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Con la inflación indomable y el dólar domado, el Gobierno apelará a los empresarios

Inspecciones de precios en comercios.

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El dólar blue ya no se arrima a los $ 200 como en octubre pasado. Está en 139, el nivel más bajo desde septiembre. La brecha con el oficial se redujo al 50%, ya no está al 150%. Los otros dólares paralelos están calmos: a $ 143 el Bolsa y a 148 el contado con liquidación. En el mercado regulado, la moneda norteamericana ya no sube al ritmo de la inflación, como política para aplacarla un poco: está a 98. Y por eso el tipo de cambio real multilateral (ajustado por inflación y en relación al dólar, el euro, el yuan y el real) bajó de 123 puntos en enero a 118 en marzo, aunque se mantiene más competitivo que en el segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y en los dos primeros años del de Mauricio Macri, antes del colapso de 2018. El dólar está domado, pero la inflación sigue indomable.

En el gabinete económico reconocen que los precios en el primer trimestre del año subieron por encima de lo que ellos esperaban. Destacan que la política fiscal está haciendo su trabajo, con una recaudación creciendo al 72% en marzo. Sostienen que la política monetaria no es la única herramienta para combatir la inflación, que se podría subir un poco más la tasa de interés, pero no mucho porque la consideran en línea incluso con las expectativas inflacionarias del mercado (más del 40%, frente a la meta oficial del 29%). Los economistas ortodoxos y los operadores financieros alertan que el Banco Central sigue dándole a la maquinita y debió asistir al Tesoro con $ 135.000 millones en el primer trimestre, al tiempo que emitió otros $ 98.000 millones para pagar intereses de la bola de Letras de Liquidez (Leliq) y pases con las que el año pasado esterilizó la inundación de pesos necesaria para contrarrestar el bajón económico de la pandemia. En la autoridad monetaria responden que los 135.000 millones usados en el primer cuarto del año representan sólo el 11% de lo previsto para todo 2021 en el presupuesto y que profundizarán sus tareas de absorción de moneda local.

En el Gobierno analizan que también hicieron su tarea ralentizando el ritmo de devaluación y logrando que la mayoría de los sindicatos se adecuaran por ahora a la pauta inflacionaria oficial del 29% y sólo pidieran hasta 33% de alza salarial. Claro que ya algunos gremios vienen advirtiendo sobre la mayor suba de precios. El de Comercio reclama 36%; la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), un 35% y los profesores universitarios rechazan un 33%.

Las tarifas de energía tampoco impulsan la inflación: siguen congeladas. Y el subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo, declaró ayer al portal Econojournal que podrían subir 9%, 7% o nada. Ante las nuevas restricciones por el Covid-19 y su impacto en la economía, el ala cristinista del Gobierno ya evalúa la posibilidad evitar alzas que afecten aún más el bolsillo. Sin embargo, en el Ministerio de Economía, que conduce Martín Guzmán, consideran que algo deberían incrementarse las tarifas para evitar un salto de los subsidios que aumente el déficit fiscal y termine impactando también en la inflación y el poder de compra.

En el gabinete económico analizan que el dólar, las tarifas y los salarios están alineados con la pauta del 29%, que la política fiscal está bien y que la monetaria tampoco debería retocarse mucho. Por lo tanto, preparan medidas ante una inflación mayor a la esperada, pero apuntan sobre todo a los que ellos llaman “coordinación de expectativas”. Admiten que las mesas de precios y salarios no dieron el resultado esperado. Hubo una reunión multisectorial y después otras dos de alimentos y materiales de la construcción. Reconocen que deben reforzarse los reclamos de moderación de precios a los fabricantes de comida, pero también convocar a los de electrodomésticos y ropa. En cuanto a los alimentos, el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, está escuchando el fuerte lobby contra los Precios Máximos, incluido el de la Cámara de Comercio de Estados Unidos (Amcham, según sus siglas en inglés) en la Argentina, y apunta a algún acuerdo para que se flexibilicen sin que se disparen. Difícil cuadratura del círculo.

En el Gobierno juzgan que la inflación sigue alta por varias razones. Por el impacto del alza de los precios internacionales de las materias primas, que también afectan a otros países como lo demostró el fuerte encarecimiento de los alimentos en Brasil. Por la inercia que provocaron las expectativas de devaluación que se produjeron cuando el blue rozó los $ 200 en octubre. Por el aumento de costos en sectores que venían con precios pisados por el Gobierno o por la crisis pandémica y que intentan recomponer márgenes ante la robusta reactivación que ha estado ocurriendo al menos antes de las nuevas restricciones anunciadas ayer.

¿Cómo puede ser que el dólar se haya calmado y la inflación no? Martín Kalos, de EPyCA Consultores, recordó que el blue influye sobre las expectativas, pero no es el tipo de cambio que define los precios. El comercio exterior se rige por el dólar oficial. “La inflación sigue relativamente alta por ciertas expectativas, por la incertidumbre de los aumentos de costos, incluidas las tarifas, por las que hay una puja política visible; porque aún hay salarios dirimiéndose y porque se espera que vuelva a ampliarse la brecha cambiaria tras este segundo trimestre dorado del ingreso de dólares por la cosecha y en la medida en que se acerquen las elecciones legislativas”, concluyó Kalos.

Juan Massot, profesor de la Universidad del Salvador, atribuye la inflación a varios factores. En primer lugar, que la emisión monetaria siempre impacta con rezago y ahora se siente la de 2020. Considera baja la de este 2021. En segundo término, “hay una recuperación de márgenes porque la vida empezó a funcionar”. Tercero, el alza de algunos servicios regulados, como las telecomunicaciones o la medicina prepaga. Cuarto, el aumento del dólar oficial, que se moderó, pero no está anclado, como en el segundo gobierno de Cristina Kirchner o el inicio del de Macri. Mientras el blue se hunde por falta de demanda, tanto de empresas, que ahora están enfocadas en la reactivación, como de las familias, con menos capacidad de ahorro y más volcadas al gasto ante las reaperturas de la economía entre noviembre pasado y los últimos días. “Los excedentes monetarios están empezando a declinar”, destacó Massot. “Quizás la velocidad de circulación del dinero comienza a aumentar un poco, pero eso todavía no se está dando”, agregó. Sin embargo, en grandes cadenas supermercadistas advierten que hay un “exceso de pesos” entre sus clientes.

Juan Manuel Telechea, del Instituto de Trabajo y Economía (ITE) de la Fundación Germán Abdala, analizó la disociación entre dólar e inflación de los últimos meses: “Obedece a determinantes distintos. La estabilidad cambiaria está asociada a la mejora que se observó en el frente monetario-financiero: menor inyección de liquidez por el lado de la asistencia monetaria del Banco Central al Gobierno vis a vis una mayor absorción por medio de una política monetaria más contractiva. En cambio, por el lado de la inflación, si bien el tipo de cambio es una variable relevante, no es la única. La aceleración inflacionaria se encuentra explicada fundamentalmente por la salida de la cuarentena, tanto por el lado de rubros que recompusieron sus márgenes, como salud o gastronomía, como por el descongelamiento de rubros regulados, como combustibles, prepagas, y otros rubros, sumado a un fuerte aumento de los precios internacionales de los alimentos, que aumentaron 55% desde el piso de mayo de 2020”.

AR

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