Un hacker de 31 años, el hombre que cambió la cara de la Operación Lava Jato en Brasil
Se llama Walter Delgatti, tiene 31 años, le dicen “Vermelho” (el colorado) y es el hacker que filtró el chat privado entre fiscales y el entonces juez en el que se complotan para condenar al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva en la Operación Lava Jato.
La revelación cambió el clima político en el país a tal punto que ya fue comparado con el fundador de WikiLeaks Julian Assange o el espía estadounidense hoy refugiado en Rusia Edward Snowden.
“Para mí este muchacho es una persona importante para la historia de Brasil. Sería nuestro Snowden, nuestro Assange”, dijo recientemente la expresidenta Dilma Rousseff, justamente ella, víctima del espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, donde trabajaba Snowden.
Según reveló ese espía, la NSA se filtró en su ipad y en los sistemas de Petrobras durante el gobierno de Barack Obama, cuyo vice y actual mandatario, Joe Biden, tuvo que viajar a Brasilia para pedirle perdón.
El 'muchacho' del que habla Rousseff es un estudiante de Abogacía que vive en Araraquara, en el interior del estado de San Pablo, coincidentemente la única ciudad que lleva diez días con 'lockdown' total porque colapsó su sistema de salud con la variante del Amazonas del coronavirus.
Delgatti está detenido desde 2019 -estuvo seis meses en la cárcel de Brasilia y ahora cumple domiciliaria- por haber hackeado la aplicación Telegram y haber filtrado millones de archivos de conversaciones de personalidades públicas, entre ellos la familia del presidente Jair Bolsonaro.
Incluso, hackeó a Bruna Marquezine, la actriz que fue novia del futbolista Neymar, y dijo que no quiso divulgar intimidades.
“Siempre pensé que esa información que había de Lava Jato era de interés público, nunca he filtrado nada que sea del ámbito privado de las personas”, argumentó en una entrevista con el portal Brasil 247.
Lo cierto es que Delgatti votó por Bolsonaro en 2018 y siempre admiró a Deltan Dallagnol, el jefe de los fiscales de la operación Lava Jato, la operación que detuvo, condenó a Lula y, con ello, lo inhabilitó de competir por la Presidencia ese año.
Exempleado de cibercafés de su ciudad y de otras del interior de San Pablo, autodidacta en sistemas, Delgatti contó que decidió filtrar los archivos porque se decepcionó de los fiscales. Cuatro amigos suyos también fueron detenidos acusados de participar de una banda y uno de ellos dijo que Delgatti quería lucrar con la información.
Lo cierto es que Delgatti logró contactarse con la periodista Manuela Dávila, dirigente comunista y excandidata a vice de Fernando Haddad en 2018, la fórmula que reemplazó a Lula en esa elección.
Dávila contó que ella le recomendó al hacker contactarse con Glenn Greenwald, el periodista estadounidense que reveló las filtraciones de Snowden.
Casado con un diputado brasileño, David Miranda, con el que tiene dos hijos, Greenwald recibió el material y comenzó a producir notas sobre las filtraciones, todas demoledoras sobre la intimidad de cómo se cocinaba a fuego lento o rápido las acusaciones y sentencias en Lava Jato.
Institucionalmente, las filtraciones más graves involucraron las operaciones ilegales de los fiscales, con aval de Moro, para investigar a posibles testigos, extorsionar a acusados para ser delatores y usar a periodistas para publicar operaciones de prensa.
Las filtraciones demostraron que Moro, además de juez, conducía las investigaciones y orientaba a los fiscales, sin avisar de ello a la defensa de Lula y en contra de lo establecido por la ley.
El impacto de las denuncias de Greenwald en el portal The Intercept en 2019 no produjo cambios institucionales en Lava Jato, pero si coincidió con la renuncia de Moro como juez y su asunción como el primer ministro de Justicia de Bolsonaro.
Esto cambió en diciembre pasado cuando todo el material confiscado en la detención de Delgatti fue liberado por el juez del Supremo Tribunal Federal Ricardo Lewandowksi. Se trataba de más de un tera de información, con audios del fiscal Dallagnol, y conversaciones en las que admitían que tenían poco material contra Lula y que necesitaban trabajar en la convicción y en la divulgación mediante la prensa.
Un periodista de O Globo, por ejemplo, fue usado como agente de prensa, es decir como consultor de estrategias de divulgación y para revisar comunicados.
Delgatti habló por última vez en febrero con el portal Brasil247 y, un día después, fue amenazado por un juez de que si seguía declarando podía volver a Brasilia. “Lo último que quiero es volver ahí, no soy un delincuente”, dijo Delgatti, hoy tratado de héroe por quienes ven a Lula libre y candidato.
Agencia Télam - Pablo Giuliano, corresponsal.
IG
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