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El martes comienza la verdadera gira de Guzmán

Martín Guzmán

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Antes del inicio de la pandemia del Covid 19, el gran tema de la economía mundial y la comunidad financiera internacional era la guerra comercial entre Estados Unidos y China que, después de dos años de tensión, popularizó en los círculos diplomáticos el chiste que aseguraba que el conflicto no llegaba a una solución porque el representante chino era Wang Wei, nombre de fantasía en una doble alusión a los carteles de tránsito de mano única One Way que, supuestamente, llevaban a la empresa Huawei y su estrategia global de 5G.

Wang Wei escuchaba las propuestas, las llevaba a Pekín, pero nunca traía nada de vuelta de Pekín. Era One Way. Mano única. Y así no se podía llegar a ningún acuerdo.

La comitiva liderada por el ministro de Economía Martín Guzmán comienza en Washington esta semana un intento por revertir el fenómeno One Way, algo que ellos creen no ocurre sólo con China, sino con los cinco países que decidirán con su voto en el directorio del Fondo Monetario Internacional cuánto, cómo y en qué plazos deberá repagar Argentina los US$ 45.000 que tomó el gobierno de Mauricio Macri: Estados Unidos, China, Japón, Alemania y Francia.

En la comitiva de Guzmán están convencidos de que los representantes de esos países ante el directorio del FMI escuchan el plan y la propuesta de repago de Argentina pero no vuelven con propuestas. O si las hay, son contrapropuestas de un camino único. Desde hace años, el gran tema dentro del prestamista de última instancia es cómo conseguir que los préstamos que otorga el FMI sean otorgados con un even handed treatment, o sea, tratamiento parejo, según Héctor Torres, tres veces miembro del directorio, dos por Argentina y una por Brasil. Lo que se busca, especialmente después de la crisis financiera de 2008, es que haya una barrera para que el voto ponderado no se transforme en una “influencia ponderada” del prestamista, que es a la vez supervisor del deudor. Históricamente, los préstamos se otorgaron para controlar a los países soberanos a los que se les da acceso para imponer los intereses de los más poderosos en el directorio. Fue por eso que el FMI tomó con disgusto cuando Lula y Néstor Kirchner decidieron repagar por anticipado y librarse del corset de recomendaciones del FMI.

Alberto Fernández era jefe Gabinete en esa administración. Y su pensamiento sigue siendo el mismo: cómo lograr una renegociación con el FMI donde el prestamista tenga una influencia mínima.

El acuerdo de facilidades extendidas que tanto el Fondo como la Argentina buscan cerrar para que se repague el que obtuvo Macri es un acuerdo mucho más prolongado en el tiempo que el Stand By de 2018 e incluye reformas estructurales –laborales, impositivas, tributarias- a ser realizadas en el tiempo para acceder a ciertas metas que gatillarán los desembolsos. Pero la Argentina quiere hacerlas a su tiempo y atadas a consensos sociales que a la vez le permitan al peronismo mantenerse en el poder, un plan que los representantes técnicos del FMI comienzan a aceptar como viable pero del que no obtienen respuestas finales de sus capitales.

Uno de los principales argumentos de la comitiva argentina es que el programa de Macri fue el único programa de toda la historia entre Argentina y el Fondo en el cual la Argentina cumplió con todas las metas, pero el programa no logró ninguno de sus objetivos. La Argentina cumplió con las metas monetarias y las metas fiscales. Pero de los objetivos del programa -estabilizar la economía, bajar la inflación, mejorar la cuenta corriente, mejorar las reservas y recuperar el acceso al mercado de capitales privados- no se cumplió ninguno.

Según Torres, no pasó nada de todo eso porque el supuesto más importante, que Macri ganara la reelección, el supuesto que no estaba escrito, no se cumplió. Se suponía que si ganaba la reelección el favorito de los mercados, entonces “la Argentina iba a volver a tener acceso a los mercados”.

Pero como bien contó Torres, el Ministro Nicolás Dujovne se negó al tibio pedido de FMI de poner un cepo cambiario y se fugaron la misma cantidad de dólares que entraron: US$ 45.000 millones.

La fuga no era impensada o inimaginable. Todo lo contrario. Ya había ocurrido en Grecia y en Ucrania, donde sí se pudo parar la sangría con controles de cambios. Es que como ocurre en toda situación de deuda, con la llegada de un acreedor privilegiado que no acepta quitas de deuda, en este caso el FMI, los acreedores no privilegiados huyen despavoridos porque saben que pasan al último lugar de la cola. Que la plata se lleva el privilegiado. Es porque el FMI se puso primero en la fila de los acreedores de la Argentina que sus bonos no garantizados valen ahora 34 centavos.

Fue por esto que la pre-gira de Guzmán que comenzó el jueves en Nueva York careció de inversores. No hay interés de inversores privados en la Argentina. Y no los habrá hasta que se solucione el repago con el FMI. La Argentina está fuera del mercado de crédito y lo estará por al menos un par de años.

Como dijo Guzmán esta semana en un programa de televisión: la Argentina no está vendiendo deuda en dólares. Lo dijo también YPF en su llamada con inversores de comienzos de mes: la petrolera no recurrirá al mercado internacional de deuda este año. Y en Wall Street sólo atraen multitudes los que emiten deuda.

Por eso, Guzmán se reunió el viernes con representantes de apenas ocho fondos de inversión, uno de ellos en proceso de quiebra (Greylock, de Hans Humes). Ante ellos, repitió que la economía argentina es la que más crece en todo el continente, a una tasa del 7% y mostró sus proyecciones para el 2021. Pero en la sala del consulado argentino en Nueva York quedaba claro que el financiamiento para sostener esa tasa de crecimiento no llegará del sector privado sino de organismos de crédito multilaterales y fondos de inversión soberanos.

El veterano analista de la economía argentina Sebastian Vargas, ahora en Barclays, salió de la reunión con una certeza: Guzmán sacó de la mesa la posibilidad de un default al FMI o al Club de París, algo que para los analistas extranjeros era un escenario posible dada la escasez de reservas en el Banco Central.

Pero una serie de eventos muestra que la Argentina está ahora menos apretada de lo que se esperaba. El financiamiento para pagar el vencimiento de mayo de US$2.400 millones con el Club de París -con el que se negocia un waiver- y los US$3.800 millones (mitad en septiembre y mitad en diciembre) que se le tiene que pagar al FMI llegará a través del incremento de la cuota del FMI (unos US$ 3.500 millones) y el ingreso extraordinario por el alza de la soja en el mercado internacional (que oscilan en US$ 520 la tonelada, su valor más alto de los último seis años). Con ese dinero, custodiado por el más estricto cepo cambiario, el que dejó el gobierno de Macri, el país tiene más tiempo para negociar un acuerdo que sea cumplible con el FMI.

La capacidad de crecimiento de la economía argentina surgirá del proceso de renegociación de los próximos meses. El plan de Guzmán está trazado. Como explicó Daniel Marx, el FMI tiene tres niveles: el staff, el directorio y las capitales, donde se define la letra chica del programa. Es por eso que el martes 23 de marzo comenzará la verdadera gira de Guzmán. Ese día, se reunirá por la mañana con Julie Kozack y Luis Cubeddu, los principales funcionarios técnicos del FMI sobre la Argentina. Y por la tarde se verá con Kristalina Georgieva. Las charlas con ellos serán decisivas para el comienzo de la escritura del acuerdo.

Pero todo será decidido en las charlas en persona que Guzmán busca en Francia, Alemania, China y Japón.  El ministro de Economía es un convencido de que es en el mano con sus pares donde se jugara el verdadero partido. Eso cuenta que le ocurrió cuando pudo hablar cara a cara con su par canadiense, que sólo al escucharlo en persona explicarle cómo se habían fugado US$ 45.000 millones pudo entenderlo, más allá de los papers que le llegaban a través de sus representantes “One Way”. Para Guzmán, las charlas en persona permiten generar espacios de confianza donde los dos países puedan ganar. Es en esos ámbitos donde se construye una avenida de dos manos.

La pandemia parece ser un riesgo para los planes de Guzmán de reunirse cara a cara con sus pares. En principio, no podrá ver a la número uno de la economía mundial, la secretaria del Tesoro de EE.UU. Janet Yellen. La administración de Joe Biden ha suspendido todas las reuniones con funcionarios extranjeros hasta después de mayo. Y peligra su reunión con el número dos de la economía mundial, el jefe de la economía de China, Chen Deming. Guzmán planeaba reunirse con él en mayo en el mismo viaje que planea Alberto Fernández. Pero desde esta semana, China sólo permitirá la entrada a su país de personas inoculadas contra el Covid con vacunas chinas. Guzmán y su comitiva tienen hasta ahora sólo la rusa. A menos que se inocule también con esa, deberá seguir hablando con su par a través de Wang Wei.

 

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