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La viruela del mono y el riesgo del estigma: ni enfermedad de transmisión sexual ni se contagia solo entre hombres

Imagen de archivo de un laboratorista que analiza muestras de sangre.

Sofía Pérez Mendoza

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Las autoridades británicas han lanzado un llamamiento especial a los hombres homosexuales, bisexuales y HSM –hombres que tienen sexo con hombres– para que estén alerta ante posibles síntomas de la viruela del mono y acudan al médico. En España, la directora general de Salud Pública de la Comunidad de Madrid, Elena Andradas, confirmó que todos los casos sospechosos son varones jóvenes y “la mayoría” tienen sexo con hombres. La insistencia en este colectivo ha despertado las quejas de las entidades LGTBI por el estigma y ha generado ideas equivocadas sobre la naturaleza de la enfermedad causada por este virus, endémico de África y rarísimo fuera del continente. Hasta ahora.

Asumir que el virus solo circula por la vía sexual y entre hombres es erróneo, según los expertos. Y puede llevar a otros colectivos a bajar la guardia. “No es una enfermedad de transmisión sexual, como el VIH o la gonorrea, porque puede transmitirse por otro tipo de vías, como las secreciones respiratorias o por heridas en la piel”, aclara María del Mar Tomás, microbióloga del hospital de A Coruña y portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC).

El requisito para la transmisión es el contacto muy cercano, como el que se da en el sexo, pero no solo en esta circunstancia. “No es un virus aéreo muy contagioso pero sí puede transmitirse si se comparten sábanas, toallas, vasos...”, añade Tomás, que lamenta que los mensajes dirigidos a la población HSH puedan “estigmatizar”.

“El hecho de que varios de los casos sean entre hombres que tienen relaciones sexuales con hombres no implica que sea una enfermedad de transmisión sexual como tal. Las relaciones sexuales implican contacto estrecho, y en el sexo anal son más probables las lesiones en piel o mucosas, lo que puede favorecer el contagio”, manifiesta, por su parte, Mar Faraco, presidenta de la Asociación de Médicos de Sanidad Exterior (AMSE) a Science Media Centre.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) ya han advertido, ante las dudas, que “cualquier persona, independientemente de su orientación sexual, puede contagiar la viruela del mono a través del contacto con fluidos corporales, llagas de viruela del mono o artículos compartidos (como ropa y ropa de cama) que hayan sido contaminados de una persona con la infección” y recuerda que “el virus también puede propagarse entre las personas a través de las gotitas respiratorias, normalmente en un entorno cercano, como el mismo hogar o un ámbito sanitario”.

La jefa del equipo de epidemiología de poxvirus de los CDC, Andrea McCollum, ha aclarado en este sentido que “no hay datos sobre el virus en el semen o los fluidos vaginales” en declaraciones al medio especializado StatNews, lo cual no cambia mucho lo que, apunta, ya sabían sobre la transmisión de este virus: que se requiere contacto estrecho.

La Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales, Intersexuales y más (FELGTBI+) ha lanzado un comunicado en el que advierte de las “importantes repercusiones de vincular una enfermedad con un colectivo [...] puesto que crea un estigma que, si se asienta, es muy difícil de combatir”. Además, la entidad señala que la “desinformación” puede tener un doble efecto pernicioso: además de “estigmatizar a los colectivos vulnerables”, genera “una falsa sensación de invulnerabilidad en el resto de la población”.

En PRISMA, una asociación para la diversidad afectivo-sexual y de género en ciencia y tecnología, muestran preocupación porque los mensajes “se anclen en la misma narrativa que la crisis del sida en los años 80”. “De la naturalización falaz de la relación entre una infección y unos grupos nace el estigma”, sostiene el médico Daniel Cortez, dedicado a la investigación del VIH desde la perspectiva biomédica y social. A su juicio, hay riesgo de que se genere “un discurso de odio que reavive muchos fantasmas que siempre han existido” y asegura que “pudo haber sido casual que el brote surgiera de esta manera”.

Cortez plantea las dificultades sobre cómo informar en estos casos si están afectando especialmente a un colectivo, pero insiste en que, se haga lo que se haga, es fundamental el lenguaje que se use. “Hay compañeros que consideran que no es necesario dar esa información porque no cambiaría el curso del desarrollo del brote, pero si un colectivo puede ser más susceptible por ciertas prácticas puede ser útil para que se puedan tomar medidas a tiempo y reconocer síntomas y signos”, reflexiona.

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