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ENTREVISTA

“El after es un lugar psicoanalítico, donde vamos a hablar, y quizás curarnos de nuestras enfermedades psicosociales”

Leo Felipe

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Leo Felipe (Porto Alegre, 1973) fue periodista, académico, DJ, cantante de un grupo punk, presentador televisivo y escritor. Tuvo un bar y discoteca, y ahora dirige la galería de arte Sé en San Pablo [segaleria.com.br]. Y algo de ese currículum jugoso y frenético también define el tono de Historia universal del after. Publicado por Caja Negra y traducido por Alejo Ponce de León, el libro retrata la escena de la música electrónica under brasileña a través del obstinado intento de su protagonista de desentrañar el potencial político de las fiestas, los afters, las drogas y el baile en los años que antecedieron a la elección de Jair Bolsonaro, tarea para la que Felipe echa mano de todo su arsenal teórico y sus dotes de curador fiestero.

El narrador clasifica teorías filosóficas según sus resonancias con los efectos de distintas drogas (la marihuana es el marxismo; el psicoanálisis, la cocaína; el MDMA es fenomenológico), y ordena sus alucinaciones con referencias a la historia del arte. Cerca del final del relato, el protagonista anota: “Desde que comencé a leer teoría, nunca más pude terminar de leer una novela”. En Historia universal del after, relato, teoría y crítica de arte y música se entrelazan para constituir un manual de supervivencia para agitadores culturales en tiempos de recrudecimiento político. 

-El libro está atravesado por la teoría y la escritura académica, pero también tiene un componente ficcional, y de hecho apareció en una colección de Caja Negra dedicada a libros de ficción. ¿Cómo describirías el género del libro?

-Es un libro transgénero, con todo el respeto por la expresión. Parte de la realidad para crear una narrativa con recursos ficcionales. Incluye muchos hechos reales, como si se tratara de la crónica de una determinada escena en el Brasil de las vísperas de la elección de Bolsonaro. Y creo que en el futuro podría funcionar como un documento histórico de esta época. Además, yo tengo un pasado como periodista y eso está presente. También hay fragmentos poéticos, y otros epistolares. Además, durante el proceso de edición, en conversaciones en afters, salió la idea de incluir otros materiales, como fliers de fiestas y las fotos de Ivi [Maiga Bubrimenko], que es alguien que documentó la escena. Y eso hizo que quedara aún más cerca de lo real. Pero me parece que cabe bien en una colección de ficción contemporánea. 

-Escribir sobre las drogas suele implicar una dificultad de representación, en el sentido de dar cuenta de una experiencia radical de alteración psíquica y sensorial. ¿Cuáles fueron los desafíos y tus estrategias para registrar la experiencia de la droga? 

-Siempre me interesó intentar entender lo que pasa cuando estamos puestos. ¿Qué tiene de diferente? A partir de ese entendimiento distorsionado, alterado, de la percepción, qué ideas puedo traer al estado “normal”, o mejor dicho al estado construido con otras sustancias que consumimos y también nos alteran, pero que como consumimos todos terminan siendo una alteración colectiva y común. Ahí tengo una influencia de Sadie Plant, alguien muy ligado a la escritura de Caja Negra, y en particular su libro Writing on Drugs, donde ella hace una cierta historia de escritores que escriben sobre drogas o bajo los efectos de la droga. Yo hice lo mismo —escribí sobre la experiencia de la droga, pero también bajo sus efectos, para ver qué cambia en la escritura, cómo funciona. Existe una máxima que dice que los escritores deben escribir bajo los efectos del alcohol y editar bajo los efectos del café. Yo quise editar bajo los efectos de la cocaína, y escribir bajo los efectos de alguna otra droga. Aunque algunas drogas imposibilitan la escritura, como la ketamina o el ácido. El texto tiene una parte escrita durante un viaje de ácido, y la escritura se va fragmentando hasta estructuras fonéticas, la palabra explota.

-Quería preguntarte por el título, Historia universal del after. Si bien la cultura rave o electrónica tiene un componente global muy fuerte, tu libro está muy situado en una escena particular. ¿Qué te interesaba de un término como “universal”?

-En el título hay una ironía, que sería pretender un grado de universalidad inexistente para algo muy específico, incluso personal… Pero por el otro lado la droga es algo universal. Si bien cada clase social consume diferentes drogas, todas consumen alguna. El dato universal lo da la propia droga. Y lo que ocurre es que el libro resuena de maneras distintas en cada lugar. En Argentina, por ejemplo, resuena mucho la referencia a Borges. Pero también el psicoanálisis. Argentina es el país del psicoanálisis, y en el libro el after es un lugar psicoanalítico, donde vamos a hablar, hablar y hablar, y quizás curarnos de nuestras enfermedades psicosociales. Y eso es un poco utópico. La utopía, lo universal, y la historia son conceptos macro que me interesan. 

-El “after” es un momento en el que ciertos cuerpos, que ya terminaron de producir o de consumir, ya han sido de algún modo agotados, pero deciden continuar de todas formas. ¿Cuál es la relación entre el after y la producción, el consumo y el trabajo? 

-El after está conectado directamente con el tema del trabajo. Hay un libro sobre [la discoteca] Berghain donde el autor dice que la cultura del after en Berlín nace con el surgimiento de los profesionales liberales tercerizados que no tienen una relación laboral específica, de lunes a viernes con fines de semana, sino que son freelancers y pueden organizar su trabajo -y así nunca paran de trabajar-. Entonces, uno se puede dar el gusto de no trabajar un día de semana e ir al after, porque organiza su tiempo. Pero el after es un tipo de ambiente donde la gente se permite no trabajar también de otros modos. Por ejemplo, es donde permitimos que los celulares permanezcan descargados. Cuando están prendidos, trabajamos --trabajamos para Elon Musk, para Zuckenberg, creando contenidos en las redes sociales. Pero en el after hay un rechazo del trabajo. Además hay un pequeño sabotaje del trabajo en el sentido de que se agota el cuerpo y se desaprovecha el momento de recarga para trabajar después. Así el cuerpo queda cansado, con los pensamientos distorsionados, desorganizados. 

-El libro cuenta una historia en las vísperas de la asunción de Bolsonaro. Ahora estamos en las vísperas de un nuevo gobierno de Lula. ¿Cómo fueron los años de Bolsonaro para los espacios de fiestas alternativos y qué expectativas hay con el cambio de gobierno?

-El bolsonarismo, la experiencia de una extrema derecha gobernando el Brasil, ocurrió al mismo tiempo que la pandemia. Bolsonaro asumió en el 2018, y en el 2020 fue la pandemia. Y eso produjo un recrudecimiento de la escena, porque dejó de haber fiestas. Y estos colectivos proponen una politización de la fiesta, con mucha conciencia de que hay responsabilidades en la producción de fiestas. Durante la cuarentena, se era consciente de que las poblaciones vulnerables sufrían más que las personas con recursos. Y también ocurrió en paralelo con Black Lives Matter, lo que llegó a Brasil y produjo una demanda en personas excluidas económicamente socialmente culturalmente de acceso a espacios culturales. En el libro yo digo: ¿cuándo el funk carioca va a ser aceptado en la pista de baile como un género electrónico? Bueno, eso ya está pasando —si vas a la Mamba Negra ahora [mambanegra.org], para usar como ejemplo una fiesta que me parece que se entiende como una propuesta política y que enfrenta las contradicciones del momento, bueno esa gente está saliendo cada vez más de la estética techno y yendo hacia una estética más milenial, más colorida, mezclando con música pop. En cuanto a Lula, me parece que la gente sintió un alivio de que ganara a pesar de toda la campaña que hizo Bolsonaro, con donaciones millonarias, con desvíos de recursos, con todo el aparato del Estado trabajando para él, con la policía saboteando la votación. Estamos todos con muchas expectativas. Hay una nueva energía que ya está circulando en Brasil. Y eso puede ser muy interesante para las fiestas entendidas como acto político. 

PO

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