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Salud

Me cuesta tragar, ¿es algo grave?

Disfagia

Marta Chavarrías

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Comer o beber y disfrutar de la comida sin atragantarnos y sin dificultad es algo que damos por sentado. La mayoría de nosotros no somos conscientes de lo que significa este gesto tan cotidiano, no pensamos en cómo bebemos ni en cómo comemos. Algo que no les ocurre a las personas con disfagia, es decir, que tienen dificultad para tragar alimentos sólidos y líquidos.

Esta condición médica es compleja y, en los casos más graves, precisa buscar alternativas para mantener una nutrición básica. Con motivo del Día Mundial de la Disfagia, el pasado 12 de diciembre, aprovechamos para hablar de ella y visibilizar este problema infradiagnosticado y sus implicaciones físicas y sociales. 

Qué es la disfagia

El proceso de masticación y deglución normal constituye una compleja actividad de movimientos voluntarios e involuntarios en el que al menos están involucrados seis pares craneales, 26 músculos de la boca, faringe y esófago.

El camino de la deglución es largo, pasa por varias fases (salivación, succión, masticación y propulsión del bolo alimenticio, la masa que se forma por la mezcla de saliva y alimentos con la masticación, hacia la faringe).

Por tanto, y aunque no lo parezca, tragar es un proceso complejo neuromuscular. La alteración del mecanismo normal para tragar el alimento puede manifestarse de varias maneras: con dificultad para que este progrese o con tos cuando se come, por el paso del alimento o bebida al aparato respiratorio.

Aunque no hay cifras exactas de prevalencia se estima que la disfagia afecta a unos dos millones de españoles, de los que solo un 10% están correctamente diagnosticados y tratados.

Esto significa que el 90% restante de las personas que la sufren no se alimentan de la forma adecuada, al no poder tragar, porque no reciben el tratamiento necesario. El factor denominador de todas ellas suele ser una afectación de la calidad de vida, en ocasiones con problemas de desnutrición y deshidratación.

Los signos de la disfagia

La disfagia es en realidad el síntoma, la dificultad para deglutir, y puede ir de leve a muy severo. Este problema puede expresarse con diversidad de síntomas y signos:

  • Dificultad para iniciar la deglución: sensación de que el alimento se para en algún lugar del cuello.
  • Dolor o náuseas y vómitos, así como regurgitación, es decir, el alimento vuelve a la boca. 
  • Complicaciones pulmonares: aparición de infecciones respiratorias como consecuencia de lo que se conoce como aspiraciones, es decir, el paso de alimento a la vía aérea.
  • Tos a la hora de tragar: ocurre sobre todo cuando se ingieren líquidos y en ocasiones las crisis pueden ser muy marcadas.
  • Disfonía o cambios en la voz.
  • Pérdida de peso y problemas de desnutrición

Por tanto, las consecuencias suelen ser una importante alteración de la calidad de vida, tanto física como psicológica.

Cuáles son las causas de la disfagia

Con frecuencia, la disfagia es la manifestación clínica de una enfermedad sistémica, neurológica o que está asociada a los cambios producidos por el envejecimiento. Puede preceder a otros síntomas y las causas pueden ser varias, entre las que destacan:

  • Cambios en la anatomía: malformaciones, accidentes o cirugías, enfermedades que alteran la estructura de la vía digestiva (tumores benignos y malignos de la vía aerodigestiva superior) o problemas de columna.
  • Cambios degenerativos: aparece de forma casi fisiológica con el envejecimiento cuando hay que adaptar la forma de alimentarse o por enfermedades como el Alzheimer o esclerosis lateral amiotrófica (ELA).
  • Problemas neurológicos: cuando estos modifican la movilidad de las estructuras que intervienen en la deglución o la coordinación entre ellas, como después de un ictus o Parkinson. 
  • Causas musculares: polimiositis, disfrofias musculares, síndrome paraneoplásico, etc. 

Cómo se trata la disfagia

El objetivo del tratamiento de la disfagia tiene cuatro ejes fundamentales:

  • mantener la funcionalidad de la deglución
  • reducir las complicaciones médicas, sobre todo las respiratorias
  • valorar la necesidad de administrar suplementación nutricional
  • orientar sobre las alternativas de alimentación no oral más indicadas

El tratamiento dependerá del tipo de disfagia, es decir, de si el problema para tragar está en la boca o en la garganta (disfagia orofaríngea) o en el esófago (disfagia esofágica): 

  • Si existe disfagia para líquidos es recomendable el uso de espesantes para facilitar su ingesta.
  • En el caso de trastornos motores del esófago pueden administrarse fármacos que ayuden a disminuir la motilidad esofágica y los espasmos.
  • Cuando existe esofagitis eosinofílicas es recomendable una dieta libre de alérgenos alimentarios más frecuentes para disminuir la infiltración de eosinófilos que provocan rigidez en el esófago
  • Si la causa son obstrucciones tumorales en las que se excluye el tratamiento quirúrgico puede implantarse, vía endoscopia, una prótesis autoexpandible para facilitar el tránsito a través de la zona obstruida.

Otros tratamientos de la disfagia también incluyen terapia del habla y del lenguaje para aprender nuevas técnicas de deglución, formas alternativas de alimentación por sonda a través de la nariz o el estómago y, en los casos más graves, cirugía para ensanchar el estrechamiento del esófago o para insertar un tubo (stent). 

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