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Opinión

El Presidente solo en su atril

Alberto Fernández grabó un mensaje desde la Quinta de Olivos.

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El sábado anterior a la elección, a las 5 de la tarde, el hashtag #VotoAVotoLaDamosVuelta era trending topic: refería a la campaña del Frente de Todos, que aspiraba a revertir el resultado adverso de las PASO. Hubo otro hashtag, #Basta, que también fue protagonista: lo usaron los candidatos de Juntos en sus fotos de perfil, y a esa misma expresión aludieron Santilli y Vidal en sus discursos y arengas. Lo cierto es que no pasó ni una cosa ni otra, o pasaron las dos a la vez: algo de la derrota de las PASO se revirtió, y también una parte importante de la sociedad dijo “Basta”. Tal vez lo más resonante sea que ese “basta” es, también, un aval a las derechas negacionistas más recalcitrantes. Un “basta” que rima demasiado con “casta” y que es, en gran medida, un rechazo a la política misma. 

Cuando, a las 9 de la noche del domingo Wado de Pedro anunció que estaban disponibles los resultados de la votación, ya todos sabíamos que Cristina no asistiría al acto en el bunker del Frente de Todos. El vértice informativo de los programas de la tarde había hecho circular las peores sospechas. Había clima de “transición”, pero dos años antes. Hubo que esperar el discurso de Alberto para entender el sentido de la noche.

El mensaje de Alberto –un discurso grabado en el que el presidente se presentó solo, desde un atril, como en una cadena nacional– trajo una novedad en términos de puesta en escena. El contenido se cifró en la forma. Si habitualmente los discursos de triunfo o de derrota electoral se producen en el bunker del partido, en un escenario frente a los militantes y partidarios, Alberto habló desde un lugar institucional: como presidente, se dirigió a todos los argentinos desde la casa de gobierno. Mientras Vidal les habló a sus votantes de “vos” (“Ganaste vos. No te pudieron derrotar”), Alberto habló de “nosotros”.

Allí estableció dos momentos: la etapa de las crisis (la del macrismo y la sanitaria) y la “segunda etapa de nuestro gobierno”, la que comienza hoy, en la que el presidente promete certidumbre y esperanza: recuperación económica, diálogo constructivo y solidez democrática son los ejes de los próximos dos años.

Hubo quienes interpretaron la ausencia de Cristina como una señal de desafección o de abandono; otros, en cambio, vieron en la omnímoda presencia de Alberto un lugar ganado, aun en medio de la crisis. Si el gobierno pierde la mayoría en la Cámara de Senadores, como parecen indicar los resultados, ¿llegará el tiempo de Alberto? Quizás por eso el presidente en su mensaje grabado con anticipación “le habló a todo el pueblo” (así lo aclaró el mismo, en el acto posterior, fundido en los festejos partidarios). Todos los ojos puestos en él, y solo en él, a través de la pantalla; su voz y su mirada dirigidas a todos y a cada uno.  

Con un tono grave, solitario, solemne, sin preámbulos ni desvíos, Alberto habló “como si empezara a gobernar”, en palabras de Pedro Núñez, o al menos como si empezara una nueva etapa. El presidente se ubicó en el centro de la escena mediática y política, como si fuera él quien debiera cargar con la responsabilidad por los hechos del pasado y por la orientación del futuro: “hemos cometido errores, yo he cometido errores”. En su discurso el presidente casi no aludió a los resultados de la elección, pero en cambio ofreció cifras económicas, presentó estadísticas, brindó datos, como en una cadena nacional en la que fuera preciso dejar sentado un diagnóstico: hay gobierno.

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