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Argentina, 1995: reelección, baja inflación y alto desempleo de un modelo que colapsó pero ahora algunos reivindican

Menem con los Rolling Stones, en su primera visita a Argentina, en 1995.

Alejandro Rebossio

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Los economistas hablan mucho por estos días de la Argentina de 1985, no sólo porque a algunos les interesa la película de Santiago Mitre, sino porque más de uno se pregunta si el Gobierno dejará las dudas y terminará lanzando un plan de estabilización como el Austral con el que Raúl Alfonsín doblegó la elevadísima inflación pero sólo entre 1985 y 1986. También por estos días se discute sobre el modelo de los 90, el de Carlos Menem, que derrotó la hiperinflación sobre la base del ajuste del gasto público, como el que esta semana pidieron los empresarios del coloquio del instituto IDEA; con privatizaciones de empresas pero también del sistema jubilatorio, como lo que ahora propone Mauricio Macri; y flexibilización laboral, como la que impulsa Horacio Rodríguez Larreta. Esta semana fue un legislador porteño de Javier Milei, Ramiro Marra, quien homenajeó a los 90 con la presencia de Domingo Cavallo, Eduardo Menem y Carlos Corach, pero también la nueva ministra de Trabajo de Alberto Fernández, Kelly Olmos, debió responder por su pasado menemista: “La construcción de un proceso de estabilidad aparecía como una conquista importante que daba beneficios para los sectores más humildes, hasta que se terminó agotando por falta de competitividad del grueso del sector industrial y eso develó en todos nosotros los límites. Tuvo sus aspectos positivos, pero demostró límites muy grandes”. “Ella se proclamó menemista y nosotros en esa época enfrentábamos al menemismo en los 90. Ojalá que haya cambiado”, le lanzó el camionero Pablo Moyano, mientras que Andrés Rodríguez, de la Unión Personal Civil de la Nación (UPCN), le contestó: “En la época de Menem fueron todos menemistas”. Pero el padre de Moyano, Hugo, era de los sindicalistas que se pusieron en contra.

En 1995 no todos fueron menemistas, pero el abogado riojano fue reelecto por el voto de la mitad de los argentinos, el 49,9%, porque cuatro años antes el plan de convertibilidad de Cavallo había derrotado la hiperinflación, y pese a que el ajuste del Estado, la apertura económica, el abaratamiento del despido y el contagio de la crisis mexicana de aquel tiempo, el llamado efecto Tequila, elevaron el desempleo a un récord hasta entonces del 18,4% en medio de una breve pero profunda recesión, aquella Argentina, 1995 supuso la convalidación social de un modelo neoliberal que a partir de ese mismo año comenzó a descomponerse. “El gobierno de Menem respondió a una etapa histórica, que fue la caída del Muro de Berlín, que generó un importante nivel de confusión ideológica. Se hablaba del fin de la historia, era una etapa compleja”, recordó Olmos.

Voto cuota

El abogado laboralista y ex diputado Héctor Recalde, autor del libro “La tercera década infame”, recuerda que en 1995 visitó con la CGT a Menem y a su ministro de Trabajo, Jorge Triaca (padre). Recalde colaboraba con el ala rebelde de la central, el Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA), donde estaban Hugo Moyano, Juan Manuel Palacios, Alicia Castro y Saúl Ubaldini. “Los compañeros querían que yo explicara los problemas de la situación laboral. Hice una exposición y terminamos a los gritos con Triaca. Al terminar la reunión, Menem me puso la mano en el hombro y me dijo con su simpatía: 'No se caliente que vamos a arreglar todo'. Nada que ver con la realidad, todo se agravó”. Recalde recuerda aquella Argentina, 1995: “Con respeto a los nostálgicos de los 90, Menem fue reelecto no porque fuera un paraíso sino por el voto cuota”, como se apodó al sufragio de aquellos ciudadanos que habían accedido al crédito para comprar bienes, desde electrodomésticos hasta autos y casas, y temían que se acabara el uno a uno entre el peso y el dólar vigente desde 1991 hasta 2002. “Se terminó con la inflación, pero a un precio altísimo, con pérdida de casi 20 puntos del salario en relación al PBI, desocupación, creación de los contratos basura y, al mismo tiempo, aumento del trabajo en negro. La inflación actual deteriora el poder adquisitivo, pero no justifica volver al pasado”, concluye Recalde.

Menem fue reelecto no porque fuera un paraíso sino por el voto cuota

Héctor Recalde Abogado laboralista. Diputado mandato cumplido (FdT)

“La estabilidad, un enorme beneficio material”

Desde una óptica contrapuesta, el director del Departamento de Ciencia Política y Estudios internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella, Carlos Gervasoni, analiza aquel 1995: “La reelección de Menem dio por tierra con el supuesto, generalmente aceptado hasta 1990, de que las políticas de estabilización y liberalización económica eran inherentemente impopulares. Lo de Menem no fue una excepción: muchos gobiernos de orientación ortodoxa de la época tuvieron buenos resultados electorales. Por ejemplo, los de Fernando Henrique Cardoso en Brasil, Alberto Fujimori en Perú y los de la Concertación en Chile. El enfoque de la 'impopularidad de las reformas' centraba su análisis en grupos concentrados 'perdedores' de una transformación estructural, como las industrias protegidas y los trabajadores de organismos gubernamentales y empresas públicas sobrepoblados, al tiempo que subestimaban los beneficios que esas reformas representaron para prácticamente todos los votantes. El principal de ellos, por supuesto, la estabilidad de precios, en un país que no la había tenido por décadas. La estabilidad de precios representó un enorme beneficio material inmediato, en particular para la población más vulnerable, la desaparición de hiperregresivo impuesto inflacionario, pero también trajo bienestar psicológico, el cese de la ansiedad y la incertidumbre asociada a las constantes devaluaciones y aumentos de precios, racionalidad económica, la posibilidad para personas y empresas de planificar sus ahorros, inversiones y consumos, y, quizás inesperadamente, un rápido crecimiento económico, en parte asociado a las reformas estructurales que trajeron eficiencia e inversiones en sectores clave de la economía como el transporte, la energía y las telecomunicaciones. Otros beneficios: el acceso a servicios públicos como teléfonos y electricidad, el menor costo de vida asociado a la apertura económica, y la aparición o reactivación de varios sectores de alto dinamismo económico: agroindustria, turismo, servicios públicos, construcción, petróleo y minería. Analistas críticos de las reformas de Menem-Cavallo predijeron que el programa 'neoliberal' sería derrotado en las urnas, pero el oficialismo obtuvo cómodas victorias en las elecciones legislativas de 1993 y en las constituyentes de 1994, con inflación muy baja y crecimiento acelerado. En las presidenciales de 1995 continuaba la estabilidad de precios pero el país había entrado en una profunda recesión post-tequila, lo cual no obstó para que Menem sea reelegido con un porcentaje de votos superior al que obtuvo en la elección de 1989. En un paper de 1998 muestro que lo hizo conservando la mayor parte del tradicional electorado peronistas de clases populares, y sin que los votantes desempleados, muchos en 1995, castigaran al oficialismo. Un elemento central de estos éxitos económicos y políticos fue la centralización de la gestión económica en un equipo con respaldo político, ideas claras y alta capacidad tecnocrática”.

La reelección de Menem dio por tierra con el supuesto, generalmente aceptado hasta 1990, de que las políticas de estabilización y liberalización económica eran inherentemente impopulares

Carlos Gervasoni Director del Departamento de Ciencia Política y Estudios internacionales de la UTDT

Gervasoni critica, de todos modos, algunos aspectos de los 90: “La política económica de la época no estuvo exenta de problemas de raíz política: los costos de las reformas fueron en parte compensados por un popular tipo de cambio sobrevaluado, el dólar barato, que genera tantos réditos políticos como costos económicos, y el creciente endeudamiento aún en un contexto de ingresos extraordinarios por privatizaciones. Una visión más amplia de la década muestra problemas de otra índole, en particular un nivel muy elevado e institucionalizado de gran corrupción, un deterioro de muchas instituciones de la República, notable entre ellas el de la Corte Suprema de la mayoría automática, y una profundización de tendencias al populismo macroeconómico, creciente gasto financiado con endeudamiento, para apoyar el ilegal intento de Menem de acceder a una segunda reelección en 1999”. Con la mirada en el presente y en las presidenciales de 2023, el politólogo reflexiona: “Es lógico que luego del regreso al gastado estatismo proteccionista inflacionario de la década y media kirchnerista, el país vuelva a pensar en una economía más libre y estable, pero de la década del 90 deberían también sacarse lecciones sobre calidad institucional y sostenibilidad temporal de las reformas liberalizadoras: todo hubiera funcionado mejor, y funcionará mejor, con un tipo de cambio más competitivo, finanzas públicas más prudentes, instituciones más transparentes y honestas, y líderes políticos más dispuestos a aceptar las limitaciones que la Constitución les impone”.

“Hay un cambio sobre cómo se miran los '90”

El historiador Leandro Morgenfeld, profesor de la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigador del Conicet, recuerda que el efecto tequila fue “el inicio de las crisis de mercados emergentes que iban a impactar en la Argentina”, pero atribuye la reelección al plan de Cavallo que terminó con la hiperinflación heredada de Alfonsín. “Con una oposición muy golpeada tras el Pacto de Olivos (entre Menem y Alfonsín para reformar la Constitución), el elemento central para sectores medios pero también populares fue quebrar la espiral hiperinflacionaria. Además había un apoyo de todo el establishment y de la hegemonía mediática, tras la privatización de los canales de televisión y de las radios. Menem y Cavallo terminan celebrando la reelección brindando con champagne en el programa de Bernardo Neustadt”.

Con una oposición muy golpeada tras el Pacto de Olivos, el elemento central para sectores medios pero también populares fue quebrar la espiral hiperinflacionaria

Leandro Morgenfeld Historiador. Profesor de la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigador del Conicet

Morgenfeld observa ahora una “reivindicación de los años 90 desde sectores de la oposición”. “Macri los reivindicaba a fines de los 90 y principios de los 2000, después, producto de sus alianzas con (Elisa) Carrió y el radicalismo y otro clima electoral, dejó de hacerlo y ahora vuelve. En los 90 su grupo económico y el resto de la patria contratista se beneficiaron. Fue una década de gran ofensiva del capital sobre el trabajo, aunque también de extranjerización de la economía. Hoy la reivindica Milei, que está trabajando en la recuperación de la figura de Cavallo, que terminó yéndose (del gobierno de Fernando de la Rúa) por la ventana en la madrugada del 20 de diciembre de 2001. Cavallo había quedado muy golpeado, pese a ser muy influyente en círculos norteamericanos, pero ahora buscan imponer su agenda económica y lo pueden hacer en parte porque persiste el problema inflacionario, sin la magnitud de la híper. Incluso dirigentes del Frente de Todos no reivindican a Menem pero al morir lo reconocieron como una figura fundamental. Muchos habían sido sus funcionarios. Hay un cambio cultural, político e ideológico de cómo se miran los 90: se edulcoran las críticas que habían llegado a tener un consenso social porque había terminado con crisis económica, enorme desocupación y subocupación, extranjerización, desmantelamiento del aparato productivo y de la capacidad del Estado de establecer políticas económicas, pobreza arriba del 50%”.

“La convertibilidad, imbatible en las urnas”

Otro historiador, Roy Hora, de las universidades de San Andrés y Quilmes y del Conicet, rememora que “la recesión de 1995 fue breve, aunque los buenos tiempos ya habían pasado”. “El desempleo era una novedad, muy impactante desde 1994, pero no sé cuanto incidió en el resultado electoral. Con cerca del 18%, era la tragedia de una de cada cinco familias; las otras cuatro estaban más preocupadas por otras cosas, como la estabilidad, que era muy valorada, toda vez que la híper era una experiencia todavía reciente. Y los salarios, medidos en dólares, eran muy altos: un becario de una universidad pública ganada casi 900 dólares, equivalentes a casi el doble del valor 2022 de esa moneda. Agreguemos que la UCR todavía cargaba con el estigma del fracaso de la segunda parte del gobierno de Alfonsín y apenas sacó el 17%. El foco de la oposición más potente, el Frepaso (Frente País Solidario) de (José Octavio) Bordón y (Chacho) Álvarez, hacía más foco en temas institucionales, como corrupción, etc., que en impugnar el rumbo de la política económica. Había aprendido en los años previos que la convertibilidad era imbatible en las urnas. De hecho, en 1999 la Alianza (de la UCR y el Frepaso) fue el partido de la continuidad”.

El catastrófico derrumbe de la convertibilidad tapó las lealtades con una montaña de escombros. Y ahora que la montaña de escombros de la economía organizada por Cristina es aún más grande, estamos más libres para mirar ese pasado

“Times are changing”, describe Hora en inglés el panorama actual. “Tenía que pasar, era inevitable que, luego del naufragio del giro hacia el Estado, la década de 1990 dejara de ser descripta de manera uniformemente oscura y se tiñera de más colores. Ya no va a ser objeto de una condena en bloque, que impide pensarla de manera más creativa y rigurosa. Menem ganó cinco elecciones seguidas (presidenciales de 1989, legislativas de 1991 y 1993, para constituyentes en 1994 y las de 1995), tres de ellas sin esconder lo que quería hacer. Tuvo al peronismo en un puño, de La Quiaca a Santa Cruz. Cavallo fue, en su momento de gloria, una de las personalidades más populares del país, todavía en 2000 era visto como el único que podía salvar a su criatura y enderezar el barco. Hubo crecimiento y estabilidad, y sabemos lo potentes que son, políticamente, los ciclos de expansión, ídem Cristina post 2008. También hubo sombras en el camino, altísimo desempleo sobre todo desde 1994, pero hay que recordar que mientras la expansión y los salarios altos en dólares duraron, el desempleo no afectó mucho la imagen del gobierno, ni sus lealtades entre votantes y dirigentes peronistas. El catastrófico derrumbe de la convertibilidad tapó eso con una montaña de escombros. Y ahora que la montaña de escombros de la economía organizada por Cristina es aún más grande, estamos más libres para mirar ese pasado con ojos más frescos. Esto, claro, al margen de la utilización política de los que piensan que, después de una década de retroceso, el camino es redoblar el ajuste y que cada uno se las arregle. Aprendimos algo: un programa de cirugía mayor sin anestesia no es socialmente sustentable. Lo que perdimos: la vocación reformista, la preocupación por volver más eficiente y dinámico el capitalismo argentino, una idea que, como producto de la contra ola que vino en los 2000, fue tapada por la idea de que el Estado podía resolver todos los problemas”, finaliza Hora.

La oposición social crecía cortando rutas y cuestionando la convertibilidad, pero sin convertirse aún en una oferta política. En cambio, la oposición política creció movilizando una agenda anticorrupción, pero sin cuestionar la convertibilidad

Ariel Wilkis Sociólogo. Decano de la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales (IDAES-Unsam)

“Habla más de los fracasos actuales”

Por último, el sociólogo Ariel Wilkis, decano de la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales (IDAES) de la Universidad de San Martín, señala que “las ciencias sociales de la época se preguntaron hasta el infinito cómo los sectores sociales más perjudicados por las políticas del menemismo, con privatizaciones que echaron a miles de trabajadores, apertura económica que destruyó la industria nacional, desempleo a dos dígitos, lo apoyaban y acompañaron su reelección”. “La convertibilidad era incuestionada en 1995. E incluso lo empezó a ser mucho más tarde como programa electoral. La oposición social crecía cortando rutas y cuestionando la convertibilidad, pero sin convertirse aún en una oferta política. En cambio, la oposición política creció movilizando una agenda anticorrupción, pero sin cuestionar la convertibilidad. La diversificación de la oferta política empezaba cuando terminaba el consenso de la convertibilidad. Por lo tanto, a nivel de la oferta política competitiva no había cuestionamiento a lo que producía consecuencias sociales negativas y la agenda anticorrupción no era atractiva para amplios sectores sociales que siempre habían votado al peronismo, no todos, obviamente, porque sectores importantes del peronismo ya se habían ido del PJ y habían abrazado esa agenda. ¿Hasta qué punto el voto cuota ayudaba a explicar el apoyo electoral a la reelección? En la época, era un modo de explicar ese apoyo de manera muy peyorativa. Se la trataba como una adhesión utilitaria. Creo que le bajaban el precio tanto a los logros del gobierno de Menem en términos de control de la hiperinflación como la enorme adhesión que provocaba la estabilidad económica en diferentes sectores sociales. Entre el último pico de la híper en 1991 y la reelección solo habían pasado cuatro años. Muy poco tiempo, y pocos motivos sustantivos, para que se disolviera la alianza de clases antiinflacionaria que Menem logró conducir al ganar en 1989, gobernar con ensayo y errores dos años hasta domar la híper luego de 1991”.

Wilkis observa en la actualidad que, “en una sociedad ya extenuada por dos años de pandemia, el desorden económico que implica la ausencia de referencia de precios y la pérdida de valor de ingresos se transversaliza y gobierna la vida cotidiana de casi todas las clases”. “Por un lado, la sociedad de alta inflación irá demandando una oferta política cada vez más atada al orden económico. Por otro lado, la estabilidad se irá convirtiendo en la oferta política más transversal posible. Hasta el momento, el gobierno de Menem fue la fórmula más exitosa para conectar esa demanda y viabilizar esta oferta. La reivindicación que hoy podemos escuchar de sus políticas por sectores de la oposición, y que seguramente crecerá y no solo en la oposición, habla más de los fracasos actuales que los logros del pasado”, sentencia Wilkis.

AR

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