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PERFIL

Quién era Charlie Kirk, el joven activista ultra y referente MAGA asesinado que tenía contacto directo con Trump

Fotografía de archivo del fundador de la organización conservadora Turning Point Action, Charlie Kirk. EFE/CRISTOBAL HERRERA-ULASHKEVICH

Andrés Gil

Washington —

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Tenía hilo directo con Donald Trump y su familia. Era una especie de sonda en el movimiento MAGA para la Casa Blanca. Charlie Kirk, de 31 años, creador de un poderoso movimiento juvenil, Turning Point USA, tenía la capacidad de movilizar y llegar allá a donde no llegarían ni con todas las brújulas del mundo los políticos clásicos de Washington, a un preciado ecosistema juvenil, de nuevos votantes, que pueden hacer cambiar el sentido de una noche electoral.

Y Charlie Kirk, asesinado este miércoles en la universidad de Utah, tenía eso, como ha afirmado el presidente de EEUU: “Sabía comprender como nadie antes el corazón de la juventud americana”.

Kirk tenía solo 18 años cuando fundó Turning Point USA en 2012, concibiéndolo como una respuesta conservadora a plataformas progresistas como MoveOn.org. Recibió un apoyo inicial significativo de donantes republicanos como Foster Friess y miembros de la familia Trump, como el hijo del presidente, Donald Jr.

El ecosistema político en Estados Unidos está conformado por varios perfiles como Kirk, sobre todo en el campo de las derechas: comentaristas políticos en los márgenes de los grandes medios con gran acceso al Gabinete y la familia de Donald Trump y con millones de seguidores en redes sociales. No son periodistas, pero comentan las noticias difundiendo bulos, alimentando el odio, retorciendo los hechos, los datos y sin rendir cuentas; no son representantes públicos, pero se han convertido en verdaderos actores políticos y mediáticos, capaces de encender y apagar a las masas; van de outsiders, pero muchos de ellos tienen patrimonios destacados –el propio Kirk se compró una casa de casi cinco millones de dólares en Arizona–.

Y, todos ellos, son referentes fundamentales para el mundo MAGA, la familia política hegemónica en el actual Partido Republicano y la que está marcando el paso a la derecha internacional.

Charlie Kirk se sumó en primavera a la indignación MAGA por la promesa rota de Trump y su administración en relación con los archivos y documentos de Jeffrey Epstein. Él, como Steve Bannon, Laura Loomer, Tucker Carlson o Jack Posobiec acorralaron al presidente en una esquina del despacho Oval.

Hasta el punto de que Trump les tuvo que mandar callar varias veces, acusándoles de estar haciendo el juego a los demócratas por poner evidencia las contradicciones de una Administración que había llegado a la Casa Blanca con la bandera de la transparencia en relación con Epstein y después había decidido dar carpetazo al asunto.

Y Trump les dobló el pulso: dejaron de criticarlo, asumieron la orden de su comandante en jefe y se cuadraron por lo que consideran un bien mayor: seguir la lucha contra lo woke, es decir, los derechos humanos, los derechos LGTBI, los derechos civiles, la lucha contra la crisis climática, los derechos trans, la diversidad...

Frente a eso, Kirk y los suyos oponían una religiosidad oscura combinada con proclamas homófobas, machistas, negacionistas y sádicas con los migrantes hasta el punto de jalear las redadas masivas.

Aunque rara vez abordó la religión durante sus primeros años, Kirk abrazó cada vez más el cristianismo evangélico tras la pandemia. Se volvió crítico de los derechos de los homosexuales y de la separación de la Iglesia y el Estado, y comenzó a citar versículos de la Biblia para respaldar sus opiniones.

Del mismo modo, retuercen el gesto ante la influencia de Israel en la política estadounidense, y consideran que el America First no es lo mismo que el Israel First. Pero tampoco hacen demasiado ruido, no vaya a ser que se enfade el líder.

Kirk fue propagandista de Trump, alimentó los peores instintos de una juventud estadounidense con la que conectó de forma privilegiada para llevarla al mundo MAGA, allá donde reina la homofobia, la xenofobia y el culto a la violencia, como se ve en su férrea oposición a limitar la posesión de armas; en la demagogia belicista con la que se ha recuperado el Departamento de Guerra o en la militarización de las calles para frenar la protesta o acelerar las deportaciones masivas.

A finales de 2024, Kirk ya era considerado una figura influyente. Fue uno de los primeros en promover la elección del senador J.D. Vance, de Ohio, como vicepresidente para Trump. Varios de sus principales donantes ocuparon puestos en la administración Trump, y fue clave para conseguir apoyo para candidatos polémicos para el gabinete, como Pete Hegseth, acusado de agresión sexual después de que Trump lo eligiera secretario de Defensa.

Kirk nunca buscó un puesto en la administración, su ambición era algo mucho más amplio: transformar el Partido Republicano y la propia política estadounidense. “Queremos transformar la cultura”, declaró a The New York Times Magazine en febrero.

Era tan vehemente en su disposición a difundir afirmaciones sin fundamento y mentiras descaradas —dijo que el fármaco hidroxicloroquina era “100% eficaz” para tratar el coronavirus, lo cual no es cierto— que Twitter lo vetó temporalmente a principios de marzo de 2020, recuerda NYT. Pero esa medida solo aumentó su notoriedad y pareció respaldar su afirmación de que estaba siendo amordazado por una élite progresista.

Se casó con Erika Frantzve, ex Miss Arizona, en 2021. Le sobreviven su esposa y sus dos hijos. Alegando su deseo de privacidad, los Kirk no revelaron los nombres de sus hijos. Eso sí, la finca de estilo español de Charlie Kirk, valorada en 4,75 millones de dólares, se encuentra en un club de campo privado de Arizona que cobra casi medio millón de dólares por la membresía de golf. Cuenta con una casita para invitados, una piscina estilo resort y vistas espectaculares del desierto de Sonora.

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