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Entrevista

Carolina Aulicino, oficial de políticas sociales de Unicef: “Es necesario que las medidas que se tomen para frenar la pandemia tengan en cuenta sus efectos en las mujeres”

Carolina Aulicino, oficial de políticas sociales de UNICEF

Natalí Schejtman

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Estamos rodeados de números de la pandemia: la caída del producto, la cantidad de muertos diarios, el aumento de la pobreza, el porcentaje de camas de terapia intensiva y otros indicadores crudos del estado de situación. Pero hay efectos más difíciles de sondear, que se basan en proyecciones, estimaciones, en evidencia que va llegando de a poco, en cuestiones del presente y también del futuro. En parte es por eso que se vuelve tan compleja la discusión sobre los niños y sus entornos familiares en la pandemia.

UNICEF, la agencia de Naciones Unidas dedicada a niños, niñas y adolescentes, viene trabajando con varios aspectos de su bienestar en pandemia. Entre otras cosas, el año pasado publicó tres encuestas sobre la situación en los hogares y su impacto en distintos aspectos del desarrollo de la población infantil y adolescente. Pero también el trabajo atiende a cuestiones vinculadas a la desigualdad de género en las tareas de cuidados de esos niños, que sobrecarga a las madres y que presenta problemas específicos en familias que están a cargo de jefas de hogar que crían solas, algo que puede redundar en la reducción de la actividad laboral en las mujeres y en el consecuente aumento de la brecha de género. 

La discusión sobre presencialidad escolar involucra también esta dimensión: qué les pasa a los niños y las niñas cuando no están en la escuela, quién se ocupa de ellos, cómo y cuánto. En enero de 2021, UNICEF alzó la voz respecto de las consecuencias que estaba teniendo el cierre sostenido de las clases presenciales en los chicos más vulnerables. Después del reciente DNU presidencial que, entre otras cosas, suspendía la presencialidad escolar para todos los niveles y todo el AMBA, Unicef emitió un comunicado junto con la Sociedad Argentina de Pediatría alertando sobre que la escuela debería ser lo último en cerrar y lo primero en abrir e instando a que los cierres sean por el menor tiempo posible y de modo sectorizado.

Carolina Aulicino es politóloga y oficial de Políticas Sociales de Unicef y una de las coordinadoras de la encuesta que la agencia llevó adelante sobre “El impacto de la pandemia Covid-19 en las familias con niñas, niños y adolescentes” en tres momentos diferentes del 2020 que reflejaba sus percepciones y también las dinámicas de los hogares en donde viven. Su abordaje atiende el bienestar de las infancias pero también sus contextos familiares, en donde la desigualdad en el uso del tiempo de mujeres y varones respecto de las tareas domésticas y de cuidado es uno de los temas centrales. También la brecha de género y cómo la pandemia ha implicado que muchas mujeres a cargo de niños y niñas tengan que retirarse del mercado laboral. 

 

-¿En qué difiere gestionar una pandemia en un país desarrollado y en un país en vías de desarrollo?

En el caso de un país como Argentina la diferencia es que la pandemia nos llega en una situación en la que ya veníamos con muchas dificultades en términos económicos, con falta de crecimiento y niveles de pobreza que ya eran elevados antes de la pandemia, especialmente en niñez y adolescencia, y con brechas importantes en términos de equidad. Además, en países como el nuestro y como toda la región de Latinoamérica tenemos niveles de informalidad bastante altos, entonces también es más complejo en contextos de pandemia que implican restricciones de movilidad y trabajar desde las casas: eso se puede aplicar a un sector de los trabajadores y las trabajadoras, pero hay otro sector informal que vive con el día a día, que si no sale no genera ingresos. Por eso fue un desafío tan central y una experiencia tan innovadora en Argentina el Ingreso Familiar de Emergencia, porque fue pensar qué apoyo se puede dar a los sectores que están en la informalidad.

-¿Qué aprendizajes del primer año de la pandemia no deberíamos repetir en el segundo?

Creo que un punto central es que los impactos no son iguales para toda la población. Hay grupos de la población que se ven particularmente afectados. En el caso de los temas que miramos con más detalle desde Unicef, los hogares con niños y niñas a cargo de mujeres, hogares monomarentales, son hogares que particularmente se vieron afectados por la pandemia, donde la caída de la actividad de estas mujeres fue muchísimo mayor que el promedio, y que además son las que encuentran más dificultades para volver a insertarse en el mercado. Hay poblaciones para las cuales es necesario pensar políticas específicas. Eso incluye los temas de cuidados también. Hoy no estamos atravesando las mismas restricciones que en la primera ola cuando hubo un cierre total, sino que ahora las actividades productivas se están manteniendo en gran medida y el desafío ahí es cómo conciliar el cuidado y cómo generamos políticas que permitan que esas mujeres puedan volver al mercado laboral conciliando sus necesidades de cuidado, y también pensando en sectores que están altamente feminizados como el sector de salud, donde son muchísimas mujeres que están gestionando la pandemia en la labor diaria y que enfrentan estos desafíos en sus hogares.

Hay sectores que están altamente feminizados como el sector de la salud, donde son muchísimas mujeres que están gestionando la pandemia en la labor diaria y que enfrentan el desafío de los cuidados en sus hogares.

-Con el reciente cierre de la presencialidad en las escuelas en el AMBA: ¿hay alguna forma de no repetir lo que pasó el año pasado teniendo en cuenta, además de los efectos en los chicos, el impacto que tuvo precisamente en la sobrecarga de las mujeres?

Hay dos temas. Durante toda la pandemia las mujeres se ven sobrecargadas al interior del hogar porque han sido las mujeres quienes asumieron la mayor carga de cuidados y eso también involucró el acompañamiento de la continuidad pedagógica de manera virtual. En la gran mayoría de los casos fueron las mujeres las que asumieron esas tareas. Y además obviamente la ausencia de espacios de educación y de cuidado en especial en lo que es la primera infancia -en los chicos más chicos que tienen menos autonomía- afectan claramente las posibilidades de esas mujeres de salir al mercado laboral. Nosotros sabemos que es un contexto complejo en el que los casos han subido muchísimo y se toman medidas para restringir la circulación, pero como venimos trabajando desde Unicef creemos que tiene que haber un acuerdo sobre la importancia de la escuela como lo último en cerrar y lo primero en abrir y que en los casos en que se toman medidas de restricción que implican el cierre presencial de la escuela, que sea durante el menor tiempo posible, lo más sectorizado posible, pensando además en las diferencias que existen entre los chicos y chicas que residen en contextos de mayor vulnerabilidad.

-El año pasado hubo algunas experiencias en distintos países de presencialidad sólo para hijos e hijas de trabajadores esenciales o de cierres diferenciados por nivel educativo. ¿Hay posibilidad de pensar algo similar en Argentina?

Es posible pensarlo. Todo el país va a estar atravesando esa discusión en el correr de los meses. Necesitamos tener acuerdos que vayan más allá de las situaciones político partidarias, que sean acuerdos políticos amplios donde analicemos la centralidad que tiene eso en el doble nivel: el de los efectos que tienen estas políticas sobre los chicos y las chicas en términos de su desarrollo emocional, de socialización, y también en las posibilidades de las familias, en especial de las madres, de poder estar en el mercado laboral y generar los ingresos que permitan a esos hogares salir de la pobreza. Argentina es un país federal y requiere mucha articulación con las provincias y con los municipios, con el nivel local de gobierno que muchas veces es el que está más cercano al conocimiento y a las necesidades de las familias. 

-¿Cómo afectó la pandemia a los niños y las niñas?

Hubo un primer momento de mucho aprendizaje el año pasado cuando llegó la pandemia y se tomaron medidas que implicaron en el caso de los chicos y chicas restricciones a la circulación. Nosotros ahí fuimos muy enfáticos desde Unicef respecto de la importancia de sumar la mirada de los chicos y las chicas como sujetos de derecho a la hora de pensar esas políticas porque claramente la infancia tiene que estar en el centro de la agenda a la hora de definir las políticas. El año pasado hicimos tres relevamientos, uno en abril, uno en junio y uno en octubre sobre los hogares con chicos y chicas y una de las cosas que más nos preocupaba era el impacto en la primera infancia de todas esas medidas que se estaban tomando y de cómo estaban afectando su cotidianidad y su desarrollo socioemocional. Lo que vimos es que había un 40% de los hogares con chicos de menos de 6 años en donde los chicos habían sufrido algún tipo de alteración en relación con las comidas, con el sueño, tenían más pesadillas, que dormían menos, que se despertaban, un montón de señales que estaban marcando que claramente existen efectos de estas medidas sobre la primera infancia. También se vio el efecto positivo que tuvo la habilitación de las salidas recreativas. Pensando en aprendizajes de la primera ola, eso es algo para mantener: la importancia de que los chicos y las chicas puedan tener espacio, puedan estar al aire libre, en actividades que se probaron con el avance de la evidencia que tenían poco riesgo. Cuando lo medimos vimos un impacto muy positivo en el desarrollo socioemocional de esas medidas.

-Parece complejo comparar algo tan concreto como contagios y muertes diarios con efectos de la pandemia más complejos de cuantificar como el impacto en el desarrollo de las infancias. ¿Cuáles son las mejores prácticas para incluir la dimensión del bienestar infantil en esta situación? 

Es verdad que los chicos y las chicas no fueron los principales afectados en términos de salud física o el riesgo del virus, pero sí la pandemia tuvo y sigue teniendo impacto en distintas dimensiones: en su salud mental, en su desarrollo emocional, en su aprendizaje, en su socialización, incluso también en cuestiones de salud por los efectos que tiene en los ingresos de las familias en las que viven. La clave es partir de la premisa de que los chicos, las chicas y los adolescentes son sujetos de derecho y que tienen que ser analizados y puestos en el centro de la agenda pública en sí mismos. No solo por los efectos que esto puede tener y seguramente tendrá en el mediano y largo plazo sobre sus posibilidades de aprendizaje futuro, inserción laboral en el futuro, sino por los efectos en el hoy. Pensar en la infancia como un sujeto que tiene derechos y necesidades hoy, en su presente. Una buena práctica es visibilizar la voz de los propios chicos y chicas, darle lugar a esa mirada y visibilidad a lo que están atravesando y poder darles un canal para que esa voz se potencie y llegue a quien tiene que tomar las decisiones. Los chicos y las chicas tienen preocupaciones pero también tienen ideas y propuestas sobre cómo abordar estos temas porque los atraviesa, porque lo ven, porque son parte de esta sociedad y me parece que un aprendizaje es ese: poner en el centro de la agenda sus preocupaciones y también abrir más espacios para que ellos y ellas se expresen. 

Los chicos y las chicas tienen preocupaciones pero también tienen ideas y propuestas sobre cómo abordar estos temas porque los atraviesa, porque lo ven, porque son parte de esta sociedad.

-¿Las restricciones que se están pensando para enfrentar la pandemia deberían considerar la brecha de género como un problema particular?

Es un tema clave. Es cierto que en los últimos años se viene trabajando mucho y el tema está más en agenda, se discute con más fuerza. Pero creo que es necesario que las medidas que se tomen para frenar la pandemia tengan en cuenta sus efectos en las mujeres y sobre todo en las mujeres que tienen hijos e hijas. En términos de la sobrecarga de los cuidados, en términos de las dificultades de poder volver al mercado laboral, en términos de violencias, que también es un aprendizaje de la primera ola. Se trabajó para mantener canales abiertos para las mujeres porque se vio en el contexto de aislamiento un aumento de los casos de violencia. También creo que el tema de brecha de género tiene que ser clave en lo que se piensa en las políticas para la pospandemia. Nosotros ingresamos a la pandemia con una distribución del cuidado que ya era desigual, como es desigual en la mayoría del mundo, y también con un sistema de cuidados que tenía muchísimos desafíos en términos de cobertura y calidad. La salida de la pandemia nos va a enfrentar con ese desafío potenciado. El enfoque de género tiene que estar presente no solo en las medidas que se tomen hoy, sino en los consensos de las medidas de corto, mediano y largo plazo que se tengan que tomar en la pospandemia donde claramente el tema de los cuidados es fundamental y tiene que atravesar todos estos debates. En el inicio de sesiones de este año se anunció el envío de un proyecto de ley de un sistema federal de cuidados. Creo que va a ser una puerta de entrada sumamente central para pensar en la pandemia y en la salida de la pandemia. El anuncio del anteproyecto de la ley es una buena noticia y además es una oportunidad para pensarlo en una doble clave: los desafíos estructurales y los impactos que la pandemia está teniendo en los hogares.

-De todo lo que no sabemos sobre el impacto de la pandemia en los chicos y sus efectos en el mediano y largo plazo, ¿cuáles son las que más curiosidad te generan?

Hay cuestiones donde tenemos menos información y lo vamos a ver en los próximos años tiene que ver con el desarrollo de los chicos y chicas que están criándose con la pandemia. Qué efectos va a tener sobre su capacidad de resiliencia, sobre su adaptabilidad, sobre sus aprendizajes. Creo que eso lo vamos a poder ver con el correr del tiempo. Por otro lado, así como vemos que una de las cosas positivas de esta pandemia es cómo se impuso en la agenda el tema de los cuidados y su sobrecarga en las mujeres, una cosa interesante es ver si eso se va a traducir en cambios al interior de los hogares y más participación de los varones en la distribución de las tareas de cuidado. De los datos que tenemos del año pasado, eso todavía no pasó. Los datos que nosotros tenemos de uso del tiempo en contextos de pandemia se muestra algo muy similar a lo que ya se sabía, que es que las mujeres participan mucho más en las tareas del hogar relacionadas a la crianza de los chicos y que en la única actividad donde se acercan un poco más las participaciones de mujeres y varones es en la tarea de jugar con los chicos, en la parte más lúdica. Después cuando pasamos a otras actividades de cuidados la brecha se vuelve a ampliar. 

NS

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