Y después es ahora

Los galgos todas las veces

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Siempre viví en Buenos Aires, siempre. Antes en provincia, la segunda mitad de mi vida en capital. Nunca pasé afuera más de dos meses, nunca. Ni por una beca ni por un viaje ni por un trabajo ni por un amor: nada. Sin embargo, cuando me preguntan si viví en otro lado, siempre dudo, tardo en responder. Aunque ya conozca la respuesta siempre viene primero la sensación de que sí, de que sí viví en otro lugar, o en otros lugares. Termino diciendo en tono de chiste que me autopercibo como alguien que vivió en muchos sitios, aunque no haya sido así. Muchas mini vidas tuve, sin dudas. Será de ahí que me viene esa sensación, acá, en barrios, en casas, con gente, y en otros lados también, casas, gente, barrios, modos de vivir, vidas que podrían haber sido y entonces de algún modo, son. 

Dentro de esta fantasía de las muchas vidas están dos grandes subgrupos que serían el de la vida en otra ciudad/otro país y el de la vida en la naturaleza, a saber en el campo o montaña (como si la ciudad no fuera naturaleza). Esta última tiene algo más de fuga porque representa un cambio más radical.

Hace un par de años estaba durmiendo una siesta de invierno en una cabaña de sierra y de repente me atacó como un rayo una revelación: Pero yo nunca voy a vivir acá. Certeza que no tendría nada de extraño porque nunca me lo había ni siquiera propuesto como verdadera posibilidad pero la sensación muy firme de que eso probablemente ya no sucediera me dañó. En gran medida celebro las posibilidades que el tiempo fue despejando para mí, las cosas que fueron quedando en el camino, actuadas o no, más cerca o más lejos, me alegra que haya tantas cosas que ya no sean una posibilidad para mí. La de la vida en otro lugar físico no es una de ellas.

Los galgos, los galgos es la tercera novela de Sara Gallardo. Es un libro que me recomiendan desde hace veinte años más o menos, pero aún no me había cruzado con él. El ejemplar que leo es el préstamo de un préstamo: me lo da en mano alguien que le pidió permiso a la dueña para prestármelo. A su vez, en la primera página de este ejemplar hay una dedicatoria de la dueña y su ex novio, a alguien más. Presumiblemente alguien de la familia de la dueña o de su entorno cercano, ya que ella se lo quedó. Este es un ejemplar con mucha vida encima, como la novela merece.

Ya desde la primera página no puedo creer lo que tengo entre manos. Me interesa todo: el narrador, la historia, los personajes, el tono, el lenguaje, el humor. Avanzo con sorpresa, alegría, avidez y la sensación de que éste no va a ser sólo un libro más sino de que en él estará -también- la vida.

Julián, el narrador de la novela, cambia de vida dos,  o tres o hasta cuatro veces. 

El Julián de la novela de Gallardo hereda un campo de su papá y combina su vida de abogado en la ciudad con la del hombre de campo. Se hace construir una casa de cero, una réplica de otra de campo en la que se crió su mamá. Compra perros, caballos, ganado, árboles. Construye una pileta. Contrata caseros. Se muda con su novia y amada Lisa. Julián y Lisa y el tiempo o las vidas posibles destruyen todo, sin embargo. Después de haber destruido esa vida dos, por llamarla de algún modo, Julián comienza otra en París y una cuarta cuando regresa de París, al campo, a Buenos Aires, que siguen allí, los lugares, que casi siempre siguen allí, los lugares, que siguen adelante, indiferentes de uno, los lugares, y eso es lo peor. Esas vidas tres y cuatro ya no las habita Julián. Él ha muerto en la segunda, aquella vida que eligió para sí, la única, que termina abruptamente un día, cuando se interrumpe el amor.

En París ya, en su vida aparente, Julián piensa/dice:

“Sonrío de pronto, oigo la carcajada de Lisa. ¿Pero es posible que ella no conozca a père Léon ni a Sophie, que no haya comido el paté de Victoire, que no sepa cómo es mi cuarto, la colcha roja, las cortinas caladas, los techos y su gato, el viejo que regaba malvones, la salamandra? ¿Nunca hablamos de los muchachos americanos que dialogan acercando las cabezas sobre la mesa, del viejo cerdo normando, de Ivonne y de Moutarde, de Alphonse que por un tiempo fue canario? ¿No sabe los libros que he leído, recomendados por la librera? ¿No sabe que tengo un amigo, Diego de nombre, el único amigo con quien he conversado? ¿No sabe que con ella y con él podríamos vivir felices, ella pintando, él estudiando piano, yo junto a la salamandra, leyendo o boquiabierto?

¿Cómo no lo sabe?

¿Ha muerto, entonces?

¿Entonces es verdad que la vida sigue?

¿Es verdad que compré una bufanda que ella no verá nunca?“

¿Por qué Sara Gallardo repite el título? ¿Por qué son los galgos dos veces? ¿Es por las vidas que se puede tener, y entonces podría ser los galgos los galgos los galgos los galgos hasta el infinito pero al mismo tiempo se llaman siempre igual esas vidas? ¿Es la vida una o varias? ¿Es la repetición irremediable o se puede volver a empezar, una y otra vez?

Todas esas vidas que una tiene y tuvo en la cabeza o en el cuerpo, en la cabeza y en el cuerpo, ¿qué son? ¿Son vidas de una esas? ¿Las que se imaginó? ¿Las que se deseó? ¿Las que se interpretó por alguna unidad de tiempo? Los lugares en los que una estuvo, ¿siguen existiendo cuando una se va? ¿Cómo absorben en el tiempo los lugares las vidas de todxs lxs que vivieron en él? ¿Y cómo viven su vida en el mundo aquellos que no distinguen entre ser y estar?

En una de las últimas escenas del libro un Julián menos viejo que derrotado, unido a la familia de una mujer con la que se casó bajo las condiciones de “me casaría con una mujer que me dejara seguir viviendo solo en mi casa”, pasea por el bosquecito de su casa de campo entre árboles plantados por el mismo en su vida dos, la única que pudo apreciar. Hay niñxs que corretean por ahí, él está en pie pero retirado de todo ya y descubre sobresaliendo de entre la tierra la cola de una galga, su galga, que él mismo enterró de noche, a oscuras, la galga Chispa que estuvo siempre, desde los tiempos de felicidad, la galga que enferma y él sacrifica, la galga que acompaña las vidas dos y tres y ahora en la cuatro, la peor, la que se impuso, la que se pudo tener, como una broma macabra, la cola de Chispa sobresale de la muerte. Y señala a Julián y le dice qué vida de mierda te forjaste hermano, qué vida de mierda para vos, pobre y cobarde Julián.