Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Sobre este blog

Punto de Encuentro es un espacio de Amnistía Internacional para amplificar las voces y miradas de periodistas, comunicadoras y fotógrafas que trabajan en temas relacionados con mujeres y disidencias.

En un contexto de violencia creciente contra activistas de derechos humanos y ante la reducción de estas agendas en muchos medios masivos de comunicación, Amnistía Internacional y elDiarioAR se unen para dar un espacio destacado a contenido federal e inclusivo. 

El rol de periodistas feministas ha sido clave en los avances de los últimos años y el ejercicio profesional riguroso y libre es clave para garantizar esas conquistas que son para toda la sociedad. 

Punto de Encuentro pretende ser precisamente un espacio de coincidencia, pero también de debate constructivo. Porque no se puede ser feminista en soledad.

Parir o no parir: la baja de la natalidad también habla de libertad

Desde hace años, la tasa de fecundidad -el promedio de hijos que va a tener cada mujer- baja sin pausa en casi todo el planeta.

0

En la Argentina nacen 40% bebés menos que hace 10 años. Y en la Ciudad de Buenos Aires y otros centros urbanos, el 50%. Desde hace años, la tasa de fecundidad -el promedio de hijos que va a tener cada mujer- baja sin pausa en casi todo el planeta. Acá también.

En 2014 nacieron 777.012 bebés.

En 2023, 460.902.

Se estima que el año pasado fueron 425.000 nacimientos.

¿Las mujeres quieren dejar de parir? ¿Enviaremos la especie a la extinción? Presagios apocalípticos se amplifican desde las usinas de una derecha que blande como una amenaza existencial que las mujeres ya no se sometan a la maternidad como un destino (Simone de Beauvoir dixit) y opten por proyectos de vida donde, a veces, no entra la crianza.

La italiana Giorgia Meloni vaticina periódicamente que Italia está destinada a desaparecer por haber arriado la divisa “mamma ama bambini”.

En campaña electoral, el hoy vicepresidente norteamericano, JD Vance acusó a las demócratas de preferir criar gatos antes que niños: “childless cat ladies”, las llamaron. Muchas mujeres, entre ella Kamala Harris y Taylor Swift, reivindicaron esa categoría.

A fines de mayo, el presidente Javier Milei sumó su voz al coro en una jornada de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en Argentina: “Ahora el miedo es que el mundo se quede sin gente. Lo hubieran pensado antes, nos hubiéramos evitado bastantes asesinatos en el vientre de las madres”. Y machacó, alberdiano: “El rol de la población es fundamental en el crecimiento económico”. No es nuevo que las mujeres sean consideradas poco útiles y, a la vez, responsables de los males de la humanidad.

El presidente y sus adláteres acusaron del descenso de la tasa de fecundidad a las políticas públicas que en la última década pusieron en cuestión que la maternidad sea la función social de las mujeres y fortalecieron su capacidad de elegir: la despenalización del aborto, la ESI, el plan ENIA, el acceso a la anticoncepción en el sistema público, entre otras.

Es un diagnóstico inexacto: la natalidad viene disminuyendo desde un siglo antes de que una marea de mujeres tiñera de verde las plazas políticas y arrancara el derecho a decidir su maternidad. A medida que las mujeres se incorporaron al mercado de trabajo, avanzaron en la escolarización, a medida que bajaba la mortalidad infantil y subía la esperanza de vida, las familias se fueron achicando.

A principios del siglo XX, cada argentina sentaba a su mesa en promedio 6 hijos. Hacia 1950, poco más de 3. En la primera década del siglo XXI, apenitas más de 2. Y el año pasado: 1,24. Un índice que en la Ciudad de Buenos Aires descendió a 1,09.

“En el país hubo marcados descensos de la tasa de fecundidad desde 1914 y después estuvo estancada muchos años; el tema es que a partir de 2014 desciende por debajo de lo que llamamos el nivel de reemplazo generacional, que es de 2,1 hijos por mujer”, explica el demógrafo Hernán Manzelli, investigador del Conicet y del Centro de Estudios de Población.

Treintañeras de un solo hijo

No solo nacen menos bebés. Sus madres postergan el embarazo después de soplar 31 velitas. O más. En la Ciudad de Buenos Aires, la edad media pasó de 29,3 años en el 2006 a los 32,4 en el 2023. Ese año, la mitad de los partos fueron de primerizas. Si esa es la edad de empezar a procrear es claro que nadie planifica tener muchos hijos. Ni las pobres ni las ricas: no hay diferencias significativas en las comunas del Norte o del Sur.

Tomás nació cuando Vicky Rusconi cruzaba los 30. Lejos de la foto Kodak, lo primero que le dio la maternidad fue miedo: “La idea de estar a cargo de algo tan indefenso asusta un poco. También me dio uno de los lazos más fuertes que se pueden tener con otro. Y un gran compañero en muchas cosas”.

En su caso, “la maternidad fue compleja, nunca había tenido la idea de la familia ni el objetivo de ser madre. Tener a mi hijo, cuidar a un bebé en un contexto en el que la mayor carga recae sobre la mujer y donde desde lo laboral no se contempla un espacio que concilie la maternidad con los objetivos de desarrollo personal, implicó dejar de lado muchas cosas que quería y disfrutaba”.

Al miedo y al esfuerzo se sumaron ciertas particularidades que implicaban mucha dedicación. “Todo eso hizo que ni siquiera pensara en tener otro hijo. Disfruté y disfruto la maternidad (más ahora en su adolescencia que de niño), pero no es algo que desee repetir”, explica esta mujer de expresión inteligente y severa, profesora de Literatura. “El balance siempre es positivo: no importa lo que cueste. Alguien me preguntó qué haría si pudiera volver atrás cambiando mi presente; nada que implique no tener a Tomás conmigo”.

No son malas noticias

La caída de la fecundidad es vertical entre las adolescentes: en 2023 fue de 11,5, un 64% menor en relación con el año 2005.

En el caso de las niñas de 10 a 12 años, que no pueden dar su consentimiento, por lo que todo embarazo tiene su origen en un abuso sexual, la caída es mayor: un 72%.

Alejandra Sánchez Cabeza respira profundo antes de contestar. Médica, sanitarista, magíster en Gestión y Políticas de Salud, doctora en Ciencia Política, presidenta de la Asociación Argentina de Salud Pública y fundadora de Surcos, una ONG que trabaja con comunidades vulneradas, tiene la experiencia tatuada en el cuerpo: durante 25 años recorrió más de 90 localidades, desde Jujuy hasta Ushuaia, desde Bernardo de Irigoyen en Misiones, hasta la cordillera. Primero con Surcos, después con el Ministerio de Salud.

“No es aconsejable que las adolescencias queden embarazadas. Son embarazos de riesgo, tienen tres veces más probabilidades de enfermar o morir, sobre todo entre los 10 y los 14 años. También hay mucho más riesgos para el recién nacido”, explica.

Las niñas madres tienen muchas dificultades para continuar sus estudios y muchas menos probabilidades de insertarse en el mercado laboral. Sólo el 38% logra completar la escuela secundaria. La maternidad adolescente perpetúa el ciclo de la pobreza en las hijas de familias pobres.

Menos herramientas

La Educación Sexual Integral (ESI) ha sido uno de los factores de este descenso. También los programas de acceso a la anticoncepción y prevención de enfermedades de transmisión sexual. Sin embargo, ambas herramientas han sido criticadas y están en riesgo en la nueva coyuntura.

“Todavía muchos niños y muchas adolescencias acceden a conocimientos sobre la salud sexual a través de la pornografía, la moda, la violencia. La ESI no solo no incentiva las relaciones sexuales precoces, como dicen sus detractores, sino que ofrece elementos para iniciar una sexualidad mucho más responsable y cuidada”, argumenta Sánchez Cabeza.

La ESI, además, permitió revelar situaciones de abuso, en general intrafamiliares, que no encontraban palabras para ser nombradas. “Sacar la educación sexual de las escuelas es dejar a las niñeces sin palabras. ¡Y qué palabras!” -dice Sánchez Cabezas.

Mailén Pérez Tort, socióloga diplomada en género y salud, y consultora de la OPS (Organización Panamericana de la Salud), no duda de que la maternidad adolescente “bajó tan fuertemente entre las adolescentes pauperizadas porque eran las que más se embarazaban. Y ese cambio se debe claramente a las políticas públicas de acceso y disponibilidad, al uso correcto de esos métodos anticonceptivos y también, obviamente, al desarrollo tecnológico de la anticoncepción”.

Sin embargo, las políticas públicas que aliviaron a las jovencitas de una maternidad precoz están todas en jaque o ya no existen: la ESI, la distribución desde 2014 de implantes subdérmicos hormonales, que duran entre 3 y 5 años; y, desde 2017 hasta que lo vaciaron en 2024, el plan ENIA, de prevención del embarazo no intencional en la adolescencia.

Esas conquistas rompieron el esquema que decía que las pobres tenían más hijos que las ricas. Entre las madres de menor nivel educativo, los embarazos se redujeron un 77% desde 2005. En los niveles superiores, el descenso fue de un 13% y un 7%. Las chicas de las barriadas, cuando pudieron escapar de los embarazos no deseados, supieron defender su escolarización y construir su autonomía.

“Todo muy lindo con la autonomía y los derechos consagrados y tal. Pero vivimos en un contexto muy empobrecido. La mayoría de mis amigas que son madres tienen un hijo y no van a tener otro porque están muy cansadas y porque las condiciones económicas son muy limitantes para la autonomía. ¿Quién va a tener 5 hijos que corretean en un jardín imaginario si vive en un dos ambientes interno de Villa Crespo?, apunta Pérez Tort.

Formas de familia

Lo que hasta hace menos de un siglo era un estigma -tener un hijo sola- hoy puede ser pensado como una de las formas de la felicidad. Camila Teitelbaum tiene una sonrisa amplia y 27 años. Licenciada en Ciencia Política (UBA), trabaja en una consultora de opinión pública. Está segura de que quiere ser madre: “Es una decisión que tomé hace mucho -dice-. De hecho, no me acuerdo que haya sido una decisión porque no me lo formulé como una pregunta. Desde que tengo memoria siempre pensé que iba a tener hijos. En el último tiempo, capaz más por la edad, me lo planteé como una pregunta más profunda. ¿Realmente esto es lo que quiero?”

—¿Y la respuesta?

—Sigue siendo que sí. Siempre me gustaron los chicos y me resultó muy fácil imaginarme en un rol de madre. No creo que haya influido en mi decisión la ESI pero sí influyó en aprender que no hay una sola manera de configurar la maternidad. Cuando era más chica pensaba un recorrido tradicional, pareja, hijos. La ESI me ayudó a pensar qué es lo que me interesa de ser madre. Y a definir que no es estar en pareja o tener una crianza compartida. Que a mí lo que me interesa es ser madre y lo haría sola. Porque me interesa más por una relación mía con mis futuros hijos y no necesariamente con otra persona.“

Decir que no

Entre los jóvenes crece la decisión de no tener hijos. En los consultorios públicos y privados, son cada vez más los menores de 30 años que piden anticoncepción quirúrgica, ligadura de trompas o vasectomía.

Chiara Paiz tiene 24 años, trabaja, estudia una primera tecnicatura en Pedagogía y Educación Social y no piensa que una mujer está incompleta si no tuvo un bebé en brazos. “En este momento mis proyectos principales están abocados a mi formación académica y profesional”, dice, rotunda.

Tuvo una buena base de educación sexual, tanto en la casa como en el colegio, y tal vez por eso no se siente en falta cuando aclara: “Mi deseo de ser madre es bajo. Lo pienso como algo futuro, tal vez en 10 años. Ahora no. No sé. Siento que es un trabajo enooorme, no solamente el hecho de tener un hijo o una hija sino también la situación pareja, un compañero. Yo y muchas mujeres de mi círculo cercano estamos en una búsqueda -con destino al fracaso- de vínculos sexo-afectivos a largo plazo. Es muy difícil encontrarlo... por lo menos en los menores de 30”.

—¿La maternidad está ligada a un vínculo de pareja estable?

—Siiii. Cuando pienso en la maternidad, más allá de verla como un trabajo, me cuesta pensar en un otro que acompañe la crianza. Hace unos años transité un embarazo con alguien que decidió irse, y entonces lo interrumpí. No quería repetir la historia de mi crianza con un padre que iba y venía, con una madre sola en todo momento, con mil trabajos y sin un colchón económico sólido. Así que si bien no renuncio a la maternidad completamente, entiendo que algo se enterró. Un poco el deseo y otro poco la confianza en que algo perdure. Aun así, creo que cuando llegue a los puestos que quiero aplicar en el trabajo, cuando termine mi segunda carrera y tenga mi casa propia y algunos temas resueltos... Tal vez considere empezar a pensar en ser madre, tal vez adoptando.

Hay muchas explicaciones de por qué desciende la fecundidad pero algunas son irrefutables. “Según la teoría de la segunda transición demográfica, el descenso de la mortalidad se acompaña por un descenso de la fecundidad. La gente ya no se muere tan joven, se casa más tarde, hay otras perspectivas sociales, y decide tener menos hijos. Las sociedades cambian, tienen otros valores, tienden más a la individualización. Prefieren prestarle más atención tanto económica como social a cada uno de los hijos, que se eduque. Y para eso necesitan tener menos hijos”, explica Hernán Manzelli.

El deseo de ellos

A medida que la maternidad deja de ser la meta vital para las mujeres, parece afianzarse el deseo de paternidad en los hombres. Una encuesta de la consultora Sentimientos Públicos muestra esa brecha: los hombres se identificaron con la respuesta “tener hijos es un hecho que mejoró mi vida”, mientras que el 30% de las consultadas “relativizó el disfrute y destacó los claroscuros”.

Chiara coincide en que más varones que mujeres quieren tener hijos pero opina que “ese chip mucho no cambia, se romantiza” sin que haya real conciencia de la paternidad. “Por suerte, mis amigos hombres y heterosexuales son copados y siempre les proponemos que se replanteen el concepto de paternidad que tienen por formación.”

La provincia de Buenos Aires tiene un programa, “Anticoncepción masculina: vasectomía sin bisturí”, disponible en siete hospitales bonaerenses. Es un procedimiento sencillo, de rápida recuperación, con anestesia local. La novedad es que muchos jóvenes aceptan integrarse a las políticas de salud sexual y reproductiva, antes solo aplicadas sobre los cuerpos de las mujeres.

En un webinario reciente, la directora de Equidad de Género provincial, Carlota Ramírez, comentó que los que requieren la vasectomía buscan autonomía en las decisiones vinculadas a la reproducción y “también poner el cuerpo”.

En una experiencia piloto en La Matanza se presentaron 3.000 hombres en una semana. Algunos no querían tener hijos y los que tenían un par no querían tener más. Muchas veces, porque no los pueden mantener.

En Argentina, tener un hijo es casi encargar un certificado de pobreza. La canasta de crianza del INDEC, marzo 2025, informa que el costo de criar un chico se multiplicó más de 20 veces en cinco años. En todas las franjas etarias se necesitan más de 400.000 pesos mensuales por chico.

Otra historia

No es la primera vez que la tasa de fecundidad genera pánico. Alrededor de 1970, la alarma fue en sentido contrario. ¡El planeta no puede albergarnos a todos! ¡No habrá alimentos suficientes! “El crecimiento demográfico causa la pobreza y la pobreza causa el comunismo”, se espantaban. Para evitarlo, la India sometió a millones de ciudadanos a la esterilización obligatoria; China impuso la política del hijo único; Fujimori sometió a unas 200.000 campesinas peruanas a esterilizaciones forzosas. Y sigue la lista.

Hoy la guerra demográfica apunta a “la cuestión de género”. Más claro: a la capacidad de decidir de las mujeres, convirtiendo su cuerpo en campo de operaciones de la planificación familiar.

Nadie niega que el envejecimiento poblacional y la disminución de la población joven tiene consecuencias. Pero quienes la describen como una catástrofe civilizatoria suelen esconder un razonamiento racista, que pretende generar miedo. Como la teoría del gran reemplazo según la cual la población blanca y cristiana sería sustituida por islámicos o africanos.

La derecha supremacista que se alarma porque “sus” mujeres tienen menos hijos prefieren su país despoblado antes que convivir con inmigrantes: los mandan a campos de concentración o -cruzando el Atlántico- miran impávidos cuando las pateras se hunden en el Mediterráneo.

Para evitarlo, muchos proponen regresar a las mujeres al hogar y conminarlas a parir. Un programa que no solo avasalla el deseo de las potenciales gestantes: ni siquiera está en debate cómo se les garantizaría ni a ellas ni a sus hijos e hijas el más mínimo bienestar económico.

OV / MA

Sobre este blog

Punto de Encuentro es un espacio de Amnistía Internacional para amplificar las voces y miradas de periodistas, comunicadoras y fotógrafas que trabajan en temas relacionados con mujeres y disidencias.

En un contexto de violencia creciente contra activistas de derechos humanos y ante la reducción de estas agendas en muchos medios masivos de comunicación, Amnistía Internacional y elDiarioAR se unen para dar un espacio destacado a contenido federal e inclusivo. 

El rol de periodistas feministas ha sido clave en los avances de los últimos años y el ejercicio profesional riguroso y libre es clave para garantizar esas conquistas que son para toda la sociedad. 

Punto de Encuentro pretende ser precisamente un espacio de coincidencia, pero también de debate constructivo. Porque no se puede ser feminista en soledad.

Etiquetas
stats