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Campaña de vacunación en Francia: arranque lento, cambios de estrategia del Gobierno y muchos escépticos

Francia, Marsella. La gente hace cola ante un centro de vacunación contra el coronavirus (COVID-19) en el ayuntamiento.

Sara Canals

París —

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“Un comienzo lento y caótico”, así es como el doctor Jacques Battistoni, médico de cabecera y presidente del Sindicato de Médicos Generalistas en Francia, evalúa este primer mes de campaña de vacunación en el país galo. El principal origen de este caos, según Battistoni, se debe al cambio de estrategia a los pocos días de haber empezado a inocular. “Viendo que Francia registraba datos muy inferiores a los otros países de Europa, el gobierno cambió drásticamente de táctica, generando mucha confusión entre la gente”, apunta este médico.

Desde que arrancó el plan de vacunación el 27 de diciembre, un total de 823.567 franceses han recibido la primera dosis, equivalente a un 1.23% de la población, según CovidTracker. Una cifra que contrasta con el ínfimo número de inyecciones administradas durante la primera semana de campaña y en la que solo 516 franceses recibieron el tratamiento.

El bajo ritmo de vacunación de los primeros días generó un aluvión de críticas por parte de científicos y políticos. El genetista Axel Kahn fue de los primeros en pedir un cambio: “La estrategia necesita adaptarse a la urgencia de la situación. Para curar a los franceses hay que vacunar a los sanitarios y hay que acelerar”, alertaba en Twitter el 31 de diciembre. El presidente de la región Grand Est, Jean Rottner, calificó la estrategia de “escándalo de Estado”, denunciando una falta de preparación y de responsabilidad por parte del Ejecutivo. Las críticas provocaron tensión entre Emmanuel Macron y su gabinete. “Vamos a un ritmo de paseo familiar y no estamos a la altura de ni de momento, ni de los franceses”, expresó el presidente francés en declaraciones al peridódico Journal de Dimanche

El gobierno acelera el calendario 

En su plan inicial, el ejecutivo francés anunció una primera fase de vacunación centrada en las residencias de ancianos, fijándose como objetivo inmunizar a unos 750.000 abuelos y cuidadores vulnerables durante el primer mes. “El gobierno se lo tomó con calma”, apunta Jacques Battistoni, “no tuvieron en cuenta que se requiere tiempo para tratar con gente mayor y vulnerable. Eso sí, fueron conscientes de ello y cambiaron drásticamente de estrategia”. 

La administración de Emmanuel Macron anunció el primer cambio el 31 de diciembre, cuatro días después de empezar a vacunar. “Hemos decidido acelerar la protección del público prioritario”, comunicó el ministro de sanidad, Olivier Verán, “los sanitarios mayores de 50 que deseen vacunarse podrán hacerlo”.

Durante los días siguientes el gobierno continuó apretando el calendario: adelantó el turno a los bomberos y cuidadores de más de 50, a los mayores de 75 años y a las personas con patologías de alto riesgo. “Es pura comunicación”, opina el doctor Jacques Battistoni, a quien preocupa el límite de vacunas disponibles. “El público prioritario suma ahora más de nueve millones de personas, pero el número de dosis no ha cambiado. Francia cuenta con unas 500.000 inyecciones cada semana, o incluso menos si tenemos en cuenta el reciente retraso de Pfizer”, concluye el médico. 

Según el nuevo calendario, las personas de más de 65 podrán vacunarse entre febrero y marzo. Los mayores de 50 y los trabajadores esenciales lo harán a finales de marzo, mientras que el resto de la población tendrá que esperar hasta verano. En total, Francia prevé inocular a más de un millón de personas a finales de este mes y “vacunar 70 millones de personas —es decir, toda la población— de aquí hasta finales de agosto”, según asegura Olivier Verán, titular de Sanidad, en una entrevista en el canal de televisión TF1.

Un sistema para pedir cita y 800 centros de vacunación

Para organizar esta primera fase, el gobierno habilitó una plataforma online y una línea telefónica para pedir cita para vacunarse. El sistema se saturó a los pocos minutos de arrancar, resultando en largas listas de espera y problemas informáticos.

“Fue totalmente caótico”, explica Bertrand, quien espera a su padre de 97 años en la salida del ayuntamiento del distrito V de París, uno de los centros donde se administra el tratamiento. “Me pasé dos horas en el teléfono, sin lograrlo. Éramos tres miembros de la familia intentando pedir turno. Al final lo conseguí a través de la página web”. René, de 78, es otro de los que ha conseguido recibir la primera dosis el 18 de enero, día en el que la campaña se extendió a los mayores de 75. “Me la acaban de poner ¡me siento afortunado!”, exclama, aunque explica que tampoco pudo escapar del periplo para reservar. “Pedí cita en internet con mi mujer, fue un infierno. Además ella no lo ha logrado, nos dicen que tiene que esperar unos dos meses. Me parece un poco tonto, no se tiene en consideración a las parejas”. 

En cuanto a la infraestructura, el Gobierno ha creado más de 800 centros de vacunación en todo el país para adaptarse a la nueva demanda de candidatos a inmunizarse. Según Jacques Battistoni, estos centros “se apoyan mucho en los hospitales para que sean eficientes, excluyendo a los médicos de cabecera en todo este proceso”. El doctor Battistoni confía en que la estrategia será aún más eficaz cuando se autorice “una inyección más práctica, monodosis, con condiciones de conservación clásicas, para vacunar a nuestros pacientes más frágiles y priorizar a la gente que más lo necesita”. 

La vacuna de la Universidad de Oxford y AstraZeneca, que requiere menos frío para la conservación, podría ser autorizada por la UE el 29 de este mes, aunque en las últimas horas se ha conocido que su distribución podría producirse con retrasos.

Francia, líder mundial en escepticismo  

Más allá del reto logístico, el escepticismo ante la inyección ha tenido un peso significativo en el plan de vacunación.

En octubre, Francia encabezaba la lista de los países más reticentes a recibir la vacuna contra el coronavirus, con sólo un 54% de franceses dispuestos a vacunarse, según un estudio publicado por Ipsos. Frente a este reto, han sido varias las campañas de divulgación para intentar convencer a los más desconfiados. Un ejemplo: este mes 200 personalidades del mundo de la cultura han publicado una carta en el diario Le Parisien para “dar ejemplo” y hacer pública su voluntad de “vacunarse lo antes posible”. 

La comunidad científica, por otro lado, insiste en informar y educar.

Steve Pascolo, inmunólogo y cofundador de CureVac, es pionero en la tecnología del ARN mensajero que han aplicado las vacunas de Pfizer/Biontech y Moderna. “Hay que explicar la ciencia a la gente, hacerles entender que esta tecnología es segura”, cuenta el doctor Pascolo a elDiario.es. “Hay que observar lo que ocurre en Israel, donde el número de contagios ha disminuido drásticamente porque más del 30% de su población ya ha recibido la primera dosis. Vacunarse es la única opción que tenemos para superar la pandemia”.

Por contra, tras el primer mes de campaña, los escépticos en Francia han ido disminuyendo progresivamente. Según el Observatorio Lemon, la predisposición a vacunarse va en aumento: los franceses dispuestos a inmunizarse suponían el 39% en diciembre, el 51% a principios de enero y el 54% a mediados de enero.

Según el doctor Battistoni, una posible explicación frente a dicho progreso es la llegada de las nuevas variantes del coronavirus: “El miedo a estas mutaciones y la sensación de estar condenados a largos períodos de encierro ha hecho que la sociedad, poco a poco, cambie de punto de vista”. Aún así, Battistoni insiste en seguir con la pedagogía. “El origen de este escepticismo viene de lejos y tiene muchos componentes: la desconfianza en el discurso político, la polémica alrededor del uso de la hidroxicloroquina… Pero, sobre todo, debido a la pandemia de la gripe A (H1N1) en 2009, en la que Francia adquirió muchísimas dosis que finalmente fueron desperdiciadas. Este episodio generó un fuerte sentimiento de reticencia frente a las vacunas”.

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