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La obsesión por comer sano y cómo la ortorexia interfiere en la salud mental: “Mi vida corría peligro”

Un niño pequeño con una pizza.

Raúl Novoa

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“De pequeña tomaba dulce y lo disfrutaba. Ahora no me lo permito porque me siento culpable y pienso que no debería haberlo comido. En el momento creo que es malo por los aditivos y la composición, cuando acabo pienso en cómo influye en mi imagen corporal”.

Las palabras son de Adriana Martínez, una joven de 18 años ingresada en Adaner, la Asociación en Defensa de la Anorexia Nerviosa y Bulimia. Ella padece anorexia nerviosa, pero tiene actuaciones y síntomas propios de la ortorexia nerviosa. Esta enfermedad es un tipo de Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) que se basa en limitar la ingesta de alimentos a los que se consideran como comida sana, sobre todo cuando busca fines estéticos y control de la comida e impide disfrutar de la vida con normalidad. Como en el caso de Adriana, suele relacionarse a la vez con otras enfermedades de este tipo.

Adriana Martínez comenzó a tener una relación restrictiva con la comida en 2019. “Empiezas a prohibirte alimentos queriendo estar más sana y tener una mejor apariencia física y acabas teniendo un problema”, relata la joven desde el centro sobre su caso. Los problemas empezaron cuando bajó de peso de una forma exponencial: “Disminuí mi peso de forma muy rápida. Mi vida corría peligro y tuve que ingresar por primera vez”. 

Empiezas a prohibirte alimentos queriendo estar más sana y tener una mejor apariencia física y acabas teniendo un problema

Adriana Martínez

Ahora, va por su cuarto ingreso, esta vez en el centro de Adaner. Los primeros fueron siendo aún menor de edad, periodo donde la prevalencia de padecer un TCA es más alta. “Tras comer, muchas veces me quedaba de pie o hacía ejercicio para ‘compensar’”, cuenta. Martínez asocia su enfermedad a un aumento de su necesidad de control y autoexigencia: “Con el inicio de la Universidad sentí una necesidad de ser muy buena en términos académicos, pero al estudiar pasaba mucho tiempo sentada y eso me hacía empeorar mi salud mental”.

Las diferencias

Aunque los TCAs estén interrelacionados, Ana Moullá, Dietista y Nutricionista especializada en estos trastornos en Adaner, explica las diferencias entre la anorexia y la ortorexia nerviosa: “Mientras que en la primera hay una restricción alimentaria enfocada solo al cuerpo ideado como perfecto, en la segunda no es solo por las calorías, sino también por la composición. Estos pacientes comen, pero solo los alimentos que ven como seguros”.

“La gente con orientación natural a los hábitos saludables no es un problema. Lo es si se asocia con patología; es culpabilizarse, castigarse o perder amigos al no tener con quien comer de la forma que uno considera saludable”, especifica por su parte Juan Ramón Barrada, experto en ortorexia nerviosa y profesor en Psicología y Sociología en la Universidad de Zaragoza.

Una investigación internacional pionera liderada en España desarrollada por la Universidad Pública de Navarra junto a Navarrabiomed, Harvard University y la Universidad Central de Ecuador estipula que 3 de cada 10 personas padecen algún síntoma relacionado con la ortorexia nerviosa. El estudio se basa en un metaanálisis de la literatura científica escrita desde 2001 hasta 2023, y en él se ve un claro aumento con el paso de los años en el diagnóstico de este TCA. “Los resultados ponen de manifiesto la necesidad de desarrollar instrumentos psicométricos que ayuden al diagnóstico clínico y a la eficacia del tratamiento en cuanto a ortorexia nerviosa se refiere”, destaca José Franciso López-Gil, nutricionista e investigador principal del proyecto. 

Este estudio no establece una diferencia clara en el género entre hombres y mujeres, como sí se ve en otros estudios, donde las mujeres padecen los TCAs con una mayor prevalencia. Sin embargo, sí que hay un mayor riesgo de padecer ortorexia nerviosa en los atletas de alto rendimiento, en los usuarios de fitness y en el colectivo LGTBIQ+. En este último, “faltan más estudios específicos, pero sí se ve la prevalencia. Estaría bien poder contar con alguno que investigase otros factores, como la migración y ver si son más susceptibles”, apunta el investigador principal. 

Problemas de identificación

Uno de los problemas para identificar la ortorexia nerviosa es, según los expertos, la falta de herramientas para diagnosticarla. “Como es un TCA que aún se está investigando faltan criterios de diagnóstico. A veces, a los profesionales de la salud, les cuesta determinar si el problema en una persona es el de ortorexia nerviosa por falta de información y perspectiva”, apunta José Franciso López-Gil y demanda en este sentido herramientas más específicas para decretar cuándo alguien padece el trastorno. 

Aún se está investigando faltan criterios de diagnóstico. A veces, a los profesionales de la salud, les cuesta determinar si el problema en una persona es el de ortorexia nerviosa por falta de información y perspectiva

José Franciso López-Gil Investigador

Si uno se detiene a pensarlo, establecer cuándo una persona está en el extremo de comer demasiado sano es complicado. “Por nuestra cultura social, cuando alguien empieza a mejorar sus hábitos de vida es lógico que cambie también su alimentación. Si su círculo cercano no lo hace puede haber incluso un ligero aislamiento social sin que llegue a padecerse ortorexia”, apunta López-Gil. 

Los límites entre lo saludable y el TCA a veces son difusos, pero sí se pueden establecer. “Cuando afecta a nuestra salud mental. Cuando nos obsesionamos con la comida sana y perdemos la concentración en otras tareas. Cuando hay aislamiento social por la comida. Cuando alguien se siente triste, agobiado o con culpa por no seguir estrictamente una dieta determinada”, apunta como causas el psicólogo Juan Ramón Barada. “Preocuparse por comer sano no tiene que ir asociado de un malestar psicológico”, apunta. 

Otro de los problemas es que las personas establecen relaciones entre lo que es sano y lo que no sin informarse. “Uno puede pensar que alimentarse solo a base de lechuga y zanahorias es saludable”, refleja Barada. Por ello, quien quiera “tener una dieta más saludable que se ponga en contacto con un nutricionista. Hay estipulaciones generales que son correctas, pero siempre va a depender de lo que queramos conseguir mejorando nuestros hábitos”, explica el investigador López-Gil.

La cultura y la exposición influyen

“Las redes sociales influyen muchísimo. Hay cuentas peligrosas: las influencers, actrices o modelos suben fotos retocadas y de primeras no te das cuenta de la edición. Refuerzan unos cánones de belleza en la sociedad que no son reales”, responde Adriana Martínez al ser preguntada por algunas de las causas que considera que le han afectado para padecer un TCA. 

En aplicaciones como TikTok, al buscar palabras como anorexia salta un aviso de ayuda al usuario. Sin embargo, para Martínez este aviso es poco. Cuenta a este diario que cuando juega a algún videojuego online en su tablet le saltan anuncios para bajar de peso, y confiesa “casi hacerlo alguna vez”. Para ella, es vital “que los políticos empiecen a regular en estas materias”. En este sentido, Ana Moullá, que trabaja en el tratamiento de Adriana Martínez, insiste a este diario, emocionada, que la joven recuerda muchas veces a sus compañeras estas características aunque la enfermedad sea “una lucha diaria”.

“El problema de los hábitos saludables es que quien los coge muchas veces los hace más con el fin de mejorar su apariencia física que por la salud en sí misma”

José Francisco López-Gil Nutricionista e investigador

En palabras del psicólogo Juan Ramón Barrada, toda la obsesión por la comida saludable pasa por un cambio en la corriente cultural actual. “En las librerías hay secciones de nutrición o creadores de contenido hablando de ello en redes sociales. No todos pasan el filtro de la ciencia y la salud, pero sí que se extreman los límites y parece todo o blanco o negro, sin grises”. Para él, con la estabilización de unos hábitos de salud por la salud, que dice no criticar, “se ha atribuido cierta responsabilidad o culpa al no cumplir con los cánones de belleza” y destaca la importancia de “asumir que en la vida hay grises”, refiriéndose a la flexibilidad en la dieta. 

Preguntado por si movimientos como realfooding de Carlos Ríos y que una persona establezca qué es comida real y qué no pueda tener una consecuencia negativa en la sociedad, responde: “Es complicado llamar causa a nada, pero creo que se crea una comunidad de apoyo para la rigidez alimentaria y se lanzan mensajes que la apoyan”. Además, en este sentido recuerda que “aunque los alimentos ultraprocesados sean menos sanos, no dejan de ser comida. La comida irreal para el consumo humano son las tuercas”. “No es lo mismo intentar que la gente coma más sano a demonizar constantemente un tipo de comida”, apunta. 

“El problema de los hábitos saludables es que quien los coge muchas veces los hace con un fin. Y este objetivo suele ir más por la apariencia física que por la salud en sí misma”, explica por su parte el nutricionista José Francisco López-Gil. Indica que una relación en la que el 80% de los alimentos que ingerimos sean naturales frente a un 20% con una mayor cantidad de procesamiento, “en líneas generales es saludable, pero sin obsesionarse”.

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