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Rubiales, el jefe del fútbol español que resistió escándalos e investigaciones, pero no el cambio de época que marca el feminismo

Las jugadoras del Atlético de Madrid muestran su apoyo a Jennifer Hermoso

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Marzo de 2001. Una concejala de Ponferrada convoca a los medios para denunciar el acoso sexual que sufrió por parte de su jefe, el alcalde la ciudad, Ismael Álvarez. Su denuncia desata un juicio público contra ella. Nevenka Fernández tuvo que renunciar, aguantar insultos, un interrogatorio del Fiscal que ponía sobre ella la sospecha y, finalmente, irse del país para vivir libre de estigma. Ese era, hasta ahora, el caso más emblemático relacionado con el acoso sexual de un superior a una subalterna. A 22 años, la historia es diferente.

El presidente de la Federación de Fútbol, Luis Rubiales, un hombre poderoso que se aferró a su cargo pese a escándalos y graves acusaciones, es inhabilitado temporalmente después de haber dado un beso forzado a la jugadora Jenni Hermoso durante la ceremonia de celebración del Mundial. Es más, su gesto, y el discurso en el que se niega a dimitir y carga contra el feminismo, produce un malestar y rechazo generalizado. La historia cambió porque España cambió, y el feminismo tiene todo que ver.

La selección femenina de fútbol conseguía el domingo 20 de agosto una victoria deportiva de esas que hacen historia, ganar su primer mundial, un hecho con una relevancia que iba más allá del deporte. Durante la entrega de medallas, una imagen se retransmite a todo el mundo: Luis Rubiales le agarra la cara a Jenni Hermoso y le planta un beso en la boca. La primera reacción de la jugadora llega poco después, en un directo en Instagram en el vestuario, entre la celebración y la incredulidad: “No me ha gustado, eh. Pero mírame, mírame a mí”. A pesar del intento de la Federación por edulcorar lo sucedido –con presiones a Jenni Hermoso y la difusión de unas declaraciones inventadas incluidas– la bola de nieve ya está en marcha.

Las redes arden, alentadas por miles de cuentas feministas que ponen el foco justo ahí, en el machismo, el consentimiento y las conductas normalizadas que sufren las mujeres. Llegan los artículos. Reacciona la política. También el fútbol femenino. Importantes jugadoras de otras selecciones muestran su repulsa ante un gesto que consideran misógino e intolerable. Los silencios son más evidentes que antes, merecen un reproche más rotundo. Cinco días después del triunfo deportivo y del gesto de Rubiales, el Consejo Superior de Deportes le denuncia ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAD) por falta muy grave, lo que abre la puerta a su inhabilitación sine die. Seis días después, la FIFA le inhabilita durante tres meses. La bola de nieve tiene un impulso claro: un nuevo sentido común construido a base de feminismo.

“Durante mucho tiempo el sentido común hegemónico era que cometer este tipo de actos era algo normal y que podían silenciarse o pasarse por alto. Sin duda lo que ha sucedido ahora tiene que ver con el feminismo, que se ha convertido ahora en sentido común y eso es algo muy potente. Pilla con el pie cambiado a quienes no han asumido el cambio de los tiempos, con una sensación de descuelgue que es también muy epocal: quienes miran la realidad desde los ojos anteriores observan esta nueva mirada con sorpresa y estupefacción, por eso reaccionan cuando alguien les llama la atención: porque su impunidad ahora sí está siendo cuestionada por una mayoría”, explica la socióloga Carmen Romero Bachiller.

Dejar de normalizar

Luis Rubiales había resistido hasta ahora escándalos y acusaciones de corrupción. El juzgado número 4 de Majadahonda (Madrid) investiga al presidente suspendido de la Federación Española de Fútbol por un delito de administración desleal y corrupción en los negocios, un caso en el que también está implicado el exjugador Gerard Piqué, por el acuerdo y las comisiones que pactaron ambos para llevar la Supercopa a Arabia Saudí.

La Fiscalía Anticorrupción también abrió una investigación a Rubiales por grabar a distintos miembros del Gobierno, como el entonces ministro de Cultura y Deporte, José Guirao, y la exsecretaria de Estado para el Deporte, Irene Lozano, al presidente de la AFE, David Aganzo, y a varios periodistas de investigación. Por otro lado, un exjefe de gabinete de la Federación denunció a la Fiscalía Anticorrupción el pago de fiestas privadas con dinero de la organización por parte de Rubiales.

Rubiales aguantó. Pero el presidente de la Federación ahora inhabilitado no ha resistido ante el cambio de época que ha marcado el feminismo en la última década. “Hay un concepto clave, el de normalización. ¿Qué prácticas se han considerado normales hasta ahora porque 'siempre se ha hecho así? De repente se cuestiona la legitimidad de muchas de ellas y ahí el feminismo representa el cambio fundamental porque rompe el marco de las desigualdades de género, que están en el centro de nuestra organización social”, reflexiona la socióloga Elena Casado. Dice la socióloga que lo que vemos y vivimos cada día en cenas, reuniones familiares, pasillos, reuniones, oficinas o universidades apareció de repente en un escenario tremendamente visible y de mucho reconocimiento. Eso facilitó que la normalidad se resquebrajara.

Una voz colectiva

Ese nuevo sentido hunde sus raíces en movilizaciones como el Tren de la Libertad, que en febrero de 2014 salió a la calle para rechazar la ley del aborto del ministro Gallardón, la manifestación del 7N de 2015 contra las violencias machistas, la huelga feminista de 2018 y, muy especialmente, en el #MeToo y el caso de 'la manada'. “En otro momento, lo sucedido no hubiera desencadenado todo esto. La ruptura del silencio de las mujeres ha propiciado ese cambio de sentido y eso, a su vez, refuerza que el silencio pueda seguir rompiéndose”, señala Carmen Romero. Si el de Nevenka fue un “acto heroico individual”, ahora la voz es colectiva.

El pasado viernes, Jenni Hermoso se pronunciaba y lo hacía acompañada de sus compañeras de selección, primero, en un comunicado conjunto del sindicato Futpro, y, más tarde, en uno individual. Todas a una, renunciaban a la selección mientras no cambiara la dirección y mostraban el apoyo a su compañera. La futbolista aseguraba que el beso no fue consentido, y denunciaba presiones y el intento de desacreditarla.

“Poner una denuncia nunca es un hecho individual sino colectivo”, afirma Romero Bachiller. Elena Casado agrega que, en este caso, ha sido ese entramado social, “que va más allá del ámbito deportivo y de sus estructuras” el que ha permitido que haya un “choque de trenes” en el que una mayoría social ha dicho 'hasta aquí'.

Cuando todo el mundo esperaba su dimisión en el discurso que hizo ante la asamblea de la Federación Española de Fútbol, Rubiales se negó a hacerlo, cargó contra el feminismo, y señaló a Jenni Hermoso. Más que parar la bola de nieve, su intervención siguió acrecentándola. Esa misma tarde, el Consejo Superior de Deportes le denunciaba por falta muy grave ante el Tribunal de Arbitraje de Deportivo. Un día después, la FIFA le suspendía temporalmente durante 90 días. Las asociaciones feministas convocaban movilizaciones. Muchas organizaciones emitían comunicados de repulsa, pedían dimisiones. El fútbol masculino, al fin, empezó a reaccionar.

El 'boys club'

Cuenta la socióloga Elena Casado que Rubiales apeló al boys club, esto es, a la complicidad masculina, un intento de activar a los hombres enfadados o asustados o a los que simplemente temen “salirse de la foto” y perder posiciones de poder: “Cuando se individualiza el problema y se dice 'ay cómo es este hombre' o 'es que es un baboso' se pierde la dimensión estructural de las desigualdades y de las violencias asociadas, y en este caso eso también está en juego”. A Rubiales su estrategia no le salió bien. Y la posición social de Jenni Hermoso tiene mucho que ver.

“Un acoso a una limpiadora en la sede de la Federación probablemente no hubiera salido, la mecánica institucional probablemente lo hubiera impedido”, prosigue Casado. Sin embargo, las jugadoras de la selección, al ganar el Mundial, gozan de una autoridad y posición que otras mujeres no tendrán para lograr escapar de esa “mecánica institucional” que, dice la socióloga, opera sobre todo cuando no hay testigos o cuando quien se atreve a contarlo no tiene la suficiente legitimidad social.

Los tuits que lanzaron las jugadoras de la selección tras la comparecencia de Rubiales dieron lugar al hashtag #SeAcabó, una nueva versión del #MeToo que muestra, otra vez, hasta qué punto el machismo y las agresiones sexuales están extendidos en los entornos profesionales. Más allá de la voluntad de acabar con ello, la historia de Hermoso y las de miles de mujeres que han compartido sus experiencias dan idea de lo profundamente normalizadas que han estado estas conductas y de que la impunidad, más allá de las campeonas del mundo, sigue existiendo.

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