En la Cámara de Diputados de la Nación hay al menos cuatro proyectos de ley que proponen reducir la jornada laboral en Argentina. Todos tienen estado parlamentario, pero ninguno fue discutido en comisiones ni en el recinto. Mientras el mundo debate cómo trabajar menos y mejor, el Congreso argentino mantiene congeladas iniciativas que podrían modificar una norma vigente desde hace casi un siglo.
Los proyectos apuntan a reformar la ley 11.544, sancionada en 1929, que establece un máximo de ocho horas diarias o 48 semanales. La propuesta más amplia es un proyecto unificado firmado por 17 diputadas y diputados, en su mayoría del oficialismo y con fuerte presencia sindical. Establece una jornada de seis horas diarias o 36 semanales sin reducción salarial. Habilita una jornada de siete horas si se concentra en cinco días, consagra el derecho a la desconexión digital y actualiza los recargos por horas extras. También modifica varios artículos de la Ley de Contrato de Trabajo para adaptar el nuevo límite a distintos sectores.
Otro proyecto, del diputado Guillermo Snopek, propone una reducción similar pero con aplicación progresiva y un plazo de transición de hasta 90 días. Su propuesta modifica también los regímenes laborales especiales: incorpora la jornada reducida en el trabajo agrario, en el servicio doméstico y en el teletrabajo. En sus fundamentos, Snopek advierte que la ley vigente “responde a un modelo productivo del siglo XX que ya no existe”. Y destaca que la jornada de seis horas podría reducir la desigualdad, el desempleo y la brecha de género. Cita además los beneficios ambientales de acortar el tiempo laboral: menos traslados, menos emisiones y más tiempo libre.
Un tercer proyecto, presentado por la izquierda, se centra en una situación específica: el Hospital Garrahan. La diputada Vanina Biasi impulsa una ley que reconoce la insalubridad generalizada en ese centro de salud pediátrico y reduce la jornada para todo el personal, incluidos residentes y tercerizados. El texto prevé jornadas de seis horas para quienes hoy cumplen diez, licencias por estrés y un régimen jubilatorio diferencial. La iniciativa surgió de asambleas de trabajadores y fue presentada en medio de un prolongado conflicto gremial.
La cuarta propuesta retoma un expediente anterior del año 2023. Presentado en septiembre de 2025, plantea la reducción general de la jornada a seis horas, con topes de cinco para tareas nocturnas o insalubres. Como los otros proyectos, garantiza que la disminución horaria no afecte el salario. Establece una adecuación progresiva de hasta 180 días y se apoya en los Convenios 1 y 47 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que promueven la reducción del tiempo laboral sin deterioro del nivel de vida.
La ley vigente fue inspirada por el Convenio N° 1 de la OIT, aprobado en 1919, y adoptada en Argentina en 1929. Establece una jornada máxima de ocho horas diarias, con algunas excepciones. Casi todos los convenios colectivos se rigen hoy por ese límite. La Ley de Contrato de Trabajo (1976) lo reafirma para el empleo privado. Aunque los avances tecnológicos, los cambios demográficos y la expansión del teletrabajo transformaron las formas de producir, el tiempo de trabajo legal sigue siendo el mismo que hace 95 años.
El Congreso no discute estas propuestas. Las iniciativas están presentadas, pero duermen el sueño de los justos. La Comisión de Legislación del Trabajo de la Cámara baja, presidida por el oficialismo, no convocó a tratar ninguna. Tampoco hubo audiencias ni dictámenes. En un escenario de ajuste económico y ofensiva contra los derechos laborales, la reducción de jornada parece fuera de agenda.
Del lado sindical, en cambio, el tema tiene fuerte respaldo. La Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) y la Corriente Federal de Trabajadores de la CGT expresaron su apoyo a las iniciativas. Coinciden en que “trabajar menos para trabajar todos” puede ser una vía para reducir la desocupación. También plantean que una jornada más corta permitiría redistribuir las tareas de cuidado, que siguen recayendo mayoritariamente en las mujeres.
Las referencias internacionales son una parte central de los fundamentos. Francia adoptó en 2000 una jornada de 35 horas semanales. Alemania tiene un límite de 37,5. Islandia ensayó entre 2015 y 2019 una jornada reducida sin pérdida de productividad ni de salario. En América Latina, Chile aprobó en 2023 una ley para bajar progresivamente de 45 a 40 horas semanales. Colombia y Brasil tienen topes legales menores que los de Argentina.
La discusión sobre la jornada laboral pone en juego una pregunta básica: ¿cuánto tiempo debe ocupar el trabajo en nuestras vidas? El paradigma de “tiempo completo” de ocho horas diarias nació hace más de un siglo, en un mundo industrial y masculino. Hoy convive con la automatización, la digitalización, el envejecimiento poblacional, la precariedad y las tareas de cuidado. Actualizar la jornada laboral es una forma de redistribuir tiempo, salud, ingresos y poder.
JJD