Jugarse la vida para contar al mundo el genocidio en Gaza: “La supervivencia es cuestión de suerte”

El trabajo de Wissam Yassin depende del azar. También su vida. Un día a día que no es solo el suyo. En peligro constante, la reportera gazatí ha estado informando desde octubre de 2023 de la brutal ofensiva israelí contra Gaza, que ha acabado con la vida de casi 250 de sus compañeros y compañeras –según datos de las autoridades locales–.
“La supervivencia es cuestión de suerte. Nadie sabe cuándo, cómo ni dónde podría ser blanco de un ataque. Somos como cualquier ciudadano que vive bajo los bombardeos y cada momento de nuestro trabajo bajo el fuego está lleno de riesgo y presión psicológica”, dice a elDiario.es la Wissam, que trabaja para la televisión pública iraquí. “Un periodista palestino es, ante todo, un ser humano que vive bajo los bombardeos y, en segundo lugar, un transmisor de noticias”.
Los últimos asesinados, el pasado día 25 de agosto, fueron cinco periodistas de diferentes medios de comunicación, blanco de un ataque israelí contra el Hospital Nasser, en el sur de Gaza. Entre ellos estaba la fotoperiodista Mariam Abu Daqqa, mujer y madre como Yassin.
Además del peligro que corren, Yassin dice a este periódico que la presencia de menores entre las víctimas aumenta la carga psicológica para los y las profesionales que tienen hijos. “Ver a niños asesinados me hace sentir como si fueran mis propios hijos: su sangre es la sangre de mis hijos. La responsabilidad de una periodista que también es madre es mayor, especialmente con las viudas y las mujeres separadas”, afirma. Según datos del Ministerio de Sanidad palestino, más de 16.000 mujeres se han quedado viudas en el enclave palestino.

Yassin y los demás periodistas acuden a los hospitales de Gaza porque son una fuente fundamental de información, pero también es donde presencian las escenas más difíciles. “Los hospitales siempre son una fuente primaria de noticias, ya que reciben los primeros muertos y heridos”, explica. Los reporteros dependen de los datos que les facilitan los médicos y trabajadores sanitarios; además, los centros hospitalarios se han convertido en un lugar donde poder trabajar porque el suministro eléctrico está casi siempre garantizado.
“Uno de los obstáculos más difíciles es encontrar un lugar seguro donde trabajar, obtener información precisa y fiable, acceder a fuentes oficiales y comunicarse con las familias afectadas por el bombardeo. Todo esto dificulta enormemente la recopilación de noticias, especialmente por el constante movimiento entre lugares”, detalla la reportera de 49 años, que como todos y todas se tiene que desplazar de un sitio a otro, con el riesgo que eso conlleva, antes de retransmitir las noticias a través de las cámaras de televisión.
La “misión” de mantener al mundo informado
El periodista gazatí Monzer Al Sherafi también describe su trabajo como una lucha constante por la supervivencia física, psicológica y profesional. Sin embargo, cree que es un deber seguir informando: “Sin palabras ni imágenes, Gaza desaparecería de la vista del mundo. Nadie sabría de la hambruna, del genocidio ni de la matanza diaria de niños, mujeres y ancianos. El periodismo es aquí la voz de más de 2,2 millones de personas que viven bajo los bombardeos y la destrucción constantes”.
Al Sherafi explica a elDiario.es que informar no solo es peligroso, sino también agotador: desplazamientos constantes, cortes de electricidad e internet, falta de equipo y restricciones que las herramientas más básicas lleguen a Gaza por el bloqueo de Israel. A menudo, los periodistas dependen únicamente de sus teléfonos móviles para grabar y transmitir testimonios. A las dificultades logísticas y técnicas, se suman las económicas, ya que transferir dinero a Gaza y obtener efectivo en la Franja es casi imposible, y muchos periodistas también deben mantener a sus familias.

El periodista independiente de 41 años –que ha colaborado con la televisión libanesa Al Mayadeen, entre otros medios– dice que quienes documentan el desplazamiento están a menudo también desplazados; quienes cubren la vida en los campamentos viven también en una tienda de campaña; quienes graban a las víctimas pueden haber perdido a sus propios familiares.
Él mismo ha perdido a más de 200 miembros de su familia extensa, además de colegas de profesión, en los pasados 23 meses. Pero esas pérdidas devastadoras le impulsan a continuar: “Somos una gran familia. Compartimos comida, desplazamiento, peligro y trauma. Cuando uno cae, el resto continúa la misión por la que el otro ha muerto”, asegura.
A pesar del miedo, Al Sherafi afirma que dejar de hacer su trabajo no es una opción: “Documentamos, informamos y mantenemos al mundo informado”. “A los periodistas extranjeros se les prohíbe la entrada, por lo que los reporteros locales somos la única ventana a Gaza. La verdad debe prevalecer, cueste lo que cueste”, añade.
“El equilibrio mental se desmorona gradualmente”
El fotoperiodista Mohammed Asad –que cuenta con 18 años de experiencia cubriendo las ofensivas israelíes sobre Gaza desde 2007– explica a elDiario.es lo difícil que es seguir haciendo su trabajo en la Franja ahora mismo. “Un periodista aquí no solo se enfrenta a los peligros del trabajo, sino que vive situaciones complejas, entre cumplir con su misión [de informar], garantizar la seguridad de su familia y conseguir comida para ella o decidir si quedarse o marcharse. El sufrimiento del periodista es complejo, ya que trasciende el trabajo profesional y abarca todos los aspectos de la vida”, dice.
Además, cita los desafíos logísticos a los que se enfrentan en su día a día: “Hay una grave escasez de combustible, lo que nos obliga a desplazarnos a pie o en burro para llegar a los lugares bombardeados” e informar sobre los ataques israelíes. Las dificultades no han evitado que Asad, de 41 años, haya hecho su trabajo, incluso en los peores momentos: “Estaba desplazado en Al Zawayda [en el centro de la Franja] cuando bombardearon la Torre Mushtaha, cerca de donde estaba. La metralla volaba por todas partes y dudé entre buscar refugio o grabar. Al final, opté por grabar, a pesar del miedo y el temblor de mis manos”.

El fotógrafo que trabaja para el medio digital Middle East Monitor habla asimismo del coste psicológico que están pagando él y sus compañeros y compañeras. “El equilibrio mental se desmorona gradualmente. Al principio, estás agotado, pero te das cuenta de que el mensaje debe transmitirse a toda costa”.
“Durante esta guerra, vivimos en condiciones muy duras, entramos varias veces a la morgue donde había familiares y amigos. Filmar a diario los cuerpos y ver los cuerpos desmembrados deja inevitablemente un profundo impacto psicológico. A menudo, nos desplazamos de forma urgente para cubrir acontecimientos o declaraciones, lo que nos hace estar constantemente tensos y agitados. Intentamos reprimir la tristeza mientras trabajamos, pero luego nos derrumbamos en casa”, relata Asaad.
El fotoperiodista cuenta que su experiencia en las cuatro guerras anteriores no le garantiza sobrevivir: “Todos estos años de cobertura me han proporcionado una importante experiencia, me han enseñado a moverme y anticipar algunos peligros. Después de 18 o 20 años, un fotoperiodista desarrolla una intuición especial para desenvolverse en el terreno. Pero algunos acontecimientos son impredecibles, como el reciente ataque contra un hospital donde los periodistas fueron atacados directamente con un segundo proyectil. En ese momento, toda tu experiencia parece insignificante”.
Asaad se refiere al ataque contra el Hospital Nasser, en el que el ejército israelí empleó una estrategia llamada “doble ataque”, que consiste en efectuar un primer bombardeo y, poco después, un segundo, cuando acuden los periodistas y rescatistas. Añade que los equipos como chalecos antibalas y cascos son más bien simbólicos ante las fuerzas israelíes: “La ocupación no reconoce ninguna ley ni señal de prensa. Estas cosas pueden protegerte en países que respetan la ley, pero aquí no significan nada”.
Sin ninguna protección real ni legal
El director del Sindicato de Periodistas Palestinos, Nasser Abu Bakr, explica a elDiario.es que este órgano busca presionar a Israel y obtener algún tipo de protección para sus integrantes a través de los canales legales e internacionales: “Celebramos conferencias en parlamentos europeos, presentamos expedientes ante los tribunales y denuncias ante la Corte Penal Internacional. Trabajamos con la Federación Internacional de Periodistas para exigir sanciones, pero hasta ahora no hemos conseguido ninguna protección real”.
“La Federación Internacional de Periodistas organiza eventos y marchas en Bruselas y Canadá para presionar a la ocupación y exigirle responsabilidades por los crímenes contra los periodistas palestinos. Tenemos listas de periodistas israelíes que incitan al asesinato de nuestros colegas que se presentarán a organizaciones internacionales para que se tomen medidas legales”, añade.
El pasado lunes, la organización Reporteros Sin Fronteras (RSF) y el movimiento ciudadano Avaaz (voz) lanzaron una iniciativa internacional contra el asesinato de periodistas en Gaza y el veto de Israel a la prensa extranjera en la Franja, a la que se han sumado más de 250 medios de comunicación de todo el mundo, incluido este periódico. RSF ha presentado cuatro denuncias ante la Corte Penal Internacional por lo que considera “crímenes de guerra” cometidos por el Ejército israelí contra periodistas gazatíes. Todos los asesinatos han permanecido impunes, de momento.
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