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Científicos cuestionan que la tecnología enviada a Marte pueda detectar vida

La imagen de la izquierda corresponde al cráter Jezero, en la superficie de Marte; la de la derecha es el delta fósil jurásico de Piedra Roja del desierto de Atacama, en el noroeste de Chile, un popular análogo geológico de Marte.

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Los instrumentos que se están enviando a Marte para recoger y analizar pruebas de vida antigua en el planeta rojo pueden no ser suficientemente sensibles como para realizar evaluaciones precisas.

En un artículo publicado en Nature Communications, un equipo de astrobiólogos liderado por Alberto G. Fairén, científico visitante en el Departamento de Astronomía de la Universidad de Cornell, afirma que cualquier material orgánico en las rocas marcianas podría ser difícil, si no imposible, de detectar con los instrumentos y técnicas actuales.

Fairén -también profesor de investigación en el Centro de Astrobiología (CAB) de Madrid- y el equipo han realizado pruebas en rocas sedimentarias encontradas en el delta fósil del Jurásico de Piedra Roja del desierto de Atacama, en el noroeste de Chile, el desierto más antiguo y seco de la Tierra y cuya composición lo convierte en un popular análogo geológico de Marte.

Para este trabajo, los investigadores realizaron pruebas geológicas en Piedra Roja utilizando cuatro instrumentos que se encuentran actualmente o estarán pronto en Marte.

Descubrieron que las muestras de la Piedra Roja presentan numerosos microorganismos de clasificación indeterminada -lo que los investigadores denominan “microbioma oscuro”- y una mezcla de bioseñales de microorganismos actuales y antiguos que apenas pueden detectarse con equipos de laboratorio de última generación.

Esto reveló a los investigadores que la instrumentación enviada a Marte podría no ser lo suficientemente sensible, dependiendo del instrumento utilizado y del compuesto orgánico buscado. En concreto, “la posibilidad de obtener falsos negativos en la búsqueda de vida en Marte pone de manifiesto la necesidad de herramientas más potentes”, afirma en un comunicado el autor principal del trabajo, Armando Azua-Bustos, investigador científico del equipo de Fairén en el CAB.

Según los investigadores, para “determinar de forma concluyente si alguna vez hubo vida en Marte” es necesario o bien instalar instrumentos complejos en Marte, a unos 53 millones de kilómetros de distancia, o bien traer muestras marcianas a la Tierra. Ambas opciones son extremadamente difíciles, según Fairén.

“Hay que decidir si es más ventajoso tener una capacidad limitada de análisis en la superficie de Marte para interrogar a una amplia variedad de muestras”, dijo, “o tener muestras limitadas para ser analizadas con la amplia variedad de instrumentación de última generación en la Tierra”.

La NASA colabora actualmente con la Agencia Espacial Europea y otros organismos en un esfuerzo por devolver a la Tierra muestras geológicas marcianas recogidas por el rover Perseverance. Y Fairén dijo que se espera que el primer explorador europeo de Marte, llamado Rosalind Franklin, se lance ya en 2028.

Este rover europeo “llevará un taladro con la capacidad sin precedentes de alcanzar una profundidad de 2 metros para analizar sedimentos mejor protegidos contra las duras condiciones de la superficie marciana”, dijo. “Si las bioseñales se conservan mejor en profundidad, como esperamos, habrá más abundancia y diversidad, y una mejor conservación de las bioseñales, en esas muestras profundas. Por tanto, nuestros instrumentos en el rover tendrán más posibilidades de detectarlas”.

Europa Press.

IG

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