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Jazmín Bazán

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En 1975, las Naciones Unidas conmemoraron por primera vez el Día Internacional de la Mujer, proclamado dos años más tarde por su Asamblea. ¿Fue una iniciativa exclusiva de la organización? ¿Por qué se eligió el 8 de marzo? Si existen relatos cruzados -y varios equívocos-, se debe a que la marcha de las mujeres por mayores libertades cuenta con un largo recorrido, lleno de hitos y referentes; de movilizaciones y persecuciones; de derrotas y conquistas; de diversos reclamos que cambiaron -y cambian- según la época y las latitudes. Algunas batallas son conocidas, otras salen a la luz a medida que avanzan los estudios y los movimientos que reclaman derechos, pero también el reconocimiento de su lugar en la Historia.

La propuesta original de tener un día propio surgió de las socialistas alemanas en 1910, aunque es interesante explorar los mitos. Sobre todo, el más extendido, aquel que se remonta a un supuesto incendio intencional de una fábrica textil norteamericana en 1909, que habría resultado en la muerte de más de cien trabajadoras. Aunque errado, este relato brinda elementos para reconstruir el contexto en el cual efectivamente surgió la fecha. En palabras del historiador Pierre Broué, permite “atrapar la punta del ovillo, tirar de él y avanzar en la comprensión de este mundo en marcha, que es necesario transformar”.

Es verdad que existió una empresa llamada la Triangle Shirtwaist, donde las obreras padecían condiciones inhumanas; también es cierto que ellas se rebelaron en distintas ocasiones por mejores salarios, mayor seguridad, reducción de la carga horaria y derechos sindicales; y, lamentablemente, hubo un incendio donde muchas perdieron la vida, de forma completamente evitable: estaban hacinadas, las mangueras no funcionaban y las salidas se mantenían clausuradas para ejercer un control estricto sobre el personal. Pero esto ocurrió a fines de marzo de 1911.

La tragedia evidencia que la explotación patronal y la opresión por motivos de género constituían una realidad extendida a principios del siglo XX. Pese a los mandatos sociales imperantes -que pretendían recluir a la mujer al ámbito doméstico, al mismo tiempo que la obligaban a tomar los peores trabajos-, la ferocidad de los jefes, las leyes antisindicales y la persecución a las corrientes de izquierda, las trabajadoras no se quedaron de brazos cruzados. Se organizaron alrededor del mundo, en gremios y partidos políticos. Además, crearon instancias para discutir sus problemas específicos. De hecho, fue en la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Copenhague, congregada en agosto de 1910, donde nació la propuesta de un Día Internacional de la Mujer.

Las mujeres tienen su día

Allí participaron más de cien delegadas, de 17 nacionalidades distintas. La condición para asistir era reconocer “el principio de la lucha de clases”. De esta forma, sus impulsoras se enfrentaban abiertamente a cierto feminismo compuesto por intelectuales y representantes de las clases propietarias, que excluía explícitamente a las militantes revolucionarias.

Clara Zetkin, dirigente del Partido Socialdemócrata Alemán y presidenta de la Internacional de Mujeres Socialistas, abrió las sesiones. Ni ella ni sus compañeras dejaban de ser feministas, en tanto buscaban la equidad entre los géneros y la liberación de las mujeres; pero consideraban que estas aspiraciones solo podrían alcanzarse a través de un cambio de sistema. Como explican los investigadores Cintia Frencia y Daniel Gaido (El marxismo y la liberación de las mujeres trabajadoras: de la Internacional de Mujeres Socialistas a la Revolución rusa): “Zetkin utilizaba términos despectivos Frauenrechtelei y Frauenrechtlerei, traducidos usualmente como 'feminismo' o 'movimiento feminista', pero cuyo significado real sería 'la prédica (o el palabrerío) en torno a la igualdad de derechos para las mujeres'”. De hecho, compartían con sus adversarias distintas aspiraciones. Especialmente, la del voto femenino. Diferían respecto a la estrategia para alcanzarlo, sus características y el rol que ocupaba dentro del conjunto de las demandas del movimiento.

La Conferencia aprobó cinco resoluciones, ligadas -en vísperas de la I Guerra Mundial- al mantenimiento de la paz; la protección social para las embarazadas, las madres, sus hijos e hijas; la defensa de las trabajadoras; la discusión sobre los altos costos de vida... y el voto femenino irrestricto.Esta última palabra representaba un claro mensaje a un sector de sufragistas -particularmente las inglesas-, que se conformaba con una apertura restringida de este derecho (en 1918, el Parlamento británico aprobaría el acceso a los comicios solo para mujeres propietarias mayores de 30 años).

Las delegadas norteamericanas comentaron en su informe que, el 28 de febrero del año anterior, se había celebrado en su país el “Día Nacional de la Mujer”, por propuesta del Partido Socialista de Estados Unidos y su recientemente creado Comité Nacional Femenino. “Un evento que ha despertado la atención de nuestros enemigos y el reconocimiento de todos los hombres y mujeres de pensamiento libre”, aseveraban.

Inspiradas en este ejemplo, las representantes alemanas Luise Zietz y Clara Zetkin propusieron la siguiente moción:

Para impulsar la emancipación política de la mujer es deber de las mujeres socialistas de todos los países agitar infatigablemente entre las masas trabajadoras (...). Para realizar esa propaganda se deben hacer sobre todo elecciones a todo tipo de organismos políticos y públicos. (...) Si las mujeres no tienen derecho a voto o tienen derecho a voto limitado, las mujeres socialistas deben unirse y guiarlas en la lucha por sus derechos; en cualquier caso, debe hacerse hincapié en el reclamo de un sufragio femenino político pleno.

Se debe proclamar y sustanciar en la manifestación anual del Primero de Mayo (cualquiera sea la forma que asuma) la solicitud de plena igualdad política de los sexos. De acuerdo con las organizaciones políticas y sindicales con conciencia de clase del proletariado de su país, las mujeres socialistas de todas las nacionalidades deben organizar cada año un Día de la Mujer, el cual, ante todo, tiene que promover la agitación por el sufragio femenino. Esta reivindicación debe ser explicada en relación con toda la cuestión de la mujer según la concepción socialista. El Día de la Mujer debe tener un carácter internacional y debe ser preparado cuidadosamente.

Una vez aprobada la resolución, en el informe de la reunión puede leerse que sus redactoras no preveían la importancia que tendría el hecho.Por eso, advertían, había que comprometerse fuertemente con la causa “sin que nos hagamos ilusiones acerca de que significará un cambio trascendental para la conquista de los derechos políticos de la mujer, pero con la firme voluntad de darle el mayor alcance práctico que un Día de la Mujer bien preparado puede y, finalmente, debe tener”.

Una revolución del calendario

Quedaba algo por decidir: la fecha. Al año siguiente, las alemanas eligieron el 19 de marzo (recordando tanto la Revolución de 1848 como la Comuna de París). Las suecas aprovecharon el 1° de mayo para sumar sus banderas. Se manifestaron cerca de un millón de personas en todo el mundo. En 1913, cuando el conflicto bélico se respiraba en el aire, las mujeres rusas organizaron mítines por la paz el último domingo de febrero... del calendario juliano. Para el resto de los países, se trataba del 8 de marzo, día fijado a partir de 1914, ante el acuerdo de las socialistas alemanas, suecas y rusas. A la consigna del voto femenino, se incorporaron otras, ligadas a las condiciones de trabajo, la capacidad de ocupar cargos públicos, el rechazo a la proscripción política y a la guerra.

1917 marcó un parteaguas. Mientras las principales potencias se disputaban la hegemonía mundial, en Rusia (el eslabón más débil del imperialismo que tomaba parte de la contienda) surgió una revolución. “El 23 de febrero de 1917 [u 8 de marzo, según el calendario gregoriano], ellas salieron valientemente a las calles de Petrogrado. Estas mujeres, obreras y esposas de soldados, exigían pan para sus hijos y el regreso de sus maridos de las trincheras”, recordaba Alexandra Kollontai, una de las principales dirigentes del Partido Bolchevique y futura Comisaria del Pueblo para la Asistencia Pública. En palabras de Trotsky: “A nadie se le pasó por la cabeza que el Día de la Mujer podría convertirse en el primer día de la revolución”. Pero lo fue.

Viejas y nuevas demandas

Muchas cuestiones que denunciaban las referentes socialistas (cuyo legado retoman distintas agrupaciones y partidos) siguen vigentes: los indicadores muestran que las mujeres son las más golpeadas por las crisis, la pobreza y la desocupación. Y, pese a los avances, todavía existen distintas brechas en el ámbito laboral y el político.

Muchas cuestiones que denunciaban las referentes socialistas siguen vigentes: los indicadores muestran que las mujeres son las más golpeadas por las crisis, la pobreza y la desocupación.

A partir de las décadas siguientes, con la consecución del voto, y de acuerdo a las cambiantes coyunturas político sociales, la fecha fue ganando adhesión de mujeres de distintas extracciones e integrando nuevas consignas. Con los feminismos de la segunda ola, cuestiones antes consideradas “privadas” tomaron estado político: sexualidad, aborto, relaciones interpersonales, trabajo no remunerado y los distintos tipos de violencia son algunos ejemplos, que permanecen en la agenda feminista hasta el día de hoy.

Un legado y muchos desafíos

Este Día Internacional de la Mujer, uno de los ejes centrales es, sin duda, la denuncia contra los femicidios, así como la exigencia al Estado de que implemente políticas públicas y recursos para abordar esta problemática desde la raíz. En lo que va del año, casi a diario, una mujer fue asesinada en nuestro país. A esto se suman otros crímenes por razones de género, como travesticidios y transfemicidios.

Uno de los hilos que conecta los orígenes de esta fecha con la actualidad es la potencia de la organización contra las estructuras e instituciones machistas que sostienen, legitiman y reproducen desigualdades y violencias.En el grito de “ni una menos” conviven el dolor, la bronca, el pedido de justicia por las que ya no están y la búsqueda de una vida más libre -una que merezca ser vivida- para todas. Como hace 111 años, las mujeres no solo se reconocen víctimas del patriarcado, sino agentes de cambio para voltearlo.

JZ

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