El comunicado es un género en sí mismo y venimos de días de comunicados. Hemos visto comunicados formales con membrete. Comunicados en hilos larguísimos o en capturas de pantalla. Hubo, también, comunicados por las dudas y hasta un comunicado de disculpas de un líder religioso que, en febrero, le pidió a un nene que le chupara la lengua. Pasaron comunicados escritos por abogados torpes o fríos o las dos cosas. Circularon comunicados escritos en primera persona, llenos de vértigo y peligro. Vimos comunicados vía streaming, tipo stand up con público incluido en la columna de comments.
Debe ser que la época obliga a estar parado en un lugar determinado, aunque ese lugar sea el lugar común. Hay que salir a comunicar que “acá estamos para comunicar que comunicamos nuestra posición”. Obligados a ser nuestro propio faro. El efecto del comunicado es fugaz. El hecho que lo genera, sin embargo, perdura. Al hecho volvemos. Al hecho lo discutimos en asados con amigos, una tertulia que se pone divertida cuando uno aporta un dato, desmiente una línea de diálogo, busca en el celu y dice “no, ¿ves? Acá boludo, ¿ves lo que puso?”. Y así, entre todos, reconstruimos una historia para destruirla. Después de todo ese hecho (ya) no nos pertenece.
Pero siempre hay un “pero”. En el revuelo de comunicados me quedé con uno. Vino después de que publicaran esta nota en Clarín. Es un texto sin firma, una forma inteligente de correrse del centro de la noticia. Es, también, un texto potente: cuenta un apriete sin la maroma de la metáfora. Guido Braslavsky, periodista, empleado en el diario Clarín y acreditado en el Congreso de la Nación desde 2016, fue acorralado por cuatro personas de Seguridad cuando salía del baño, escala que había hecho antes de entrar a la sala de periodistas ubicada en el Senado. Que qué estaba haciendo, que adonde iba, que lo custodiarían hasta el despacho, si informaba cuál. Lo rodearon. Dos tenían handy. No recuerda si los tenía vistos. Fue una situación intimidante.
Por este hecho, sucedido anteayer, el Círculo de Periodistas Parlamentarios (CPP) emitió un comunicado. El texto no se refiere a la desagradable experiencia de Braslavsky, sino al de un periodista y su camarógrafo, ambos de la Televisión Pública, que fueron “escoltados” por personal de Seguridad del Senado hasta la oficina donde iban a realizar la entrevista. Los de Seguridad esperaron en la puerta y los “acompañaron” hasta la salida cuando terminaron de trabajar. Dice el comunicado del CPP: “Desde el retorno a la presencialidad tras la pandemia de Covid-19 hemos registrado numerosos episodios en los que los periodistas de esta entidad somos abordados por el personal del área de Seguridad que obstaculiza nuestro derecho de circular libremente en el ámbito del Honorable Senado de la Nación”. El comunicado dice, sobre todo, esto: “numerosos episodios”.
El comunicado del CPP generó adhesiones. Gustavo Ybarra, periodista acreditado en el Congreso, remarcó públicamente que “esta situación no tiene nada que ver con el incremento de seguridad tras el atentado (N.de la R.: a la vicepresidenta Cristina Fernández, presidenta del Senado). Se viene repitiendo de manera periódica desde hace tiempo y había que sacarla a la luz”. “Inadmisible: en el Senado de la Nación la libertad de prensa está amenazada -tuiteó Laura Serra, periodista parlamentaria acreditada para La Nación-. Los periodistas parlamentarios no podemos transitar libremente para realizar nuestro trabajo. Actos de persecución y hostigamiento”. Pablo Sieira, periodista acreditado en el Congreso para IProfesional: “Esta situación se viene repitiendo hace meses en el Senado. Dificultan la circulación de los periodistas y con ello nuestro trabajo. Soy acreditado desde 2009 y nunca vi algo así”.
Había que sacarla a la luz.
Actos de persecución y hostigamiento.
Dificultan la circulación de los periodistas.
“Mi trabajo es hablar con mucha gente”, me dice Guido Braslavsky al teléfono. El hecho estaba contado pero yo quería un par de detalles y un par de respuestas sobre el oficio. Braslavsky fue al grano: nuestro trabajo es hablar con mucha gente, sí, y para eso hay que entrar en una oficina, hay que coordinar encuentros al pie de una escalera, hay que tomar cafés, hay que saludar siempre y, en lo posible, no retirar jamás un saludo. Un periodista acreditado en el Congreso pasa de Diputados a Senadores por el Salón de los Pasos Perdidos, tiene permiso de entrada 24/7 y espacio para trabajar en la sala de prensa. Por supuesto hay sectores restringidos, pero el periodista puede moverse donde lo lleve la nota. Para eso está acreditado.
Le pregunto a Braslavsky qué impacto tiene para los periodistas que el personal de Seguridad del Senado (en este caso) violente a los acreditados en el Congreso: “Te desalienta a ir. Te coarta la libertad de trabajo, de movimiento. Tu libertad individual… Es un comportamiento antidemocrático. Lo que pasó responde a una forma de aparato represivo, no es un tema de seguridad”. Hasta el cierre de esta entrega de Gracias por venir, anoche, nadie se había puesto en contacto con él: ni el responsable de la Seguridad del Senado ni el responsable político, si es que hay.
Hace unas semanas fui a Balneario, un ciclo de entrevistas públicas organizado por Ocio Casa de Libros y Revista Bache. Me tocó ser entrevistada junto a un colega dedicado al periodismo político al que admiro, Diego Genoud. Al momento de las preguntas de los asistentes, alguien preguntó por qué parece que los periodistas somos más importantes que el resto o muy importantes o que cuando pasa algo “ohhh el periodista”. Temo estar malinterpretando la inquietud o reformulándola. Yo no respondí pero quiero hacerlo ahora. El ciudadano común no tiene acceso a despachos para entrevistar a funcionarios públicos o conversar con ellos en off. No es una cuestión de desmarque social, es que nuestra tarea es mediar: conseguir información, publicarla; conseguir información y reservarla.
La última vez hablé de mi tía que postea Facebook (no tengo esa tía, aviso). Mi tía no tiene acceso, no tiene avales, no está en condiciones de ser acreditada en el Congreso. Alguien tiene que hacer ese trabajo. Es un trabajo de la Democracia. Y es un trabajo noble. También es un trabajo sucio. Pero insisto: alguien tiene que hacerlo. Me pregunto si lo que molesta es el trabajo o si lo que molesta es el periodista. Si se trata del periodista, bueno, es una gran noticia. Salvo que el periodista moleste simplemente porque su oficio lo ubica en el lugar de los enemigos. Entonces sí, eso es un problema.
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PD. Repasé para esta entrega Los secretos del Congreso, un gran libro escrito por el periodista Gabriel Sued. Entre otras cuestiones, entendí la etiqueta de la Cámara Alta. Supe, por ejemplo, que en el Senado no se puede aplaudir y que está prohibido tomar mates en el recinto. Órdenes del ex senador peronista Miguel Ángel Pichetto, que llegó veinte días antes de aquel diciembre fatal, el de 2001, después de ocho años como diputado nacional. Pichetto representó en el Congreso a todos los gobiernos peronistas desde 2002 hasta 2015. Sobre los aplausos en el Senado: “Son estupideces emocionales que no van con la política”. Sobre el mate: “Lo del mate me parece grotesco. Yo tomo mate, pero no en el recinto”. Ambas son declaraciones del ex compañero de fórmula de Mauricio Macri para las presidenciales de 2019. Los secretos del Congreso fue editado por Ediciones B en 2019. Desconozco el precio porque “lo tomé prestado de la redacción de Viva para leer” ;)
VDM
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