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Plantas
Huertas urbanas o tomates en el balcón: ¿puedo comer lo que planto sin miedo a la contaminación?

¿Puedo consumir tranquilamente los tomates que planto en el balcón?

Darío Pescador

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Vivir en una gran ciudad tiene muchas ventajas. Las grandes ciudades suelen tener más oportunidades de empleo que los pueblos más pequeños o las zonas rurales, más opciones culturales y de ocio, más opciones de transporte público y un ambiente cosmopolita con personas más diversas.

Sin embargo, cuando se trata de comer, las ciudades también tienen sus inconvenientes. Hay un menor acceso a productos frescos, más presencia de alimentos procesados y, en general, la comida es más cara y de peor calidad. Por eso muchas personas decidieron ir contracorriente y plantar sus propias frutas y verduras, utilizando el balcón de su casa como jardín vertical o haciendo uso de alguna de las huertas urbanas cooperativas que cada vez están más presentes en las ciudades. Pero, ¿son seguros y saludables esos tomates que crecen junto a los tubos de escape? 

El problema de la contaminación en las ciudades

El principal culpable de la contaminación atmosférica en la mayoría de las ciudades es el tráfico rodado. Cuando los millones de coches, camiones y colectivos queman combustibles fósiles, liberan contaminantes al aire, como óxidos de nitrógeno (NOx), dióxido de azufre (SO2) y partículas (PM). Además, en las ciudades se concentran muchas industrias que también emiten todos esos contaminantes y compuestos orgánicos volátiles tóxicos. La construcción, centrales eléctricas de gas y la calefacción en invierno contribuyen a hacer del aire de las ciudades un problema para la salud y el medio ambiente.

La contaminación atmosférica puede tener una serie de efectos negativos para la salud, entre ellos problemas respiratorios: como asma, bronquitis y alergias, y un aumento en el riesgo de enfermedades cardiacas, distintos tipos de cáncer, especialmente de pulmón, y muerte prematura.

Los contaminantes más preocupantes son las partículas en suspensión, en especial las de tamaño microscópico denominadas PM 2.5 por tener un diámetro menor a 2,5 micras. Son una mezcla de partículas sólidas y gotas líquidas compuestas por diversas sustancias como polvo, suciedad, hollín, humo y productos químicos. Las partículas pueden proceder de diversas fuentes como el tráfico, la industria y las centrales eléctricas. Esta es una de las medidas fundamentales de la calidad del aire en las ciudades, y una de las que suspenden con mayor frecuencia. 

Estas partículas están con seguridad en el aire de tu ciudad, eso quiere decir que también se depositan en los tomates y lechugas que cultivás en el balcón o en tu huerta urbana. ¿Cuál es el riesgo para la salud? ¿Basta con lavar las frutas y verduras para eliminar el riesgo? Hay pocos estudios al respecto, pero los resultados son relevantes.  

Un estudio publicado en la revista Environmental Research en 2019 descubrió que las hortalizas cultivadas en ciudades contaminadas pueden contener niveles más altos de metales pesados, como plomo y mercurio, que las hortalizas cultivadas en zonas menos contaminadas. El estudio también descubrió que los niveles de metales pesados en las verduras pueden verse afectados por el tipo de contaminación, la distancia de la fuente de contaminación y el tipo de suelo. Los metales pesados procedentes de la industria y la contaminación atmosférica pasan al aire y de ahí al agua y al suelo, por lo que las plantas pueden absorberlos y aparecer en sus hojas.

Sin embargo, se realizaron innumerables estudios científicos al respecto, ya que hace años existía una gran preocupación por los metales pesados. Lo que se comprobó es que los niveles de toxicidad nunca se superaban salvo en casos de contaminación extrema, como por ejemplo plantas regadas con aguas residuales de una fábrica. Esto quiere decir que apenas hay motivos de preocupación derivados de los metales pesados respecto a los tomates de balcón y las lechugas de huerta urbana.

Además del suelo y el agua, la contaminación del aire también puede dañar las hojas de las verduras, haciéndolas menos nutritivas, según un estudio publicado en la India, un país con un grave problema de contaminación atmosférica. El daño a las hojas puede ser producido por una variedad de contaminantes, incluidos el ozono, el dióxido de nitrógeno y el dióxido de azufre. Una solución a este problema es seleccionar las variedades de verduras más resistentes a cada uno de los contaminantes y evitar las más sensibles, dependiendo de qué tipo de contaminación haya en tu ciudad. 

Otros contaminantes presentes en las ciudades son los Hidrocarburos Aromáticos Policíclicos (PAH). Estos compuestos se forman cuando se quema materia orgánica, incluido el carbón, la gasolina y el tabaco. Por tanto, se encuentran en las emisiones de los vehículos y las industrias, y contaminan aire, el agua y el suelo. Los PAH son terribles para la salud: aumentan el riesgo de cáncer, enfermedades cardíacas, respiratorias, neurológicas y reproductivas. ¿Están presentes en nuestras verduras urbanas?

Un estudio realizado en São Paulo, en Brasil, otra ciudad muy contaminada, examinó los contenidos de PAH de las verduras en las huertas urbanas de esa ciudad. Los resultados son esperanzadores: durante 45 días, las espinacas y berzas criadas en las huertas no tenían concentraciones significativas de HAP en sus hojas, y solo una huerta tenía niveles más elevados. Los niveles medios fueron inferiores a las normas holandesas de calidad del suelo para uso agrícola.

Sin embargo, los resultados en Nanjing, la ciudad de China, durante 90 días mostraron que las concentraciones de PAH en en las hojas lavadas de espinacas y berzas podrían ser potencialmente cancerígenas para el consumo diario. Hay que tener en cuenta que los valores de contaminación en las ciudades chinas están entre los más alta registrados en el mundo.

Estos estudios sugieren que la contaminación atmosférica puede repercutir negativamente en la calidad de las hortalizas cultivadas en las ciudades, pero es muy poco probable que sean perjudiciales para la salud. 

Cómo evitar los contaminantes en tus verduras

Si te preocupan los efectos de la contaminación atmosférica en las verduras de tu huerta urbana o balcón, hay algunas cosas que podés hacer para reducir el riesgo:

  • Elegir verduras menos sensibles a la contaminación atmosférica, como las de hoja verde o las de raíz.
  • Cultivar las verduras en un lugar protegido de la contaminación atmosférica, como detrás de una valla o en un patio.
  • Utilizar plantas de cobertura para ayudar a filtrar la contaminación atmosférica.
  • Regar las verduras con regularidad para eliminar los contaminantes que puedan haberse acumulado en las hojas.

La medida de protección más evidente es lavar las frutas y verduras. Según un estudio publicado en Science of the Total Environment, lavar los productos agrícolas con detergente antes de consumirlos elimina los depósitos superficiales de tierra contaminada con plomo, e incluso el agua corriente puede eliminar la mayor parte de las partículas de hollín que pudieran haberse depositado. 

Otra forma de proteger las verduras de la posible contaminación del suelo es, bueno, plantarlas lejos del suelo. En las huertas urbanas de Prinzessinnengarten en Berlín las verduras se plantan en cajones de madera sobre patas, con lo que se consigue controlar por completo la composición y la seguridad de la tierra utilizada. 

Plantar las verduras en un balcón o una huerta urbana puede tener una ventaja añadida para nuestra salud. En concreto, usando abono natural en lugar de fertilizantes artificiales conseguiremos una mayor concentración de nutrientes. Un estudio comparó la lechuga plantada mediante hidroponía comparando dos tipos de soluciones: una inorgánica con fertilizantes químicos y una orgánica derivada de restos de pescado. El resultado fue que los contenidos totales de clorofila, caroteno, compuestos fenólicos y flavonoides, así como la actividad antioxidante, fueron significativamente superiores en la lechuga cultivada con la solución orgánica en comparación con la inorgánica. 

Las huertas urbanas son, además, espacios sociales donde se fomenta la cooperación. Una revisión de estudios de los efectos de los huertos comunitarios encontró que, en la mayoría de los casos, esta actividad estaba asociada a una mayor ingesta de frutas y verduras, y con resultados psicosociales positivos en la comunidad. 

No tengas miedo a hacer tu ciudad un poco más humana y anímate a plantar tus propias verduras. Tu salud te lo agradecerá. 

DP

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