Opinión y blogs

Sobre este blog

A nueve años de la primera marcha de Ni Una Menos: luchas, avances y resistencias

Agustina Rossi

0

“No volvés a ser la misma después de asistir a una marcha del movimiento Ni Una Menos. Es un torrente de emociones que te arrastra, que te cambia profundamente”. Así lo definió Ana, de 26 años, una de las miles de mujeres que se vieron impulsadas a las calles aquel 3 de junio de 2015, harta de la violencia que parecía normalizada en la sociedad argentina.

Este relato, parte del libro “Nunca seremos las mismas” (Ediciones LEA, 2022), nos ayuda a comprender mejor la magnitud de los cambios que vivimos las mujeres a nivel personal, pero también las transformaciones sociales que se gestaron a partir de aquella primera marcha. El Ni Una Menos abrió un espacio y nos acercó herramientas para darle cauce a la impotencia que se venía sintiendo frente a la violencia, frente a los femicidios que no dejaban de suceder casi a diario. Nos dio impulso para hablar sobre algo que todas vivíamos como un problema individual (y, por ende, privado y en silencio).

“No se puede volver atrás, nunca más. A mí me maravilló porque es un cambio de paradigma. Sentís que se puede hacer algo, en ese momento vos sentís que sí se puede. Que la que necesita salir de una situación, puede. Siempre y cuando tenga una red que la sostenga. Y en ese momento se está siendo parte de esa red”, expresó Patricia, de 53 años.

Fue gracias a este movimiento que entendimos que la violencia y la discriminación que vivíamos en todos los ámbitos donde trascurría nuestra vida eran parte de una realidad compartida. No era un problema nuestro, era un asunto social y político. Y fue así que nos volvimos protagonistas de grandes cambios respecto de la percepción y el modo de abordar la violencia, la sexualidad y las normas de género. “Todo cambió, todo, todo”, insiste Micaela. “Mi forma de ser, mi forma de ver a las mujeres, de hablar de las mujeres. Todo. Mi forma de pensar, todo para mí cambió. Yo siempre digo que a mí el feminismo me cambió la vida, en ponerse en lugar del otro, de la otra mujer. Todo, todo, todo”.

Anahí lo explica como “algo que hizo clic y me desperté”. Y es ahí donde –como recuerda Maga, de 59 años, también sobre su primera marcha– que una “empieza a escuchar cosas con las que se sentía identificada, o que le sucedieron alguna vez, y decís qué bueno que se esté hablando, que bueno que esto suceda.”

Luchar

Según las estadísticas de Argentina, 1 de cada 2 mujeres sufrió violencia de género en algún momento de sus vidas. “Siempre pasó. Antes pasaba pero no se hablaba como un tema”, explica Clara, de 52 años, al reflexionar sobre cómo se abordaba el problema de la violencia de género previo al 2015. Clara tiene muy fresco en la memoria la violencia que vivía su prima hace ya muchos años y la manera en que se hablaba sin hablarse dentro de la familia. Luna, de 21 años, también vivió la violencia en silencio: estando en la escuela secundaria tuvo que armar una barricada en la casa de una amiga cuyo novio las había acosado durante días por teléfono a ambas y terminó por ir a golpearles la puerta mientras gritaba amenazas. “Pusimos muebles en la puerta para que no pudiera entrar, y fue horrible pero nunca más lo volvimos a mencionar”.

“Antes, cuando éramos pibas y salíamos al boliche o caminábamos por la calle, pasaba un chabón y te tocaba el culoy por ahí no hacías nada. Y de repente tengo ese recuerdo en la cabeza de estar sentadas con mis amigas tomando mate y quejándonos de una noche que habíamos salido y que a todas nos habían tocado, y fue como en mi cabeza pensaba ”pero esto pasó siempre, o sea, ¿por qué lo estamos hablando ahora y no lo hablamos antes?“. Micaela, 23 años.

“No fue hace una eternidad, fue hace poco y no hablábamos nada, cosas que nos pasaban, cosas con nuestros novios, con algún pibe, no hablábamos de esto. Era: bueno, listo, queda ahí. Y cada una se lo llevaba a su casa”. Amanda, 22 años.

Algo cambió en la manera de experimentar y pensar sobre estas manifestaciones de violencia. Y no sólo entre amigas se empezó a hablar. En las familias, en las relaciones de pareja y hasta en los espacios laborales, apareció el cuestionamiento y el rechazo por la violencia ya tan instalada en nuestra cotidianidad. Julia, profesional de la salud de 36 años, cuenta que antes “era normal que mientras estabas haciendo una cirugía uno de los médicos tuviera su mano en tu culo, vos no te podías mover, no te podías quejar. Ahora, recibimos quejas todos los días. Todos los días aparecen nuevas denuncias que involucran a máximas autoridades de todas las áreas en distintos hospitales”.

El periodo de cambio social que se activa más explícitamente con el Ni Una Menos también logró que las tareas domésticas y de cuidado sean problematizadas. Maria, de 51 años, recuerda que antes “estaba naturalizado, como yo no laburo fuera de casa y él sí. Pero ahora cambió esta cuestión del hombre que no se hace cargo de los hijos, el reparto de las tareas, eso cambió un montón también”.

El Ni Una Menos nos recordó que lo personal es político. Logró canalizar lo que interiormente muchas mujeres estábamos sintiendo y pensando, y nos acompañó a darle una vuelta de tuerca a sus interrogantes. También la sexualidad y cómo las mujeres la experimentábamos hasta el momento se puso en jaque. Muchas recordaban cómo el sexo se les había presentado como un deber, con poco espacio para la expresión del propio deseo. “Estabas de novia y no tenías ganas de coger y te insistían una, dos, tres veces. Y como eras la novia, había que hacerlo. Capaz que no tenía ganas y sentía la obligación de… hacer cosas”, explica Anahí de 23 años. Algo similar vivió Estrella, de 50 años: “Quizás en una época he estado pendiente y eso me jodía porque era como si no fuera yo misma, de tener que cumplir con determinadas cuestiones.”

Avanzar

La sociedad, sin duda, también cambió mucho. Fue a partir de ese momento que muchas personas aprendieron sobre conceptos como “patriarcado”, “femicidio” y a ver más claramente las desigualdades de género. Los femicidios y las múltiples formas de violencia que afectan la vida de las mujeres fueron asuntos de gran interés social que se hicieron presentes en los medios de comunicación. Hasta los políticos tuvieron que salir a manifestarse al respecto porque, estuvieran comprometidos realmente o no, entendieron que había un reclamo que gran parte de la sociedad sintió prioritario.

Del 2015 a la fecha logramos que diputados, senadores, operadores del poder judicial, el poder ejecutivo desde sus ministerios y jefatura de gabinete trabajaran concretamente sobre nuestros reclamos, los cuales hasta entonces solo tenían eco entre algunos actores y espacios reducidos de la sociedad. Solo por mencionar algunas pocas victorias de los últimos años podemos destacar:

  • La Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia de la Nación comenzó el Registro de Femicidios. Fue una de las principales exigencias de la primera marcha, ya que antes del 2015 no contábamos con un registro oficial sino que eran organizaciones de la sociedad civil quienes se esforzaban año a año por visibilizar esa cruda realidad. 
  • En 2017 se presenta el Primer Plan Nacional de Acción contra las Violencias de Género, cuya elaboración e implementación fue otra de las demandas del Ni Una Menos. Dicho plan articula todas las políticas nacionales para prevenir, atender, proteger y reparar los hechos de violencia de género. 
  • En 2018 se sancionó la ley 27.452, conocida como Ley Brisa, que estipula un régimen de reparación económica y cobertura de salud para las niñas, niños y adolescentes cuya madre o persona responsable de su cuidado haya muerto a causa de violencia de género. 
  • En el 2018 también se sancionó la Ley 27.499, conocida como Ley Micaela por el femicidio de Micaela García, donde se establece la capacitación obligatoria en género y violencia de género para todas las personas que trabajan en los tres poderes del Estado, a nivel nacional, provincial y municipal. 
  • En el 2018 se trató por primera vez en el Congreso Nacional el proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Dos años después, el 30 de diciembre de 2020, el Senado argentino aprobó el proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en las primeras 14 semanas de gestación. 
  • En 2019 se crea el Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad de la Nación. Fue una victoria del movimiento de mujeres la jerarquización de la agenda de género a rango ministerial, ya que se promovía una mayor participación de la agenda en la toma de decisiones, se fortalecen los recursos y, por ende, se logra mayor un alcance de las intervenciones, mayor capacidad de incidencia y de acción.
  • En el 2020 Argentina adhiere mediante la Ley 27.580 al Convenio 190 de la OIT para la eliminación de la violencia y el acoso en el mundo del trabajo. El convenio establece a la violencia y al acoso laboral como una violación a los derechos humanos de las personas trabajadoras, y reconoce que afecta más a las mujeres y diversidades.
  • En el 2022 se publica la primera encuesta de prevalencia de las violencias en el país. Gracias a este trabajo contamos con estadísticas que evidencian la magnitud de la problemática. 

Siempre resistir

En estos nueve años nos enfrentamos también a una reacción que, cada vez más fuerte y más violenta, pretende retroceder en los derechos ganados, desarticular todas las políticas públicas que resguardan nuestra integridad física y promueven nuestra autonomía. Estamos viviendo un vaciamiento del Estado que se legitima a través de presentar la agenda de género y al feminismo como el mal de todos los males. Pero no se borra tan fácil lo que escribimos miles y miles de personas en la calle. Como dijeron tantas mujeres y personas LGBTI+ antes que nosotras, y como lo hicimos quienes marchamos aquel 3 de junio del 2015 y volveremos a marchar este próximo lunes: atrás no volvemos nunca más.

AR/DTC

La autora es integrante del Área de Políticas de ELA

“No volvés a ser la misma después de asistir a una marcha del movimiento Ni Una Menos. Es un torrente de emociones que te arrastra, que te cambia profundamente”. Así lo definió Ana, de 26 años, una de las miles de mujeres que se vieron impulsadas a las calles aquel 3 de junio de 2015, harta de la violencia que parecía normalizada en la sociedad argentina.

Este relato, parte del libro “Nunca seremos las mismas” (Ediciones LEA, 2022), nos ayuda a comprender mejor la magnitud de los cambios que vivimos las mujeres a nivel personal, pero también las transformaciones sociales que se gestaron a partir de aquella primera marcha. El Ni Una Menos abrió un espacio y nos acercó herramientas para darle cauce a la impotencia que se venía sintiendo frente a la violencia, frente a los femicidios que no dejaban de suceder casi a diario. Nos dio impulso para hablar sobre algo que todas vivíamos como un problema individual (y, por ende, privado y en silencio).