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MAR DEL PLATA

La ciudad que venció al fascismo se prepara para volver a enfrentarlo

Afiche de la revolución blanca en Mar del Plata, de 2021.

Fernanda Sández

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“Siete, aunque un poco incómodos, entran en este baúl”. En el video, difundido desde la cuenta del ex capitán Iván Volante, se veía un Falcon verde mientras sonaba una marcha militar. El militar fue sancionado pero la rueda ya había comenzado a girar. Y detrás de ese TikTok vino otro, en el que un hombre de vozarrón castrense llamaba “a todo el personal en actividad del Ejército argentino” a “poner las pelotas” y a salir en defensa del capitán sumariado. Era Carlos Alberto Pampillón, del Frente Nacionalista Patriótico (FoNaPa), un dirigente que se autopercibe como “católico, nacionalista y sanmartiniano” aún cuando sus expresiones homófobas, xenófobas y violentas ya le hayan valido dos causas en la justicia.

Pampillón es también muy dado a jugar con la cifra 88 en sus videos y comunicados. No es casual: H es la octava letra del alfabeto y 88 es el ¿ingenioso? modo que tienen los fascistas de saludar a Hitler sin terminar denunciados. Y entonces, cuando todo parecía haber quedado ahí, un tercer video (otro TikTok) en el que la diputada electa Lilia Lamoine calificaba a Pampillón de “patriota” terminó de encender las alarmas. Sobre todo en Mar del Plata, adonde a los jóvenes fascistas se los suele denominar así (pampillones) y donde desde hace años “estos grupos violentos se arman y desarman como si fueran burbujas”. “A veces son células muy pequeñas, de cinco o diez personas, y por eso se hace difícil seguir a todas”, explica una fuente local que pidió reserva de identidad.

Igual, desde  lejos no se ve. Desde lejos –desde donde suele mirarse a cualquier destino de vacaciones como éste- todo luce perfecto. Pero debajo de la postal están los datos, y según los datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) en el segundo trimestre de 2023, la ciudad es la reina de la desocupación: 8,3%, dos puntos por encima de la media nacional y –junto con la del Gran Córdoba- la más alta de Argentina. Son casi 70.000 personas entre  desempleadas o subocupadas, muchas de ellas, jóvenes. 

“Acá la miseria la ves en la calle. Para los pibes y las pibas, sobre todo de barrios populares, no hay muchas opciones. Nunca hubo, la verdad”, cuenta Karen Alderete, una integrante local de la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional (CoRRePi) y también parte de la Asamblea por una Sociedad sin Fascismo, un grupo que se organizó en 2014 tras los primeros ataques de la derecha radical. En 2018, gracias a las pruebas acumuladas por la gente, el testimonio de las víctimas y en un juicio que muchos catalogan como “histórico”, se logró la condena de siete miembros de un grupo llamado Bandera Negra. Las condenas fueron de dos a más de nueve años. Esa vez todo fue cánticos y festejos (“Yo sabía, yo sabía, que a los nazis, los cuida la policía”) pero hoy el panorama ha vuelto a cambiar. Muchas caras están de vuelta y empoderadas. “Seguimos viendo cómo se organizan estas células fascistas nuevamente y cooptan a veces una ciudad, a veces un país o a veces un barrio. Un solo ejemplo: el traslado de la zona roja tiene a los vecinos por demás alterados, y la persona que aparece como vocera de esos vecinos es ex policía exonerada en 2012. La misma mujer que fue procesada, junto a Carlos Alberto Pampillón, por delitos de sedición y por haber incitado al acuartelamiento”, alerta Alderete. 

Mar de fondo 

Fernando Lozada, un histórico de la Asamblea, luce y habla como un monje shaolín. Pero ni su barba ni su pelada ni ese tono monocorde que rara vez pierde logran ocultar su intranquilidad. No por las amenazas –dice que a eso ya se acostumbró- sino por el cambio de aire político. Un viento oscuro ha empezado a soplar “y no sólo en Mar del Plata”. Últimamente hay unos movimientos neofascistas bastante complicados que han arribado a la Argentina y otros que han mutado. El panorama actual realmente no es muy alentador. Estos sectores violentos se están sintiendo legitimados y el tema es que están reclutando a pibes cada vez más chicos, de trece o catorce años. De ahí salen después los “lobos solitarios” como Sabbag Montiel, el que le gatilló a la vicepresidenta. Y lo peor es que estas cosas están invisibilizadas porque se hace la denuncia, eso muere administrativamente y no pasa nada más. El caso no queda tipificado como crimen de odio ni bajo la ley discriminatoria. Entonces, como nos pasó a nosotros, al final no se sabe que hay varios grupos coordinados para hacer estas cosas“. 

La playa, el viento y el brillo del FAL

¿Por qué ahí? ¿Por qué justamente en esa ciudad? Algunas de las fuentes consultadas hablan de una combinación fatal que va desde la marcada presencia militar (las tres fuerzas armadas, ejército, marina y fuerza aérea se dan cita allí) hasta un entramando histórico que vincula a los grupos violentos con las fuerzas de seguridad y -clave- el poder judicial, a menudo representado por personajes que pertenecieron a grupos como Tacuara o, más cerca en el tiempo, la tristemente célebre Concentración Nacionalista Universitaria (CNU). “La CNU nació en La Plata y era una organización muy sanguinaria, con presencia en La Plata y en Mar del Plata”, explica Lozada.“ Su ”debut“ acá fue con el asesinato de una estudiante llamada Silvia Filler y después secuestraron y asesinaron a la decana de Humanidades, María del Carmen ”Coca“ Maggi”, detalla. 

“Esto también dejó su impronta y muchos de la CNU cuando terminó la dictadura de metieron en la sociedad civil, ocupando lugares en la cultura, el Poder judicial y las universidades. Eso también da un contexto en una ciudad con una desocupación altísima, sin idea de futuro, muchas personas en situación de indigencia y mucha pero mucha violencia generada por todo esto”. Como resultado, explica, todo queda servido para que “grupos como de extrema derecha como Nueva Soberanía capten chicos muy chicos. También hay una organización estadounidense muy peligrosa que utiliza una novela disptópica llamada Los diarios de Turner como una forma de contar sus metodologías para la acción porque contiene la praxis del atentado terrorista del supremacista blanco”, precisa Lozada. “Esa organización ya tienen tres células en el país (una en Mar del Plata) y me consta que se han frenado en el país varios ataques de este tipo de grupos. Lo que pasa es que no se publicita porque lo que buscan es eso: ser nombrados y ganar visibilidad para poder reclutar, sobre todo  adolescentes”, detalla. 

Incubando dinosaurios

Junio de 2021. El medio marplatense 0223 da la voz de alerta: nuevo grupo parapolicial estaba surgiendo. Se hacía llamar Comando Espartano de Reparto, se comunicaba por cadenas de Whatsapp y decía querer proteger a los repartidores de aplicaciones como Rappi o Pedidos Ya, víctimas frecuentes de asaltos y robos de motos. De inmediato, el gremio de repartidores se despegó de la iniciativa. “Este escuadrón trabaja por la noche con machetes y otros elementos que usan como herramientas de persuasión”, dijo entonces Alan Veltri, el representante gremial. “No creemos que sea necesario un grupo paramilitar, nosotros estamos para hacer delivery, no para hacernos los guapos”. Para esa misma época, una serie de afiches alertaba: “La revolución blanca empieza con vos. ¡Unite!”. En la imagen se veía un dedo gigante apuntando a quien leía, y todo sobre un fondo negro en el que asomaba- apenas camuflada por un círculo- una esvástica. 

La cara cubierta de sangre y los ojos saltados de miedo: esa fue la primera imagen de Lucas Baima que llegó a los medios, después de que una patota neonazi le partiera la cabeza a fierrazos en la previa a una marcha. “Eran como veinte, todos con esos palos”, recuerda. Lo habían rodeado. Entonces, lo inesperado: una chica, una cuidadora de coches, una “trapito”, rompe la barrera y se tira sobre él. Lo cubre. Le salva la vida.

Lucas se define como “anarquista y anti carcelario” pero hace años, después de aquel ataque, ni lo dudó: hizo la denuncia, la denuncia terminó en un juicio y el juicio, con los acusados en prisión. Hoy sigue en la Asamblea por una Sociedad sin Fascismo. Sin embargo, dice, “si bien entendí que la única forma de desarticular ese grupo de choque y sacarlo de la calle era llevarlo a un juicio, también sé que esa misma justicia que los encarceló a ellos en otras circunstancias nos pueden encarcelar a nosotros”. Por eso, en ese “cambio de viento” que algunos advierten para Lucas no hay nada demasiado sorprendente. “La problemática fascista es algo que está vinculado a nuestra historia. Yo siempre digo, medio en broma, medio en serio, que Argentina está fundada sobre tres pilares: futbol, falopa y fascismo. Entonces tenés desde los fachos más marginales que sí se reivindican con la simbología nazi, hasta los de traje y corbata como Biondini, que pasó de la esvástica a lo que es hoy: un político más, con un partido reconocido por el Estado. Entonces, lo que hace Milei es destapar la olla, mostrar lo que ya estaba ahí. Porque Argentina no giró a la derecha: Argentina es de derecha. El problema es que el ascenso de Milei empodera a estos grupos violentos y hace que pasen a la acción”. 

Alderete coincide: dice que el supuesto “vuelco a la derecha” de la Argentina nunca fue tal. Se veía venir, como un oleaje, a ocupar un espacio vacante desde hace años. “Hay muchos chicos que necesitan contención y no está bueno que para muchos de ellos esos espacio de contención sean estas organizaciones fascistas que les dicen ”vení, yo te acompaño, yo estoy“. Les dan un sentido de pertenencia. Además, fijate qué pasó con los neonazis aquellos: varios terminaron presos,  a otros no se los pudo localizar. Alguno está en la base naval, como Paniagua; otro están en la Bonaerense, como es el caso del menor de los Caputo; otro está prófugo y otro, el Rusito, fue deportado a su país de origen, Ucrania. Conclusión: hoy todos están libres”.

Así suelen subir las mareas: rápido. Y en silencio.   

FS/DTC

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