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Bolivia: las elecciones en las que no ganó nadie

Luis Arce Catacora, presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, emite su voto el domingo. Las elecciones subnacionales demostraron que el partido de gobierno, el MAS (Movimiento al Socialismo), es el único partido nacional, con representación y presencia en todas las regiones del país.

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Cuatro meses después del regreso al poder del Movimiento al Socialismo (MAS) con Luis Arce Catacora, ex ministro de Economía a quien la elección de octubre había consagrado presidente, 7,1 millones de votantes, de una población de 11,5 millones, estaban llamados el domingo a elegir quién gobernará en los nueve departamentos y en los municipios del Estado Plurinacional de Bolivia. A pesar de que los medios, como en la última década y media, insistieron durante semanas sobre “el ambiente enrarecido por la violencia”, las elecciones se desarrollaron sin problemas. “En Sopocachi, a pesar de que las mesas se tardaron más que nunca, la gente esperó haciendo fila, sin opinar sobre los candidatos y volviendo rápidamente a sus casas después de votar”, escribe a elDiarioAr desde La Paz una investigadora en Ciencias Sociales. Los resultados de la elección confirmaron, y aun enfatizaron, los rasgos más salientes, y las aristas más cortantes, de la vida política boliviana, especialmente aquellos que se hicieron más nítidos y únicos en el último lustro. Hay que admitir que el primero y el mayor entre todos ellos es el que destacó el presidente y líder histórico del Proceso de Cambio, Evo Morales Ayma: más acá de la discusión acerca de si el oficialismo ganó o perdió el domingo 7, o sobre qué ganó y qué perdió, la única fuerza política territorial, nacional -y aun internacional- es el MAS-IPSP (Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos).

Si el MAS es nación, la oposición es región o municipio. Si el MAS es todo el territorio, y todo el campo, el caudillismo opositor es ciudad. La oposición boliviana se impuso en ocho de los diez más importantes centros urbanos. En aquellos donde no triunfó, esto se debió más a la fragmentación opositora que a una persistente fortaleza del MAS.

Si el MAS es uno, la oposición son muchos grupos -antes que partidos o movimientos-, y sus cabezas y reclamos son más incompatibles entre sí de lo que muchos entre ellos lo son con el MAS al que en esta elección se opusieron. No en vano, los liderazgos emergentes que parecieron más sólidos, o que contaron con un impulso y una energía propias, y disfrutaron de la consiguiente visibilidad ganada por este perfil, son desprendimientos del propio MAS, aunque sus rebeldías, en cambio, no siempre hayan sido ni programáticas ni nacidas de nuevos enfoques sobre la realidad boliviana.

En otras palabras, el MAS sigue definiendo las formas que adoptan en cada elección las candidaturas y las intenciones de voto de la oposición. A las que ningún otro rasgo define mejor que su mero –anti-oficialismo. Ni a cada una de las candidaturas, ni al conjunto de ellas. Ni hay un hilo común, ni hay otra sustancia singular en ninguna: todas se sintetizan, sin exageración ni deformación, en un rotundo, y corto, ‘Bolivia dice NO’.

A su vez, dentro de este rechazo al gobierno, y a las listas oficialistas, conviene incorporar un distingo. Hay el rutinario anti-masismo de quienes se han sentido y sienten frenados –más que exactamente frustrados- en sus aspiraciones por el Proceso de Cambio. Pero hay también la oposición de quienes viven y sufren su mayor escándalo en el no poder integrar las listas y las primeras planas oficialistas en el lugar que consideran que les corresponde.

El caso más claro de esta última situación es el de la alcaldía de El Alto, capital aymara del mundo, una ciudad más joven -es aeropuerto, fábrica y mercado- que desde 4000 msnm mira a ‘olla’ de La Paz, más blanca (menos india), menos extensa, menos poblada,  y menos alta con sus 3600 msnm. Así lo cuenta a elDiarioAR Wilmer Urrelo Zárate, autor de Fantasmas asesinos, premio Nacional del Novela, y una de las figuras mayores de la literatura boliviana de este siglo: “Eva Copa, ex masista y ex presidenta del Senado durante la gestión pasada, vapuleó al candidato oficialista Zacarías Maquera. Las encuestas a boca de urna la señalan como la ganadora con un 66%, mientras que Maquera apenas llega a un 19%. Copa fue expulsada del MAS luego de que este partido optara por Maquera como candidato a la alcaldía alteña. Diversos sectores sociales alteños se manifestaron en contra de esta designación, y como Copa no tenía respaldo dentro de la cúpula del MAS, decidió integrarse a las filas de Jallalla La Paz, una suerte de partido fundado por ex militantes del Movimiento al Socialismo.” ¿Qué pasó, que significan los casi 50 puntos que la ex senadora le sacó al candidato oficialista y oficial del masismo? No son pocas las opiniones que pudo consultar elDiarioAR cuyo sentido es el mismo que expresa Urrelo: “¿Qué pasará al interior del MAS? Todo parece indicar que ya no son solo una o dos voces divergentes, sino de toda una generación. Una generación que quiere ser tomada en cuenta a la hora de la elección de elegir candidaturas. El caso de Copa es interesante: luego de la salida de Morales del poder a finales de 2019, ella asumió la presidencia del senado y parece ser que ahí empezaron a surgir los problemas. Muchas voces dicen que no quiso alinearse a Evo Morales y a lo que él y sus más cercanos colaboradores ordenaban desde el exilio. Aunque tampoco se alineó con el gobierno de Jeanine Áñez, a quien más bien combatió con dureza. Es más, ella fue un personaje importante para la convocatoria a las elecciones generales. Cuando Copa pasó a ocupar la presidencia del Senado, casi de forma automática empezó a ser crítica a los designios de Morales. Si bien no lo decía abiertamente, esta parecía ser la lógica que la gobernaba: ¿Por qué Evo seguía dando órdenes si gran parte de lo que pasó en Bolivia fue culpa suya? ¿Por qué la gente que estaba exiliada en Buenos Aires y en la embajada mexicana no se quedó a combatir lo que ellos calificaron como una dictadura? Las fricciones entonces se fueron acentuando y dentro de las filas de la línea dura del MAS vieron a Eva Copa como una traidora. Visión que ganó al momento de designar las candidaturas a dirigir la urbe alteña. Vaya uno a saber cómo será la gestión de Copa en El Alto, una ciudad muy pobre, compleja y con serios problemas de todos los colores: transporte público, salud, educación, etc. Creo que lo realmente importante será ver cómo quedó el MAS después de estas elecciones. ¿Habrá acabado la jefatura de Morales? ¿O será el comienzo de una renovación que el partido más sólido de la política boliviana en la última década parece necesitar? Hace unos años todo el mundo (opositores y oficialistas) daban por seguro el gran olfato político de Morales. Sin embargo, creo que solo se trató de un momento determinado, pues ese olfato parece estar ausente para percibir cómo el MAS o se renueva o pasa a ser un partido más de la trágica historia política de Bolivia”.

Si esta era la situación en El Alto, 400 m más abajo, en la ciudad de La Paz, capital del mismo departamento de La Paz, también el MAS perdía su elección municipal en buena medida por la torpeza de su campaña. Durante veinte años, la ciudad de La Paz fue administrada por dos abogados, Juan del Granado y Luis Revilla. El MAS llevó como candidato a un funcionario, ex director de la exitosa empresa estatal Mi Teleférico –la red de teleféricos urbanos de La Paz y de El Alto- César Dockweiler para intentar seducir al electorado paceño, que se le resistió pese a su intensa campaña acompañada en algunos momentos por el presidente Luis Arce. Arce aseguró que la “única” candidatura capaz de garantizar un trabajo “de la mano con el Gobierno” era la de Dockweiler, algo que al parecer no cayó bien en La Paz, que finalmente le prefirió el exministro golpista Iván Arias.  Así lo resume un investigador argentino especialista en Bolivia que responde a elDiarioAR desde La Paz: “En La Paz, el MAS presentó a un militar retirado ex-gerente del teleférico con poco carisma y una campaña desastrosa. En la foto aparecía Dockweiler en bicicleta (en vez de en teleférico, su gran logro) y una de las promesas de campaña que leí en un póster de Bajo Llojeta, a pocas cuadras de donde hubo un deslizamiento, era 'centros de investigación virtuales'. En todo caso, ganó el ministro del Golpe -lo cual dice mucho sobre los paceños- que antes de trabajar con Jeanine Áñez no habría ganado una elección ni en la junta vecinal de su barrio. Podemos suponer que tuvo un buen asesoramiento e hizo más campaña en las laderas (barrios populares) que en la zona sur, donde tenía el voto más amarrado, porque ahí viven buena parte de los paceños más ricos y supo ser bastión pitita (en octubre de 2019, Evo bautizó de esa forma y con sorna a quienes bloqueaban con sogas -pitas- denunciando fraude y reclamando su renuncia: ese grupo heterogéneo se apropió del nombre y lo reivindicó como parte de una épica democrática que barnizó una no tan democrática transición)”.

El Golpe ha dejado huellas para cuyo reconocimiento, o admisión, no siempre parece ver en Bolivia ni gusto ni predisposición. Antes del golpe de noviembre de 2019, era raro que se le pidiera, a la prensa extranjera, que no se citaran nombres ni se informaran muy precisas señas de identidad. Otro resto es la abulia, otra constante ha sido la declaración “la verdad que estas deben ser las elecciones que menos me han interesado en la historia”. Por cierto, la asistencia electoral cayó marcadamente con respecto a las presidenciales.

Sin embargo, sobre un fondo de constataciones y confirmaciones de lo sabido y esperado, hay dos novedades que asimilar a partir del domingo en Bolivia. Las señala para elDiarioAR con brutal consición Mauricio Souza Crespo, catedrático de la Universidad Mayor de San Andrés, la universidad pública más importante de Bolivia: “Aunque el MAS nunca ha tenido tanto éxito en las elecciones subnacionales como en las nacionales, esta es la peor elección subnacional de su historia. Pero que sea una mala elección para el MAS no significa que haya sido, en términos nacionales, una buena elección para otros: a todos los partidos con aspiraciones nacionales les fue mal también”. En el Oriente, el Movimiento Demócrata Social (MDS), que en Santa Cruz nucleaba candidaturas históricas como el ex prefecto Rubén Costas y el ex alcalde Percy Fernández, que por decenio y medio gobernaron el departamento más rico y la ciudad más poblada del país, prácticamente desaparecieron de escena, cediendo el lugar al golpista Luis Fernando Camacho, que con su alianza Creemos ganó la gobernación con más del 55% de los votos. En el Occidente, Comunidad Ciudadana (CC) del ex presidente Carlos Mesa, hizo una mala elección, y Soberanía y Libertad (SOL.BO) también ha pasado a la historia, porque el presente la trató con el mismo desfavor que el pasado.

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