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Opinión - Perdón que interrumpa

Vidal y los límites de las vidas y candidaturas de laboratorio

Martin Rodríguez rojo Perdón que interrumpa

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En dos semanas María Eugenia Vidal puede sacar una pila de votos y esta columna destruirse. Es probable, es lógico. Pero si mojamos el dedo y sentimos el clima del fin del invierno al que todavía le falta la tormenta de Santa Rosa, algo nos dice lo que, además, muchos resoplan en voz baja en las oficinas de la calle Uspallata: que no termina de funcionar. La candidatura y la repatriación porteña no estarían dando los entusiasmos esperados más allá de los votos previsibles. La apuesta estuvo tan calculada en el laboratorio de la mente de Larreta, se ordenó tan bien en la tarea de opacar a Patricia Bullrich y a Macri, sumado a exportar al “Colorado” a la provincia, hubo tan “buen” cálculo político que parece que se olvidaron de la sociedad. Una jugada de laboratorio. Larreta como esos momentos en los que el Loco Bielsa camina, y va y viene al costado de la línea y se pregunta por qué eso que está en su mente no está en la cancha. Porque es ahí, justo ahí, donde parece que no funcionó el lanzamiento de Vidal. El partido que hizo de “lo que le importa a la gente” su mantra se mordió un poco la cola. Y ya sabemos lo que saben: estos días Vidal volvió sobre sus pasos, se mostró con Macri, lanzó sus propuestas contra el cierre de escuelas, la suba de impuestos y los privilegios de casta de la política. El plan recalculado de mostrarla “intransigente”. Tocó el minué de una canción que suena en el clima de época. Pero se nota que la corre de atrás. 

Al cálculo que parecía perfecto entre halcones y palomas, en una elección donde se planteaba la disputa del “centro”, al final, le comen por los bordes. ¿Hay runrún en el gobierno de la Ciudad? ¿Están asustados por la perplejidad de que Vidal le sacaría menos puntos a la lista que encabeza Santoro? Lo dijo Bullrich: “Yo era mejor candidata que Vidal y hubiera sacado más votos”. Los problemas de Vidal, apuremos, son dos: el primero es cómo explica pasar de ser la leona que se fue a la provincia para volver siendo el perro chico a la Ciudad; y lo segundo es cómo mostrar que ella es tan dura como pueden ser Milei o López Murphy, con sus credenciales probadas de “neocons”. 

Vidal tiene que pasar de rostro de colegio Misericordia a cara de bulldog. Se preguntó Marcelo Falak acá si una de las expectativas en Juntos por el Cambio es que el voto a Milei no resista “el canto de sirena del voto útil”. Dice Falak: “¿La vieja grieta podrá más y el voto útil anti-K volverá a juntar los fragmentos de lo que fue la alianza social que se impuso en 2015 por sobre un peronismo dividido?” Milei también apunta a Vidal. La incluye en sus diatribas. La llama “colectivista” y “chavista”. Entonces… halcones por necesidad y urgencia, escribió Falak. 

El éxito de Vidal, su fórmula histórica, es la de una mujer que se abre paso en la política dominada por varones del peronismo bonaerense. La “leona” cumplía el ciclo de la política argentina: el político porteño que se muda a la provincia. Ese gesto se presenta irreprochable. Pero gobernó y los bonaerenses finalmente le dijeron que la necesitaban más afuera que adentro. Ahora esta “vuelta” de Vidal se volvió inexplicable e incluso mezquina, ya no se sabe cuántas infancias tuvo, un relato se superpuso sobre otro. Todo viaje de CABA a PBA fue y será aplaudido. El último “bonaerense” pura cepa que gobernó la PBA fue Eduardo Duhalde, el inventor del “orden” que vivimos. De allí en más Ruckauf, Solá, Scioli, Vidal y Kicillof, todos porteños, todos invitados a la partida más difícil. Como el que dice: en política yo abro la rejilla y meto la mano hasta el rollo de pelo. Y los bonaerenses los eligieron. El otro viaje, la “vuelta a Capi”, como dicen muchos funcionarios, no tiene una explicación sensata. No la tuvo. El arrugue o qué. 

Indignados del mundo, uníos

Borges escribió “El indigno”. El segundo cuento de “El informe de Brodie”. Trae, una vez más, un relato de la traición. Un “rusito” de barrio traiciona a un compadrito, de apellido Ferrari, que era su ídolo. Todo se organiza sobre la idolatría del joven hacia este Ferrari, que se había mostrado como hermano mayor, que lo había sentado a su mesa, entre sus muchachos, y le encargó una tarea de vigilancia para un afano. “Ferrari me sentó a su izquierda; a don Eliseo lo hicieron mudar de lugar. Yo no las tenía todas conmigo. Temía que Ferrari aludiera al ingrato incidente de días pasados. Nada de eso ocurrió; hablaron de mujeres, de naipes, de comicios, de un payador que estaba por llegar y que no llegó, de las cosas del barrio.” Ese listado de temas tiene esa palabra, “comicios”. Imaginamos en este cuento a los personajes que pueden haber sido parte de una interna partidaria. Ese voto a voto, fusil contra fusil de la Argentina preperonista o preradical. Comicios, una palabra suelta. Para Borges una persona es más que un votante. Borges también es el sueño de la Argentina mestiza.

La campaña porteña ideal, la de la micro cosa, la de la gestión aburrida nivel CGP (“Te cuento vecino que el cantero de Acoyte al 800 ¡ya tiene nuevas flores!”), que parecía un fuerte larretista, feneció. Murió entre los arrabales últimos de un país que necesita, se mire por donde se mire, estar “a la altura del conflicto”. La radicalidad de los libertarios no la inventó la Argentina. Veamos la experiencia ibérica: Vox. Y su líder: Santiago Abascal. De origen vasco y con raíces en el PP, Abascal trata al viejo partido popular de “buenista”, le adosa un sistema de colaboraciones con el PSOE, rabia contra Podemos en todos los idiomas, utiliza la palabra “casta” e impone un ritmo político que, más allá de los resultados electorales, tiene el brío que hace unos años tenía justamente Podemos. Si Pablo Iglesias y los suyos dieron vuelta como una media la política española, la última “despedida” de Iglesias tras su derrota, cabizbajo y citando a Silvio Rodríguez, pareció decir que él, al menos, quedó del lado de adentro de la media. A los de Vox les da el sol en la cara. El periodista Tomás Di Pietro observa desde España: “Podemos y Vox tienen la misma génesis que es aquel que se vayan todos español, el del 15M de 2011, la muerte del bipartidismo o el bipartidismo de bloques. De hecho, algunos actuales votantes de Vox habían votado a Podemos en elecciones anteriores. Vox lo que tiene de distintivo es la singularidad española en la crisis de los partidos tradicionales, en el nacionalismo. Vox es eso: una escisión del PP que critica el rumbo que ha tomado el PP. Dicen es que se transformó en una derechita cobarde, que no se termina de asumir como tal. Vox es una fuerza sobre todo antiprogresista y, a la vez, navega aguas liberales en economía, pero más sociales también. Son el partido más eficiente en Tiktok. En definitiva, se junta el nacionalismo, con el conservadurismo, con salir del clóset antiprogresista”. Hasta acá esta comparación. Porque, de todos modos, la polarización argentina, como se dice mucho, parece sostener un bipartidismo que reduce las chances de votos “anti sistema”. El macrismo tradicionalmente fue eficaz para absorber el nihilismo político. Lo que dicen todos: Milei, Espert, por dentro López Murphy, ponen eso a prueba.

Y cada distrito es un mundo. Para el peronismo, la ciudad es imposible. Los peronistas porteños son más expertos en colocar gobernadores bonaerenses (o ahora un presidente) que en ganar la suya. El peronismo porteño: una coalición exportadora. El último peronista que ganó se llamó Erman González y lo hizo a caballo de la estabilidad económica del primer gobierno de Menem. Era, también, riojano. Somos el electorado donde en 1973, cuando todo era un octubre rojo, cuando estaba radicalizado hasta un grupo de boys scout de parroquia, en la Ciudad ganó Fernando De la Rúa. Y los votos son los votos, en pocas semanas, cada cual en ese momento último, solo, no escribe: vota. 

Los actos del FdT, sus puestas en escena rigurosas, calculadas, la exposición de la unidad con algodón entre cristales, o los discursos de Santoro, viajan de la política a la política. Santoro “explica” que la política es colectiva. Hace política “explicándola”. Como si en esa concentración autocentrada el Frente mirara de reojo lo que la Pandemia hizo con la sociedad, pero mantuviera su discurso monótono y autocentrado con el cuidado de no “romper nada”. Ni adentro ni afuera. ¿Lobo, estás? Los encuestadores, los astrólogos de este tiempo, susurran números pero sus receptores también dicen que cualquier resultado puede ser verosímil. Este “orden” nació de una crisis. De la que se cumplen veinte años. El nombrado De la Rúa patentó su imagen de la crisis: un presidente que se va en helicóptero. Kirchner a los pocos años usó ese helicóptero pero para no irse jamás: fue el medio para llegar a Moreno o Tres de Febrero en quince minutos. Gobernar con marca personal. Hoy votarán los hijos de esa crisis. Nevermind: los que estaban en el líquido amniótico del estallido.     

¿Qué hacer para entender el clima? Mil cosas. También, y tan a mano, mirar los estados de whatsapp, donde están todos. La saturación de las redes sociales tiene un hueco. ¿A quiénes agendamos? A todos. Al plomero, al compañero de trabajo del trabajo que ya dejaste, a las mamis y papis, al profesor particular, al psicólogo, al taxista, a los viejos y los nuevos. Somos testigos casi mudos de su “estado”. El estado del estado. El crisol de todas las clases y cómo entran y salen los comicios, los chistes, las mujeres y los hombres, la familia, todo. ¿Qué se ve ahí cuando se ve política? De todo. Chistes contra la política. La papelera de reciclado del humor cancelado. Lo que el pueblo sabe por viejo. Un videomatch en átomos de memes frente a tanto humor encorsetado. La risa negra y vengativa. Y también la fe, un cristianismo de catacumbas de estados de guasap. Donde se rompe la burbuja algorítmica de otras redes sociales. 

¿Cómo se conectan los mundos? Borges diciendo comicios, así, en la punta de la lengua, en la punta del texto, mientras las oraciones precipitan hacia otro lado. La política no encuentra todo en la política. A este tiempo no le alcanza la política: ni para la “clase política”, ni para la gobernabilidad, ni para la “operación” de Larreta. Eso es el fracaso de esta Vidal desangelada, aunque gane.

MR

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