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94ª entrega de los Oscar

Quién es el creador de “No se habla de Bruno” al que le falta un Oscar

El tío de Mirabel, Bruno, puede adivinar el futuro.

Natalí Schejtman

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Esta noche, en la 94a entrega de los premios Oscar, un actor, director y compositor de 42 años puede ingresar en un panteón del que sólo forman parte dieciséis personas. 

El hombre viene acostumbrado a batir récords. Durante el último verano, una canción escrita por él se adosó a los cerebros de los niños de algunas decenas de países –y acaso a sus padres y madres–. Los niños tuvieron su propio Despacito, y una canción “infantil” trepó por los rankings generales: por primera vez en 29 años, después de A Whole New World de Aladdin, una canción de Disney estuvo número 1 en la lista de Billboard. Paradójicamente todo el mundo habló de No se habla de Bruno, escrita por Lin-Manuel Miranda, uno de los tracks de Encanto, la película que cuenta la historia de la familia colombiana Madrigal: cada uno de ellos tiene un don menos la protagonista, Mirabel, que se siente algo excluida de la familia por su abuela, quien recibió el encanto cuando su marido Pedro fue asesinado en el contexto de los desplazamientos colombianos. No casualmente, gracias al encanto, la mujer, que enviuda con trillizos recién nacidos a cargo, obtiene una casa –eso que habían perdido– cuya magia consiste, entre otras cosas, en resolver un sinfín de tareas domésticas. Mirabel es sutilmente tratada como oveja negra por su abuela aunque no tanto como uno de sus trillizos, el impronunciable Bruno: la canción-abrojo narra con varios géneros musicales –de la salsa al hip hop– las inconvenientes profecías de Bruno, que podía ver el futuro pero de un día a otro desapareció y nadie quiere escucharlo nombrar. Todos los personajes de la película aparecen con melodías y estilos característicos para confluir en una canción pegadiza y genial. Si bien otras canciones de la película estuvieron dentro de los 100 más escuchados en Estados Unidos –y la película fue un éxito comercial impresionante–, hace tiempo que a Miranda le piden respuestas sobre el particular fenómeno de Bruno, al punto que en el programa de Jimmy Kimmel, cuando invitaron al compositor, lo hicieron protagonizar una falsa publicidad de un fármaco, Encantix, para aquellos a los que las canciones de la película les estaban arruinando la vida.

Entre otras explicaciones para algo que dice haberlo sorprendido mucho, Miranda menciona la pandemia: “Estuvimos encerrados por dos años. La idea de un montón de voces adentro de una casa se siente muy resonante en retrospectiva”.

Aunque se perderá la ceremonia porque su esposa dio positivo para Covid, Lin-Manuel Miranda puede hoy pasar a formar parte de los contados EGOT, acrónimo que etiqueta a los ganadores de premios Emmy, Grammy, Oscar y Tony. Pero no lo haría por Bruno, sino por otra canción: los productores de Encanto no imaginaron el éxito del track dedicado al tío vidente de Mirabel cuando tenían que enviar sus propuestas de Canción Original a la Academia y optaron por Dos oruguitas, una balada escrita en castellano y que esta noche será interpretada por Sebastián Yatra, quien la canta también en su versión en inglés en la película. Previamente otra canción de Miranda también había sido nominada: How Far I’ll Go, el tema principal de Moana, película también de Disney que en vez de ubicar la historia en un pueblo colombiano, lo hacía en una isla del Pacífico.   

Ambas películas, suele destacar Miranda en las entrevistas, tuvieron una investigación rigurosa y respetuosa de las regiones que abarcan. Para pensar la música de Encanto, los músicos recorrieron distintas regiones de Colombia. El resultado es una banda sonora que se vale de géneros realmente existentes en la zona, y no siempre tradicionales, y personajes racializados con fisonomías reconocibles para los niños colombianos y de otras partes del mundo. Aunque la película no puede evitar aquel lugar común según el cual Latinoamérica es un lugar pintoresco de casas bajas y naturaleza, con abuelas fuertes, anclado en el tiempo, sin edificios, sin ciudades, sin tecnología. Por supuesto, aparecen las mariposas amarillas como representantes de Cien años de soledad y Gabriel García Márquez y la película cierra con un vallenato interpretado por Carlos Vives.

Pero más allá de cómo Disney o los majors de la industria cinematográfica tramitan su vínculo estético y narrativo con eso que llaman el Sur Global, Lin-Manuel Miranda se ha acomodado sin duda en el lugar de un autor de la multiculturalidad en el mainstream. 

De hecho, sus premios –los EGT– y un consenso apabullante alrededor de su obra previa dicen mucho del lugar que ocupa. 

Debutó en Broadway en el año 2008, con menos de treinta años, con el musical In The Heights, que ya había estrenado en su universidad en Connecticut y en el Off Broadway. Con olor a West Side Story (cuya remake tiene varias nominaciones hoy), la obra –que se estrenó en varios países y devino película en 2021– está situada en el barrio neoyorquino Washington Heights, conocido como el barrio dominicano, y la confluencia de aspiraciones de la población migrante, entre primeras generaciones de universitarios y trabajadores que ahorran moneda a moneda. Después vino su gran hit, Hamilton, biopic musical sobre uno de los padres fundadores, protagonizado por él mismo. La obra arranca entonando el verso “en Nueva York podés ser un hombre nuevo” para dar pie a la historia del héroe de la independencia, huérfano que transita de los márgenes del sistema hasta su diseño –fue el primer Secretario del Tesoro de los Estados Unidos–. En el musical, Hamilton está contado en clave sueño americano, que es también el ADN del género: desde Los Miserables que buscan ser escuchados hasta Susan Boyle, la escocesa desconocida de quien se reía el público de Britain Got Talent por su imagen de señora algo desorbitada hasta que abrió la boca y entonó, justamente, I Dreamed a Dream, de Les Miserables, y el hiperbólico jurado del programa se puso de pie para aplaudirla. La escena fue uno de los primeros virales de la era YouTube y su disco el más vendido del 2009. De los márgenes al centro, una y otra vez. O, también, la movilidad social ascendente, una narrativa clásica –y amenazada– para contar al país del Norte que aparece en Hamilton.

Y así puede leerse también la historia contada en Tick Tick... Boom!, otro musical dirigido por Miranda que también compite hoy en las categorías de mejor edición y de protagonista. Andrew Garfield interpreta a Jonathan Larson, quien desde su vida pobre y bohemia soñaba con llevar sus libretos a Broadway y murió el mismo día del estreno de su gran éxito: Rent.

Con un esfuerzo, la historia de Lin-Manuel Miranda también se podría contar así: su padre Luis Miranda Jr. fue becado por Fulbright para realizar sus estudios de posgrado en Nueva York y abandonó Vega Alto, Puerto Rico, para instalarse en Estados Unidos. Conoció en la universidad a su esposa también puertorriqueña y Lin-Manuel nació cuando todavía vivían en el campus y antes de mudarse a Inwood, un barrio de características similares a Washington Heights que ahora, cuarenta años después, es un protagonista más de la gentrificación de Manhattan. Pero en realidad ya de chico Lin-Manuel recibió educación de élite. Su padre es, por cierto, un hombre influyente en la representación de la comunidad hispana en la política y la sociedad civil estadounidense. Desde los 80, Miranda padre trabajó como asesor, consultor y estratega político en Nueva York. También, en varias campañas políticas, como la de Hillary Clinton. La familia no sólo milita causas varias dentro del espectro liberal sino que a menudo diseña y lanza campañas filantrópicas. 

La obra de Lin-Manuel pone en escena esa convivencia proactiva entre migrantes que se asimilan fácilmente y locales con varias generaciones detrás, una idea de Estados Unidos que por momentos choca con los conflictos, la desigualdad y la polarización que caracterizaron su esfera política y social en los últimos años. Pero también representa una mirada de lo latino por parte de hijos de migrantes educados en inglés que condensan en sí mismos culturas, sonidos y mitos a la hora de contar una historia.

NS /CC

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