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OPINIÓN

Acerca del documental Get Back de Los Beatles: el sueño no terminó

El alucinante documental del director Peter Jackson

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Sin vueltas: Get Back, el documental del director Peter Jackson, es alucinante, retiniano.

En un ensayo de 1956 titulado El arco y la lira, el poeta Octavio Paz define la poesía como conocimiento, poder y abandono. Y agrega: “Es hija del azar y fruto del cálculo”. La definición poética podría adherirse perfectamente a este material inédito y restaurado por Jackson (autor de la trilogía El señor de los anillos), basado en más de 60 horas de videos que grabó Michael Lindsay-Hogg en enero de 1969 y con más de 150 horas de audio.

Es que estas sesiones íntimas (emitidas por la plataforma Disney+) muestran, en primer lugar, una disputa de poder. Pero no es, como suele observarse, entre Paul McCartney y John Lennon. En 1969, la verdadera disputa de poder en la banda —sobre la orientación sonora— es entre Paul y George Harrison, quien le discute al bajista armonías, riff, voces, propone canciones (“I me mine”; “All things must pass”). George está en su mejor momento. Something in the way he moves.

Ya para la época de este documental —sobre todo luego del disco Sgt. Peppers lanzado en 1967— Paul viene actuando como productor de facto de la banda y, como tal, se mueve orquestal y con aire imperativo (le llega a indicar a Ringo Starr qué tocar en la batería).

Tal como le dijo Geoff Emerick —el histórico ingeniero de sonido de la banda— al autor de esta nota en una entrevista para Clarín en 2018: “Paul era un verdadero músico. John aceptaba el 95%, mientras que Paul solo se conformaba con un 110%. Paul siempre fue un perfeccionista, y tenía un conocimiento de estructuras clásicas. Se sentaba en el piano con George Martin para trabajar en las armonías, y siempre buscaba llegar más allá. Para mí, Paul era quien llevaba adelante a la banda musicalmente”.

Es así que estos cruces musicales entre John y George se articulan dentro del progreso sonoro de Harrison, quien aquí incorpora el slide en la guitarra —tan característico luego en su etapa solista— y anticipa en Get Back el espíritu de lo que serán dos bombazos en el disco Abbey Road: “Something” y “Here comes the sun”.

En este contexto, sobre todo en el primer capítulo (son tres), se ve cómo esta actitud de Paul genera cortocircuitos sobre todo con George y John, pero sería un despropósito atribuir este rasgo a los conflictos de la banda ya que si algo muestra Get Back son los bemoles en torno a las mistificaciones sobre los cuatro de Liverpool.

Y, fundamentalmente, plantea una cuestión central: cómo operan los recitales en vivo en la historia de Los Beatles.

Los sonidos innovadores

El 5 de agosto de 1966, Los Beatles habían vuelto a cambiar las reglas de la música popular con la publicación de Revolver, su séptimo disco. Tal magnitud tuvo aquel trabajo de estudio, que tres semanas después, el 29 de agosto, darían su último concierto oficial y sin tocar ningún tema del nuevo disco. Es que ya no era posible reproducir en vivo la nueva estructura sonora de la época que ellos mismos estaban creando.

Por eso, antes de entrar a grabar Sgt.Pepper 's, los Beatles le habían anunciado a George Martin, su legendario productor, un cambio radical: no iban a dar más recitales. “Lo que estamos diciendo —le dijo John Lennon al productor— es que, si no tenemos que salir de gira, podremos grabar música que nunca tendremos que tocar en directo, y eso significa que podremos crear algo que nadie haya oído nunca: un disco innovador con sonidos innovadores”.

De este modo la banda —en un estado efervescente de vanguardia enmarcado en el agitado contexto político y cultural que la rodeaba, los ‘60—, daba vuelta así una de las matrices del mercado: no iban a promocionar más en giras los discos que iban a seguir sacando. Era un cambio muy agudo: apostar a los tiempos fundamentales de creación contra la imposición de los tiempos de las giras y de las discográficas.

Sin embargo, en septiembre de 1968, luego de dos años, Los Beatles se presentaron por primera vez en público en una descontrolada grabación de “Hey Jude”. Fue tras aquel entusiasmo que deciden grabar su próximo álbum ante un público en vivo y emitirlo como programa especial de televisión. Aquella fue la génesis de este documental, condicionado por un dato que será liminal: tenían un deadline por delante ya que Ringo debía grabar una película. Es por este motivo que comienzan a grabar en el estudio de cine Twickenham.

Estos datos son clave por dos razones: primero se observa cómo hay entre los Beatles una potencia de nostalgia por recuperar aquel fervor de los recitales en vivo —ahí se los escucha cómo hacen covers rockeros de Chuck Berry o canciones que hacían en Hamburgo en los tempranos años sesenta—, pero a la vez están “tímidos” (la frase es de Paul), descoordinados y desorientados sobre cómo, dónde y para qué (y para quién) actuar en vivo, sumado esto a la presión de tener que componer a las corridas.

No hay que olvidar que Los Beatles venían con una inercia de trabajo experimental en estudio.

Para dimensionar eso: el 11 de febrero de 1963, en sólo una sesión de poco más de nueve horas en Abbey Road de Londres, los Beatles grabaron su primer disco de estudio, Please Please Me, que incluía canciones icónicas como “Love Me Do”, “Twist and Shout” o “I Saw Her Standing There”. Cuando terminaron Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, a fines de abril de 1967, habían pasado cuatro meses y medio y más de 700 horas de grabación, tiempo inédito para la época. Basta decir que en 1966, John le pedía a Geoff Emerick sonar como el Dalai Lama cantando desde la cumbre de una montaña para la grabación del tremendo tema “Tomorrow Never Knows”.

Es en este complejo entramado (orientación sonora y reformulación de la identidad artística) que se desenvuelven las olas turbulentas y geniales de la banda en este documental y que no se resume en los tratos de Paul ni tampoco a la molesta presencia de Yoko Ono.

Ruido de magia

En Get Back se respira el ruido de magia entre John y Paul sobre todo cuando reflotan canciones de la primera época. Fastidiados por el deadline, exploran pasado para hacer futuro. Como le dice John a Paul: “Cuando estoy bajo presión, Paul, es cuando mejor estoy”. Esa comunión tiene picos encantadores. Un milagro secreto pasa entre ellos.

Pasan cosas geniales: por ejemplo cuando están practicando y grabando “Two of us” y advierten que la solución sonora al tema —que no les cierra, que ya hicieron mil tomas— es quitar el bajo y que Paul toque la electroacústica. Ya lo habían hecho con “I'll Follow The Sun”. Cómo mejora el tema. Cómo.

En estas sesiones surgen canciones que luego fundarán el corazón de Abbey Road, el siguiente y último disco de la banda: “Her Majesty”, “Golden Slumbers”, “Carry that weight”.... O la armonía de “On the road to marrakesh” de Lennon que luego será “Jealous guy” de su etapa solista.

También se escuchan las versiones primarias de otros temas que se incluirán en Abbey Road como “Something” (de George, quien ya verbaliza que quiere grabar un álbum solo); “I want you” (John, modo metalero); “Octopus's Garden” (Ringo); “Oh Darling” y “Maxwell's Silver Hammer” (Paul) .

(Si George Martin fue el quinto beatle y Geoff Emerick fue el sexto, el séptimo debería ser Mal Evans, ese roadie increíble: como se ve en el documental, Mal anota las letras, trae equipos, consigue martillos, yunkes y hasta toca en temas como “Maxwell's…”. Lo da todo en serio. Thank you, Mal).

Raros, como encendidos

Fue muy comentado durante estos días la escena de Paul creando espontáneamente (brillantemente) la canción “Get Back” con el bajo Höfner, pero caracterizarlo de divino anularía la clave de Paul: es el resultado de años de obsesivo trabajo —de sesiones con los dedos destrozados de grabar el bajo— lo que permite que Paul hago eso.

Lennon, encendido, es imparable, con esa única voz de aguda noche, incorpórea. Canta, distorsiona sus propias canciones, bromea, ironiza, habla y se interesa con un discurso combativo de Martin Luther King (lo compara con el poeta Alfred Tennyson), mira la cámara, hace running gags, está atento al ambiente. Raro, como encendido.

La sonrisa de Billy Preston, cuando le dicen que va a ser parte de Los Beatles, da fe en la humanidad. Pasa a saludar a la banda y de repente está tocando con ellos. ¡Improvisa ahí mismo!: los arreglos que hace en “I've got a feeling” y “Don't let me down” son una escuela).

Ringo —un baterista con un estilo único— se muestra pasivo en los instantes de creación: automatizado, obediente a los arreglos no solo de la canción en general, sino en particular de los arreglos de batería que el propio Paul le dice qué hacer.

Con respecto al estilo de Ringo —explicó Geoff Emerick en aquella entrevista— hay algo peculiar, porque estuvo bastante enfermo de chico y esa fragilidad se transmitía a lo mejor en un microsegundo de delay. Es un sonido suyo, muy particular. “Un tipo brillante”, dijo. Geoff añadió en aquel reportaje: “Ringo lo daba todo cada día. A veces, después de cuatro horas algo no funcionaba, y Ringo seguía tocando con todo en su cabina de grabación, que estaba llena de astillas de los palos”.

 (El ingeniero que graba estas sesiones de Let it Be es Glyn Johns y no Geoff. Oficialmente fue porque Glyn tenía carnet del sindicato de cine y no así Emerick. Lo cierto es que Geoff ya venía un poco quebrado de las sesiones tortuosas del Álbum Blanco).

Pero en el documental hay un momento de desolación: los ojos de Paul, los ojos desolados de Paul, cuando George ya se fue (luego regresaría) y Lennon no aparece y empiezan a hablar de la desintegración de la banda. Sus ojos.

 En este film en blanca noche beatle, en un momento le preguntan a Paul si antes componían más con Lennon. El bajista responde que sí, que antes prácticamente vivían juntos en hoteles y da esa clave compositiva y sanguínea entre ellos.

 Cuando están por grabar “Two of us” se miran. Se ríen. Se dicen.

 —Good night, Paul

—Say good night, John.

—Good night, Paul

—Good nigh, Joh...

Suena entonces el arpegio de Paul. Es la versión final del disco de la canción (del disco Let it be, que reunirá estas sesiones). Es la versión final de ellos.

Paul y John, John y Paul, héroes en eso de mirarse entre sí.

Oh Yoko

Que Yoko Ono tuviera una silenciosa presencia en estas sesiones no puede llevarnos a la tesis de que no fue un factor de interferencia porque lo fue y llegó al punto de que vivió en una cama en el estudio durante la grabación de Abbey Road. Pero, como se dijo, el error está en señalarla como el núcleo de la pelea cuando es solo parte de un entramado ondular mayor que explotará definitivamente tras Abbey Road.

En todo caso, las ideas estéticas conceptuales de Yoko llegaron a tener coincidencias con las de Paul que estaba copado con (Karlheinz) Stockhausen. John venía de crear “Revolution 9”, la obra más experimental y vanguardista de los Beatles. Fue publicada el 22 de noviembre de 1968 dentro del disco doble llamado The Beatles y bautizado históricamente como el Álbum Blanco (The White Album), que contaba con 30 canciones.

Esta obra está compuesta con una estética de collage sonoro, conformado por pequeños sonidos de diferentes orígenes, como fragmentos de películas, obras musicales clásicas, lectura de textos literarios, voces en off, clusters, sonidos de piano, de bocinas y bebés, de multitudes, de situaciones bélicas y religiosas, sinfonías, murmullos, sonidos superpuestos, otros cargados de efectos de consola y en gran parte loopeados.

John fue realmente el productor de “Revolution 9”. El propio Lennon contó una vez que pasó más tiempo produciendo esa obra que en hacer la mitad de las canciones que alguna vez escribió. Paul tenía poco interés en “Revolution 9” y los testimonios recuerdan que estaba en Estados Unidos cuando John la producía en el estudio. En rigor, Paul ya había experimentado antes con una propuesta así: fue el 5 de enero de 1967 al crear “Carnival of light”, una obra vanguardista y experimental con muchos de los elementos que se escucharían, un año después, en “Revolution 9”.

Así las cosas, es surrealista en Get Back la escena posterior a la renuncia de George Harrison: Paul y John desaforados, improvisando un proto-heavy metal, colgándose como monos de los andamios, con Yoko Ono a los gritos en el micrófono.

Ávidos de historia

El film muestra por completo la última presentación en vivo de Los Beatles: en la azotea de la calle Savile Row de Londres. Lo que pasa en ese escenario recupera aquel espíritu sauvage de los primeros años en vivo de Los Beatles: quieren seguir tocando a pesar de que les desenchufan los equipos por la presencia de la policía londinense.

Get Back revela también algo clave para entender el proceso de creación de la banda: son una enciclopedia. En medio de ensayos y grabaciones, tocan decenas de canciones de otros artistas. Se saben letra, arreglos, armonías. Todo. Al conocer la tradición, crean otra.

“No podíamos haber producido un mejor prototipo para el futuro”, dijo George Martin cuando terminaron las sesiones de Sgt. Pepper’s. Los Beatles —hijos del azar y frutos del cálculo— hicieron una estética de transformar y transformarse, cambiando de piel, disco a disco, ávidos de historia.

The dream is not over.

 

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