veredas y detrás lo esperan fanáticos y votantes que cantan “Libertad”, “Cristina se va presa” y “Viva Donald Trump”.

Luego llegará a la Casa Rosada. Más tarde se sabrá que después de la foto de familia con los líderes del mundo saldrá al balcón a hablarle a los que lo esperan. Cantará Panic Show, la canción de La Renga, y entonará precisamente la estrofa que dice “Hola a todos, yo soy el león”. La plaza no está llena, sí con bastante gente, pero no repleta. El movimiento feminista, la militancia por la campaña por el aborto legal o quienes despidieron a Cristina Fernández de Kirchner en 2015 o recibieron a Mauricio Macri en la presidencia ese año, saben que eso no es un lugar colmado. Se puede transitar, hay huecos, espacio para sentarse en los bancos y sombra suficiente para todos. Para lo único que no hay lugar es para decir que no cabe un alfiler.

El amontonamiento sucede adelante, contra la reja que está justo enfrente de la Casa de Gobierno. Algunos se trepan, otros se suben a caballito de algún amigo porque quieren ver a Milei. Verlo bien, verlo en persona, quieren decir: “Yo lo ví”. Eso se escucha de alguna charla. El nuevo presidente es el de la tele y Tik Tok, es el que estuvo con Alejandro Fantino y discutió con María Laura Santillán. Es el novio de Fátima Flórez, la que imita a Cristina en el teatro o la mesa de Mirtha Legrand. Es el que les contestaba a todos, “el que terminó con el kirchnerismo”, le explica un hombre a otro mientras relojea los balcones por si el libertario aparece.

Milei es un personaje del espectáculo y las pantallas y, de hecho, la gente busca canales de noticias en Youtube o sintoniza radios AM en sus celulares como si estuvieran siguiendo un partido de fútbol. No quieren perderse nada, o, mejor dicho, quieren escuchar el relato del periodismo. Aunque hay pantallas y sonido en distintos puntos de la plaza, lo que sucede en los noticieros no es lo mismo que pasa ahí.

Una chica le dice a otra que hay un móvil de LN+ y le propone acercarse para que las entrevisten. No sucede. Les da vergüenza. Ha pasado media hora desde que Milei salió del Congreso y todavía no aparece. La gente se pone ansiosa, pero se co-regula. Un adolescente grita “aguante Elon Musk, Cristina vieja meada, vamos, Donald” y el entorno lo mira mal. Se calla, cambia el cántico: “Que vayan todos presos” y “Es para Massa que lo mira por TV”. Esto se replica.

Dos desconocidos se hacen amigos y uno graba al otro con el celular. Le pide que le mande un mensaje a su hermano que no fue a la plaza, que está siguiendo todo por la tele, que le explique “que el león necesita apoyo, que es en persona, que largue el control remoto y se sume”.

El calor se torna insoportable. Los vendedores ambulantes aprovechan. Helados: $400; lata de cerveza: $1500; gaseosas: $1500; agua: $1000; “marcianos” (juguitos frutales en tubo): $1000; banderas: $2000. Los precios no convencen a los clientes. Preguntan cuánto cuestan las cosas y desisten una y otra vez de comprar. “Está todo carísimo”, le dice un hombre a su mujer mientras sostiene a un bebé en brazos. En el mismo momento aparece otro vendedor, uno que a tono con la era Milei ofrece sandwiches de milanesa a 2 dólares.

De a poco llega más gente a la plaza. La que estaba en el Congreso y en los alrededores de Avenida Rivadavia. Aunque ocupan la superficie total, no la desbordan y se puede circular. Hay militantes libertarios, niños y niñas, adolescentes, jubilados, repartidores de aplicaciones de comida, turistas y curiosos. Hay personas que se explican lo que está sucediendo. “Milei es Milei”, “Ojalá le vaya bien por todos los argentinos”, “Qué Dios lo ilumine”, “Deseo que por cábala no salga al balcón porque todos los que lo hicieron después se equivocaron”, son algunas de las frases que se desprenden de las conversaciones. Contra ese anhelo, Milei sale al balcón y habla una vez más. Son las 15:29 y han pasado casi cuatro horas desde que la espera comenzó en ese lugar. La gente está cansada y con calor. Festeja, pero quiere irse.

Milei dice que prefiere “decir una verdad incómoda antes que una mentira confortable”, promete “comenzar la reconstrucción argentina luego de 100 años de decadencia” y anticipa “el fin de la noche populista”. Al final, pide a los argentinos ponerse de pie y abrazar “las ideas del liberalismo”. “Las fuerzas del cielo nos van a hacer el mejor gobierno de la historia”, concluye y apenas entra al balcón la gente comienza a retirarse. No habrá espectáculos ni escenario, para eso no hay plata.

MM/MG